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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Gobierno y el cine español

Una operación de lavado de imagen y ninguna medida caracterizan el nuevo idilio

Borja Hermoso

Ni 4-4-2, ni 4-3-3, ni 5-4-1, ni doble pivote defensivo ni, por supuesto, voluntad alguna de jugar al ataque, ni siquiera al contraataque. No a la guerra, pero al revés. Lo que el Gobierno de Mariano Rajoy hará en la 31ª noche de los Goya —a través de su diplomático de cabecera, que en contra de lo que pudiera parecer no es el titular de Exteriores Alfonso Dastis sino su colega el ministro portavoz íñigo Méndez de Vigo, también ministro de varias cosas y entre ellas del cine— es plantear algo así como un 7-3-0 (o sea, siete defensas, tres centrocampistas para disimular y por supuesto ningún delantero). Sistema insólito y hasta inédito en el mundo del fútbol pero no en el de la política, aunque sea cultural, y más cuando tienes en tus filas a un central con vocación de carnicero —pongamos Montoro y sus sabias lecciones sobre la relación entre el mal estado de la industria del cine español y la mala calidad del cine español, léase también “el elefante en la cacharrería”— que, si te descuidas, puede partir varias tibias y peronés y largarse por el túnel de vestuarios con la tarjeta roja entre pecho y espalda dejándote con diez.

Pero esta férrea estrategia defensiva, que para sí la hubieran querido Benito Díaz, Helenio Herrera y otros gladiadores del cerrojazo, no se va a plantear en la gala de los Goya así, sobre la marcha, según transcurra el partido. La estrategia fue ideada hace tiempo en el laboratorio de Moncloa por un Méndez de Vigo que medidas, medidas, lo que se dice medidas en política cultural, no se le conocen aún muchas, pero en operaciones de imagen no hay quien le tosa. Esta es una. Una grandísima operación de imagen.

Consiste en explicarle de antemano al cine español que este Gobierno le quiere, que está dispuesto a mimarlo, que es mentira que el IVA del cine no baje porque es una venganza política y que si un día se las tuvieron tiesas porque los cómicos protestaron contra la guerra de Irak, pelillos a la mar. ¿Y cómo se explica eso de antemano para prevenir accidentes, y así evitar tener que curar? Primero se colocan unas pancartas de las películas nominadas a los Goya para decorar la horrenda fachada de la Secretaría de Estado de Cultura en la Plaza del Rey de Madrid (el martes). Luego se firma un acuerdo de colaboración entre el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y la Academia del Cine con el fin de promocionar el cine español en el exterior y se convoca a la prensa para escenificar el nuevo idilio (el miércoles). Y por fin se hacen unas declaraciones en el Congreso de los Diputados sosteniendo la mayor: “El cine español nos da satisfacción y alegría y eso es lo que vamos a celebrar todos este sábado en la gala de los Premios Goya” (el miércoles también).

Todo está muy bien. También lo estaría que un Gobierno dispuesto a entablar nuevas y se supone que mejores relaciones con el cine se mojase un poco más acerca de cuándo desconectará la ignominia del IVA cinematográfico (llámese así habida cuenta de que al ministro no le gusta nada que se diga IVA cultural porque, asegura, “no existe”). La noche de los Goya sería un escenario perfecto, ¿verdad? O que esa promoción del cine español en el exterior (promoción es dinero y voluntad, no pancartas ni firmas) tuviera como consecuencia práctica acabar con la sequía desoladora de presencia de películas españolas en la competición de los grandes festivales (Cannes, Venecia, Berlín…). O que la Ley de Mecenazgo que todavía sigue durmiendo el sueño de los justos —y que estaba en el programa electoral del partido en el poder— logre un día abrir el grifo de un verdadero apoyo privado a la cultura, luego al cine. O que ese mismo Gobierno investigue y explique cómo es posible que lo que iba a ser el mejor complejo de estudios cinematográficos en Europa —Ciudad de la Luz— se esté vendiendo a cachos y por cuatro gordas, y quién se ha llevado el botín de verdad. O que de una vez por todas la Filmoteca Española y la conservación del patrimonio fílmico dejen de ser un cero a la izquierda en la política cultural.

Todo eso estaría bien para salir del terreno de las operaciones de imagen y entrar en el de las medidas concretas y la diplomacia cultural auténtica. Claro que menos da una piedra. El anterior ministro, Wert, ni siquiera se planteaba estas cosas. Él jugaba al ataque total, una especie de 0-0-10. Y eso que la agenda le impedía ir a la gala de los Goya.

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Sobre la firma

Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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