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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los que no ven series también existen

Una opinión personal de quien no se engancha a las ficciones televisivas que están en boga

Rut de las Heras
Los actores de 'Friends', de izquierda a derecha, Matthew Perry, Jennifer Aniston, David Schwimmer, Courteney Cox, Matt LeBlanc y Lisa Kudrow.
Los actores de 'Friends', de izquierda a derecha, Matthew Perry, Jennifer Aniston, David Schwimmer, Courteney Cox, Matt LeBlanc y Lisa Kudrow.

Este era un post para hacer una afirmación: “No veo series”. Pero según escribía, se caía por su propio peso, porque sí veía, veo y veré series. Aunque claro, no las que se supone que hay que ver. En los últimos días en los que en las agendas de los medios de comunicación había hitos como el referéndum británico, las elecciones generales o el partido por el que España ha quedado eliminada de la Eurocopa, también estaba incluido el final de la sexta temporada de Juego de tronos. Y no, no la sigo (esto casi hay que reconocerlo con el rostro pixelado y la voz distorsionada). No debo de ser la única si tenemos en cuenta que ha sido el capítulo más visto de la historia de la ficción televisiva y (solo) lo han seguido en directo 8,9 millones de los más de 320 millones de estadounidenses (no llega al 3%). Le he dado oportunidades: dos veces empecé a ver el primer capítulo de la primera temporada, me quedé dormida ambas. Quizá parezca extraño, pero no me engancha. Y no será porque no me han dicho que vuelva a intentarlo. ¿Acaso esto es como lo de la cerveza?, no gusta al principio y a base de darle oportunidades uno acaba bebiéndola. Nunca he seguido esa norma, y no, tampoco bebo cerveza.

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Pero, ¡ojo!, puede tener contras no estar dentro de este universo de capítulos y temporadas, como es no seguir el hilo de conversaciones que entran en bucle saltando de Juego de tronos a The Walking Dead, pasando por Orange Is the New black o Anatomía de Grey, en las que todo el mundo tiene derecho a veto: "No digas nada que no he llegado, que todavía voy por la tercera". Pero también existen pros: los spoilers no molestan, es más, la advertencia "hay spoilers" es un acicate para leer ese texto o para ver ese vídeo, y la reacción es nula.

Lo de que no ves series es algo que casi estás obligada a pensar porque no sigues las que están en boga. Aunque si hago un repaso es inevitable que formen parte de mi vida, de la vida de cualquiera. Mi infancia está unida a la melodía de Luz de luna (y a Bruce Willis con pelo), a la de Canción triste de Hill Street, mis padres me dejaban ver hasta el mítico "tengan cuidado ahí fuera" —frase que sigo utilizando—; después, a la cama. Cuando alguna vez estabas enferma y te quedabas en casa por la mañana, ahí estaba Cheers. Los veranos eran El equipo A, El coche fantástico (antes de que Michael Knight pasara a ser Mitch Buchannan, de Los vigilantes de la playa —que también cayó—) y, por supuesto, Verano azul.

Un día, mi hermano —que es de los que las ve todas— me llamó “analfabeta”. Se refería a que me faltan muchos datos de una de las manifestaciones culturales actuales con más influencia en el lenguaje audiovisual y en el imaginario colectivo, y lleva parte de razón. Pero... ¿y si tuviera que ver con la personalidad de cada uno?, además de los canales de televisión (de pago) y del tiempo que se tenga o que se quiera dedicar. Me gustan las series con capítulos autoconclusivos, que no dependen ni del anterior ni del que les sigue. Los ves cuando te viene bien, incluso salteados, y puedes seguir la trama. Series como House, con un protagonista por el que es difícil sentir empatía, con diálogos tan técnicos que fuera de contexto son inentendibles y, sin embargo, te hace pasar un buen rato.

A pesar de lo dicho, tengo una lista creciente de pendientes, pero temo que no me enganchen —no tengo una personalidad predispuesta a las adicciones—. Empieza con Perdidos; sigue con Cómo conocí a vuestra madre; lo de Los Soprano no me lo perdono. También Twin Peaks, que estaba fuera de mi toque de queda infantil y la melodía me daba miedo. Me llama mucho la atención Mozart in the Jungle; por supuesto, Borgen; The Big Bang Theory no la tengo pendiente porque muy de vez en cuando cae. ¿Sigo?... ¿Cuántas vidas se necesitan?

El porqué no me pongo con ellas no me lo explico ni yo. Sobre todo cuando veo una secuencia de Friends y no paro hasta que acaba el capítulo aunque lo haya visto tropecientas veces. ¿Por qué cuando llego a casa tarde soy capaz de seguir el episodio de Cuéntame que estén repitiendo en uno de los inútiles canales de la TDT, y eso que nunca la he visto cronológicamente, y, sin embargo, mi mando no para ni un segundo en La que se avecina o en Aquí no hay quién viva en cualquiera de sus versiones?

¿Serán modas? Tiene pinta de que están aquí para quedarse, de que quizá sean como el Tour, ese al que nos enganchamos todos con Indurain y en el que solo siguen los realmente aficionados. Y del imaginario colectivo, qué decir... que igual que es difícil escuchar With a Little Help from My Friends y no asociarla a Esos maravillosos años —lo siento, Beatles y Joe Cocker—, no necesito explicación de lo que es una khaleesi.

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