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Riccardo Muti: “Europa debe despertarse”

El director napolitano dirigirá dos conciertos del ‘Réquiem’ de Verdi en el Real y en la catedral de Toledo

Daniel Verdú
El director de orquesta italiano Riccardo Muti.
El director de orquesta italiano Riccardo Muti. Javier del Real

Ver y oír a Riccardo Muti hablar es todo un espectáculo. Primero escucha atentamente las preguntas con toda la seriedad del mundo; luego piensa unos segundos y finalmente se desata una precisa explicación que, cuando está de buen humor, como esta mañana, termina en pie teatralizando la respuesta y provocando la carcajada del auditorio. Ha sucedido hoy cuando ha relatado una disparatada puesta en escena de La traviata que vio hace poco por televisión y que le ha dado pie para disertar sobre las manipulaciones que se han hecho en los últimos tiempos de las obras de Verdi. El maestro napolitano se encuentra en Madrid preparando los dos conciertos que dará con la orquesta y el coro del Teatro Real, el Coro de la Comunidad de Madrid y parte de su joven formación Luigi Cherubini. Ambos con el mismo programa: el Réquiem de Verdi. El primero se celebrará en la catedral de Toledo el sábado a las ocho de la tarde (en la conmemoración del IV Centenario del fallecimiento del Greco), el segundo el próximo lunes en el Teatro Real.

El concierto del sábado se realizará en un espacio espectacular y muy apropiado para una misa como el monumento que Verdi dedicó al escritor Alessandro Manzoni. Se interpretó por primera vez en la iglesia de San Marco en Milán, dirigido por el propio Verdi. Lugar donde el propio Muti lo dirigió en 2001. “La iglesia tiene un significado importante para mí. Soy napolitano y Napolés tuvo a España como descomunal influencia”, ha explicado, mientras recordaba que la idea de estos conciertos partió del fallecido exdirector artístico del Real, Gerard Mortier. “Tuvimos la idea de juntar a la orquesta del Teatro Real y su coro con una parte de la joven orquesta Cherubini. En el concepto de una Europa culturalmente unida, es un ejemplo de cómo un movimiento de comprensión recíproca puede unir a los pueblos a través de la música más que a través de la política. La música no tiene sentimientos buenos o malos, sino que transmite de belleza. Y ahí es donde los pueblos se encuentran, sin palabras ni malentendidos”.

A partir de ahí ha comenzado a explicar la complejidad que reside en la ejecución de esta pieza. También la diferencia fundamental que separa el acercamiento de los italianos y españoles a Dios respecto a los germánicos; detalle crucial para entender la obra, considera el actual titular de la Sinfónica de Chicago. “Nosotros lo vemos como alguien responsable de nuestra existencia, así que pedimos y le exigimos el reposo. El acercamiento germánico es distante, respetuoso… nosotros, en cambio, le hablamos Dios como si fuera uno de nosotros. ‘Me has creado y me debes dar el reposo eterno’. ‘Si existo me debes dar el reposo eterno’. Eso es impensable en una misa de Bruckner, por ejemplo. Lo vemos en el Dies Irae de este Réquiem, donde la soprano tiembla y dice que tiene miedo. Luego hay un largo silencio, espera una respuesta y Dios le contesta con el Dies Irae, la violencia. Los españoles y los italianos le pedimos a dios una religiosidad humana”.

Y todo este asunto solo puede comprenderse, cree Muti, a través del texto de la obra. Solo es posible realizar una buena interpretación a partir de las palabras que contiene. “Es un discurso directo y le da la responsabilidad a Dios. El Réquiem de Verdi es un réquiem humano. El de un hombre que quiere la paz dando a Dios la responsabilidad de la creación. Así que el texto latino es fundamental para la interpretación. Hay que ir de la palabra a la música. No se puede hacer este Réquiem si no se entiende el texto.La soprano, por ejemplo, canta el Libera me Domine primero gritando, luego es un jaleo y lo pide a gritos; la tercera vez hay un cierto cansancio y desesperanza. Eso es muy importante. Es el punto crucial, deja un punto de interrogación: ¿me liberarás o no? Esa es la clave. No lo sabemos. Ese punto de interrogación es la sustancia del Réquiem. Eso y no el Dies Irae, que les encanta a los directores de orquesta para hacer el payaso, pero no es la clave”.

El director ha esbozado una breve línea del tiempo que articula el legado de Verdi en la que él mismo se ha colocado como último heredero de una tradición que ha pasado por Toscanini y por su maestro Antonino Votto. De este modo vive Muti preocupado por la integridad de las composiciones del maestro italiano, frecuentemente malinterpretadas o adulteradas en aras de la espectacularidad. “A menudo se ha hecho una lectura superficial de la ópera de Verdi, y de la italiana en general. Mientras en Mozart, Strauss, Webern, el respeto por la música es total; en la italiana mucho se fía al capricho de los cantantes y de los directores complacientes. Como en Il Trovatore, que se colocan notas que Verdi jamás escribió. Él sabía que se hacía porque el público responde fácilmente a las notas agudas que crean una especie de reacción física ardiente, para no decir otra palabra. Así que hoy todavía muchos directores solo quieren hacer el Il Trovatore cuando saben si el tenor puede hacer la famosa nota que en realidad Verdi no escribió”.

Lo mismo sucede con la dirección de escena, “un problema gravísimo”, según Muti, que le granjeó sonados escándalos en el pasado. “No se trata de escena moderna o antigua, sino de escena inteligente o cretina. He trabajado con los mejores directores de escena. Y muchas veces he tenido un encuentro feliz, otras veces nada feliz y algunas incluso desastrosos. Como cuando me fui del festival de Salzburgo con la Clemenza di Tito”. Se refería a la puesta en escena de los Herrmann que Gerard Mortier programó en 1991 (su primer año al frente del festival) y que supuso un alejamiento entre ambos.

Pero todo aquello es agua pasada. De hecho, Muti tuvo amables palabras para el gestor belga. Lo que le preocupa ahora es Europa y su supuesta unión. Y sobre todo, la cultura y su decaimiento. “Los países orientales: China, Corea… están aprendiendo nuestra cultura musical. En 30 años estarán integrados en nuestra cultura y nosotros nos convertiremos en un bonito y simple museo. Hay que defender nuestra cultura para luego dársela a otros. Europa debe despertarse, una Europa unida debe tener una mentalidad europea”.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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