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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El desencanto tejió una red

Aunque no es exacto decir que La llamada de la tribu sea la continuación de sus memorias, sí es un libro autobiográfico. Es, digámoslo así, el lado B de El pez en el agua, la faz oculta en la que no se privilegian las anécdotas sino otra cosa. Otra cosa, si cabe, aún más importante. Porque aunque a veces actuamos de manera irracional, los actos humanos suelen apoyarse en una red invisible tejida con ideas y valores. Y eso es lo que encontramos en La llamada de la tribu.Un camino intelectual. Un esfuerzo por entender y poner a prueba las ideas de los más relevantes pensadores liberales. Una reflexión sobre las influencias que han pulido la lente con la que Vargas Llosa observa el acontecer político del mundo.

Siempre me ha llamado la atención la importancia que le da Vargas Llosa a los sistemas que permiten interpretar la realidad. Su casi envidia a los creyentes viene de esta urgencia. Él, agnóstico, a falta de fe ha tenido que labrarse un horizonte interpretativo con ideas. Sartre lo llevó a militar en una célula comunista y a entusiasmarse por la Revolución Cubana. Luego vino el desencanto, y con el desencanto la necesidad de tejer una nueva red intelectual. Ese horror a la ausencia de un marco que organice el mundo no es nuevo en él. Es el drama profundo de Conversación en La Catedral. Más importante que entender en qué momento se jodió el Perú, lo importante es comprender por qué se había jodido Zavalita. Lo que anda mal en el protagonista es lo que anda mal en el Perú, y lo que anda mal en Zavalita es su imposibilidad para creer en un sistema que ordene el mundo y abra una ventana a la redención. Ni en Dios ni en el comunismo. Ni en el APRA ni en la literatura. Zavalita no cree en nada. Vive en el vacío, acrisolando la frustración como única conquista moral.

Toda la vida Vargas Llosa ha luchado por no ser Zavalita. Ha buscado algo en qué creer que insufle vigor, un proyecto que mejore y enriquezca la vida. La literatura ha cumplido esa función, sin duda, pero también las ideas. Sus últimos ensayos han sido eso, reflexiones sobre sus propios marcos intelectuales. La civilización del espectáculo defendía una noción de cultura que, alejándose del mero entretenimiento, diera herramientas críticas. Ahora, en La llamada de la tribu, hace un mapa de las ideas liberales que han promovido la democracia, la pluralidad y la libertad, combatiendo al mismo tiempo los proyectos que convierten al individuo en un simple engranaje de una entidad mayor. Sin ideas, la vida se empobrece. Aquí están las que han enriquecido la de Vargas Llosa.

Carlos Granés es ensayista colombiano. Vargas Llosa le agradece en La llamada de la tribu sus consejos.

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