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La sombra genial de Miguel Ángel vuelve a proyectarse sobre Florencia

Palazo Strozzi exhibe en 150 obras de la escuela de Buonarroti 'La sombra del genio'

La poderosa personalidad artística de Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) dejó su huella más profunda en Florencia, la capital del Renacimiento europeo. Por más que la figura del escultor, dibujante y pintor toscano esté ligada a la Roma de los papas, su estilo marcó sobre todo el arte florentino. Florencia paga esta deuda histórica con Miguel Ángel con una exposición en el Palacio Strozzi. La sombra del genio, recoge más de 150 obras, entre pinturas, esculturas, dibujos y diseños, de artistas florentinos -y del propio Buonarroti- realizadas entre 1537 y 1631.

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Palazzo Strozzi, inexpugnable como una fortaleza y bello como una escultura, acoge hasta el 29 de septiembre con magnificencia una exposición que se inscribe en el nuevo esfuerzo de la Región Toscana por devolverle a Florencia parte del antiguo esplendor. Ya no se trata sólo de conquistar a los infatigables turistas que hacen la ruta de la Italia inmortal desde Venecia a Roma, sino de volver a sintonizar con el pasado de una ciudad, que marcó hace 500 años las directrices artísticas y culturales del mundo occidental. Con este espíritu, los organizadores de la exposición han reunido casi 150 obras distribuidas en nueve secciones, que vienen a reconstruir el espléndido escenario florentino donde Miguel Ángel desarrolló su arte.

Hay cuadros de Jacopo Pontormo y del Bronzino, prestados por los museos americanos (la muestra viajará en otoño a dos ciudades de Estados Unidos), esculturas, dibujos, tapices, vidrios y objetos variados que demuestran hasta qué punto la Florencia de los siglos XVI y XVI fue una fábrica de artesanos y artistas de refinamiento y belleza extraordinarias. Un ejemplo de este alto nivel artístico internacionalmente reconocido es el Plano de mesa para el Duque de Osuna de la manufactura florentina, que se exhibe en la muestra, de un abigarramiento simétrico y perfecto.

Arte y diplomacia

La vida de Miguel Ángel, como los años de máximo esplendor de Florencia, está ligada a la familia Medici. Si los famosos mecenas, extraordinariamente cicateros con todo lo que no fuera propagar la propia magnificencia por la vía del arte y la diplomacia, no hubieran acogido al artista desde joven, la sombra genial de Miguel Ángel, quizás no se habría proyectado sobre la ciudad a través de los siglos. Los insuperables dibujos del maestro (basta contemplar su Cabeza de mujer con una segunda figura a la derecha), sus cuadros innovadores por el uso atrevido de los amarillos, verdes, azules, naranjas, tendrán una influencia decisiva en todos los artistas contemporáneos que pululan por la corte de los Medici.

La fascinación por Miguel Ángel hace mella profunda en Giorgio Vasari, que realizaría el proyecto de la galería de los Uffizi bajo la influencia de la Biblioteca Laurenciana del artista toscano. Y Baccio Bandinelli se inspiraría también en Miguel Ángel a la hora de realizar algunas de sus grandes obras con destino a la Plaza de la Signoria. Más tarde, su discípulo Ammannati imprimirá un toque profundamente miguelangelesco a su Fuente de Neptuno y al patio de la residencia exterior (hoy centriquísima) de los Medici, Palazzo Pitti.

Miguel Ángel fue el verdadero artífice del sello Medici. Una vez descubierto por Lorenzo el Magnífico, que lo acoge en su palacio de Via Larga hasta su muerte, en 1492, el artista se convierte en una especie de médium capaz de traducir en términos artísticos el poderío y la riqueza de la familia florentina. Años después, con Cosimo I, Miguel Ángel funda la Academia de Dibujo, y por encargo de Giovanni di Medici, convertido en papa León X, realiza una de sus grandes obras, las tumbas de la familia.

La identificación de los Medici con el artista es total. Poco importa que dé muestras de soberbia, que se deje llevar por accesos de cólera, a veces contra sus propias obras, como ocurrió con el celebrado Moisés de la iglesia romana de San Pietro in Vincoli. Los Medici le apoyan y le financian. Incluso su falta de lealtad política, cuando, en la breve etapa republicana esculpe su famoso David de la Plaza de la Signoria, para exaltar los valores ciudadanos, pasa desapercibida para la familia de mecenas. Los encargos no le faltan. Julio Medici, que le había encargado la construcción de la Biblioteca Laurenciana, le pide que se ocupe en Roma de otro gran proyecto pictórico, cuando es coronado Papa con el nombre de Clemente VII. Se trata de la gran obra pictórica del artista toscano, El juicio final. Cuando en 1534 fallece Clemente VII, Miguel Ángel encontrará en su sucesor, Julio III Farnese un nuevo mecenas, que le encargará grandes obras de arte para el Vaticano. A partir de ese momento, Miguel Ángel conquista la capital del catolicismo, que hasta entonces le había sido esquiva, entregada por completo a otro artista genial, Rafael, y a sus discípulos después.

Absorbido con los trabajos de la Corte Papal, Miguel Angel no regresará ya a Florencia. La muerte, en 1564, le sorprenderá en Roma que le ha coronado ya como el gran artista del siglo. Su influencia, sin embargo, se extenderá hasta bien entrado el siglo XVII en las obras de los grandes artistas del Manierismo como una sombra genial e innovadora.

Arriba, retrato de Maria Salviatti con el joven Cosimo I (1537); abajo, Apolo-David, 1530-1532.
Arriba, retrato de Maria Salviatti con el joven Cosimo I (1537); abajo, Apolo-David, 1530-1532.
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