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La batalla por la mejor universidad de Turquía

El centro más reputado del país es escenario de la pugna entre jóvenes laicos e islamistas

Andrés Mourenza
Estudiantes en la Universidad del Bósforo.
Estudiantes en la Universidad del Bósforo.

La Universidad del Bósforo es considerada una de las mejores instituciones educativas de Turquía. Así lo dicen, año tras año, los rankings internacionales. Su bello campus se eleva sobre el estrecho que separa Europa y Asia en Estambul e incluye algunos de los bellos edificios decimonónicos que una vez pertenecieron al elitista Robert College, hasta que fueron entregados al Estado en 1971. Y ha sido siempre sinónimo de libertad. Demasiada libertad, creen algunos: para ellos, la Bogaziçi Üniversitesi se ha convertido en un "nido de terroristas".

En los últimos dos años, la universidad ha sido centro de continuas polémicas y debates. Lo fue cuando el presidente, Recep Tayyip Erdogan, ignoró por completo los resultados de las elecciones a rector: la hasta entonces rectora, Gülay Barbaroso?lu, había obtenido el 86 % de los votos, pero el mandatario designó para el cargo al catedrático Mehmed Özkan, hermano de una diputada de su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), que gobierna el país desde 2002. O cuando 71 académicos de esta universidad fueron imputados por firmar un manifiesto por la paz en la región kurda de Turquía.

La última controversia se inició el pasado 19 de marzo. Ese día, un grupo de estudiantes islamistas repartieron lokum, el dulce conocido como "delicias turcas", en honor a los "mártires de Afrin", es decir, a los soldados turcos muertos en combate durante la operación contra dicho cantón kurdo del noroeste de Siria, finalmente conquistado por las tropas turco-árabes. Estudiantes de organizaciones izquierdistas reaccionaron con varias pancartas contra la "invasión y la masacre" en Afrin, lo que llevó a un pequeño altercado entre ambos grupos. La intervención del vicerrector consiguió calmar los ánimos pero la policía se llevó detenidas a tres personas, que serían liberadas más tarde. Para la prensa pro-gubernamental la cuestión es simple: simpatizantes de organizaciones "terroristas" dominan el campus de la universidad y ni siquiera permiten a los "patriotas" que expresen sus ideas libremente.

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Tras el incidente, se han sucedido las redadas y las intervenciones policiales: efectivos antidisturbios han penetrado para interrumpir y disolver una concentración en apoyo a los detenidos, y fuerzas de la unidad antiterrorista han registrado las residencias universitarias, la biblioteca e incluso las cafeterías y bares cercanos a la universidad para llevarse detenidos a los estudiantes sospechosos. Dieciséis permanecen bajo custodia. "Desde que se declaró el estado de emergencia (en julio de 2016, tras el intento de golpe de estado), la universidad se ha llenado de agentes de paisano, pero es la primera vez que la policía irrumpe así en la universidad, como si asaltase una posición terrorista", se queja Batuhan Durmus, estudiante de la Facultad de Sociología y amigo de varios de los detenidos.

Erdogan también ha intervenido en la cuestión y el pasado fin de semana cargó contra "esos comunistas" y "traidores a la patria", a los que advirtió: "Impediremos a los jóvenes terroristas estudiar en la universidad. Porque la universidad no está para formar a terroristas, sino a una generación que sirva a la patria". Olvida el presidente turco que, a finales de la década de 1990 y principios de los 2000, cuando a los islamistas turcos se les consideraba igualmente antipatriotas, muchos encontraron cobijo en la tolerante Universidad del Bósforo. Altos dirigentes del islamista AKP, por ejemplo el exprimer ministro Ahmet Davutoglu, se formaron en ese campus. Y las estudiantes con velo islámico, a las que otras universidades cerraban las puertas, podían cursar sus carreras en el Bósforo. "Los estudiantes, desde los izquierdistas a los liberales, las protegían y se manifestaban para garantizar su derecho a la educación", recuerda Durmus: "La Universidad del Bósforo era conocida por su amplia libertad de expresión, pero esa cultura está ahora en peligro. Está siendo sustituida por la cultura de la delación, porque los estudiantes favorables al Gobierno denuncian a sus compañeros. Eso hace que uno no quiera hablar ciertas cosas en público, te intimida".

Un profesor con varios años de experiencia en el centro confirma este punto. "Hace ya tiempo que evito utilizar ciertos libros o tocar ciertos temas que puedan ser polémicos. Aunque es evidente que ahora el clima es peor, hay más tensión", asegura el académico, que pide el anonimato: "No debería temer que utilizaras mi nombre, porque esto forma parte de mi libertad de expresión, pero sé que si lo hago podría tener problemas".

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