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Manuel Francisco Reina: “Ya es hora de descorrer este velo de silencio”

El autor de 'Los amores oscuros', la novela que recrea el amor entre Lorca y Juan Ramírez de Lucas, reclama que la Ley de Patrimonio Histórico Artístico sea extensible a documentos

Manuel Francisco Reina, autor de 'Los amores oscuros'.
Manuel Francisco Reina, autor de 'Los amores oscuros'.LUIS MAGÁN

Cuántas familias han destruido cartas, fotografías y documentos históricos importantes... La dura posguerra española, donde el pánico a ser detenido y encarcelado no animaba a guardar recuerdos comprometedores en ningún escondite. Sorprende que Juan Ramírez de Lucas (Albacete, 1917- Madrid, 2010), el hombre que compartió la vida de Federico García Lorca durante casi dos años, tuviera el arrojo de conservar los documentos que le unían al poeta, entre otros la que quizás fuera una de las últimas cartas que escribió Lorca o el romance en que desvelaba sus sentimientos más íntimos.

Los documentos en poder de los herederos de Ramírez de Lucas, con las anotaciones realizadas por él mismo sobre la vida de ambos y sus ideas políticas, ayudarán enormemente a conocer nuevas cosas sobre García Lorca. El escritor Manuel Francisco Reina (Jerez de la Frontera, 1974), autor de Los amores oscuros, la novela en la que recrea la relación de la pareja desde que se conocieron la tarde que los presentó Pura Ucelay —“¿Oye, de dónde sacas tú a unos hombres tan guapos?”— hasta la muerte del periodista a los 93 años en Madrid, lleva dos años enlorcado.

Desde que empezó a buscar la documentación que salpica toda su novela, mucha sacada de las páginas de prensa de la época con la crónica de los estrenos del momento, le atormenta esa idea de pérdida de documentos. “¡Que se acabe la vergüenza! Ya es hora de descorrer este velo de silencio que, por absurdas cuestiones morales, lleva a la gente a destruir papeles históricos aun en estos tiempos en los que hay libertad de expresión. La Ley de Patrimonio Histórico Artístico debería ser extensible al tema documental”. Su idea es que el Estado, lo mismo que es expropiable un castillo o se paran unas obras porque se ha encontrado unas ruinas arqueológicas, debería tener la potestad de hacerse con los papeles de personajes fundamentales en la historia de nuestro país para que puedan ser usados por los investigadores. Lo contaba ayer por la tarde, abrumado ante la avalancha de llamadas que había recibido de medios de toda España, tras publicarse en EL PAÍS el secreto que Ramírez de Lucas guardó durante más de 70 años sobre su pasión junto a García Lorca.

No resulta fácil parar a Reina cuando toma la palabra. Sin transición y sin cerrar las frases, salta de la copla a Lorca, a Miguel de Molina o Rafael de León, al que califica como uno de los grandes poetas. Llegó a Madrid hace 14 años pero sigue llevando el sur dentro. Él mismo parece un personaje sacado de Romero de Torres, con su melena negra recogida en un moño y sus increíbles pestañas rizadas sin gota de rímel. En su terraza, plagada de rosas y geranios —“como Lorca, que decía que los jazmines le provocaban líricos dolores de cabeza”—, explica que su novela, que sale a la venta el 22 de mayo, pone en valor toda la inteligencia moral e intelectual del poeta.

Para este escritor, que ha publicado en todos los géneros literarios y realizado un documental sobre la copla, el autor de Yerma fue la principal víctima de ese elemento tan lorquiano del destino que llenaba sus obras: “Ese fátum que, te pongas como te pongas, te va a llevar al matadero”, dice. “Podía haber aceptado la invitación de Margarita Xirgu y marcharse a México tranquilamente con su novio, pero él no estaba huyendo, quería hacerlo bien. Además de un genio, Lorca era una persona que siempre se ponía en los zapatos de otro. ¿Cómo entender si no su relación con Ramírez de Lucas y su insistencia en que hablara con sus padres?”.

Además de la carga sentimental, su novela también hace una defensa política de las ideas republicanas, ahondando en lo complicado que resultaba vivir entre trincheras ideológicas. A Lorca se le mató tres veces: “La física; la civil, cuando se trató de restar importancia a su categoría como escritor —“si hasta Aldous Huxley pidió explicaciones al Gobierno de la República y al bando franquista para que se aclarara su muerte, en plena contienda”— tildándole de mariconcete y afeminado; y la muerte silenciosa, de la que también fue víctima Ramírez de Lucas, obligado a callar su dolor ante el terror que imponía el régimen sobre la afectividad y la sensualidad, representada en la Ley de Vagos y Maleantes”.

Su novela, dice, se debe leer como un homenaje a todos los amores oscuros. Reconoce que, casi tres cuartos de siglo después de la muerte de Lorca, las cosas han cambiado bastante. “Antes todos eran conservadores. Los padres de Ramírez de Lucas porque eran muy católicos, pero los propios padres de Lorca también eran conservadores aunque votaran socialista; su madre apenas le hablaba y su padre mantenía con él una relación muy protectora. Eso ha ido cambiando pero todavía nos encontramos cada día con destellos homófobos”. Como homosexual que ha ejercido su derecho al matrimonio, asegura que detesta los clichés y que no se siente para nada un abanderado de la causa gai. “No quiero que me toleren, quiero que me respeten. Se han creado unos estereotipos que tienen mucho que ver con los bufones, como esos mariquitas que acompañan a las señoras, que resultan muy cómodos para el poder. Lo que hay que pedir es la normalidad. Lorca fue un defensor de la libertad”.

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