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“La creación artística siempre es un manifiesto político”

Barry Jenkins es el primer afroamericano que opta el mismo año al Oscar a mejor película, dirección y guion adaptado con 'Moonlight'

Lo que más desea el director y guionista Barry Jenkins es conservar la cabeza sobre sus hombros. “Quiero sobrevivir a la temporada de premios con la humanidad intacta y manteniendo los amigos que he hecho”, confiesa el realizador de Moonlight. Esta gema estética y narrativa, para muchos el descubrimiento del año, ha logrado ocho candidaturas a los Oscar con una historia social y semiautobiográfica de transformación, sexualidad y raza. Y Jenkins (Miami, 1979) hace referencia a Damien Chazelle o Kenneth Lonergan, directores de La La Land y Manchester frente al mar, con los que a lo largo de entrevistas, foros y galas de premios ha forjado una estrecha amistad.

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Sin embargo, solo uno de ellos saldrá el próximo 26 de febrero con el Oscar en la mano. “No me entienda mal. Todos somos humanos y en ese instante queremos escuchar nuestro nombre. Especialmente cuando eres un chico de barrio que creció en la pobre. Pero no es el mejor sentimiento”, detalla sobre las contradicciones con las que lidia.

Moonlight es el segundo largo de una carrera llena de cortos, un drama contado en tres actos y con tres actores (Alex Hibbert, Ashton Sanders y Trevante Rhodes) interpretando el mismo papel. “Nunca he tenido tantos amigos”, se asombra Jenkins de los abrazos que recibe por donde quiera que se proyecta su película. “Y cada entrevista es una nueva sesión de terapia”.

De hecho, Moonlight se podría describir como el mejor psicoanálisis tanto de Jenkins como de Tarell Alvin McCraney, el autor de la obra en la que se inspira el guión. Al igual que su protagonista, Jenkins y McCraney se criaron en el Miami suburbial, negro, empobrecido y drogadicto de los ochenta. Ambos fueron hijos de madres drogodependientes, y en ese ambiente descubrieron su homosexualidad. Jenkins también ve su filme como el producto de la era Obama, que permitió el florecimiento de obras tan diversas en temática y raza como las de esta edición de los Oscar. “La creación artística siempre es un manifiesto político. Puede serlo reflejando el statu quo, lo que para muchos es América, o para mostrar ese otro Estados Unidos que muchos como yo llamamos hogar”, explica.

A Jenkins le costó años digerir estas dos Américas. Antes, buscó refugio en el cine foráneo, entre Wong Kar-Wai y Godard, con los que se sentía más afín. Allí encontró su voz como cineasta, aunque en su Miami natal descubrió su historia: “Para mí, Moonlight es una película de arte y ensayo de barriada”. Jenkins ya ha hecho las paces con su pasado. Su madre todavía no. Aunque hace 25 años que dejó las drogas, es incapaz de ver la película. El realizador también ha superado sus años de sequía creativa bañado ahora en una abundancia de proyectos (la serie Dear White People o el largometraje A Contract with God o la biografía de la boxeadora olímpica Claressa T-Rex Shields). Eso sí, Jenkins es el primero en reírse de la idea de que es un buen momento para ser negro en Hollywood. “Lo más bello de Moonlight es que es la película más negra que puedes ver y no habría sido posible sin Plan B, que no puede ser más Hollywood”, agrega sobre la productora de Brad Pitt.

Como el realizador explica, ladiversidad en los Oscar tiene poco que ver con el boicot de 2016 y mucho más con “los lazos en la comunidad de realizadores desde hace cuatro o cinco años”. Un movimiento más silencioso que según Jenkins ha forjado “una infraestructura de apoyo dispuesta al cambio”. Un grupo en el que incluye nombres no tan conocidos por el gran público y de lo más diversos pero que para Jenkins están transformando el perfil de la industria como los Wes Ball (The Maze Runner), David Robert Mitchell (It Follows), Ryan Coogler (Black Panther) o, por supuesto, Ava DuVernay (The 13th). Y la aparición de nuevas fuentes de financiación, como la hasta ahora distribuidora A-24, Amazon o ese pequeño Goliat en el que se ha convertido Lionsgate, detrás de Moonlight, Manchester frente al mar o La La Land. “Los tres son resultado de lo que pasa cuando expandes el horizonte de lo que es hacer cine en Hollywood”, resume el primer afroamericano candidato el mismo año al Oscar a mejor película, dirección y guion adaptado.

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