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Jorge Marazu, el cantautor de la literatura vieja y las canciones luminosas

El músico da el salto a una gran discográfica y publicará después del verano su tercer álbum

Sara Navas

Las oscuras entrañas de los Estudios Reno (Madrid) contrastan con el refulgente discurso de Jorge Marazu (Ávila, 1986). Aún no ha llegado el mediodía, pero la conversación ya discurre, con una agilidad optimista, entre lo humano y lo divino. Rumbos (2016), película de Manuela Burló Moreno, también encuentra un hueco en la tertulia. En ella, a un conductor de ambulancias le preguntan: "¿Tú qué tomas para estar siempre feliz?", a lo que el personaje interpretado por Ernesto Alterio contesta rotundo: "Decisiones". Precisamente, esta misma determinación se hace notar en la actitud del músico cuando habla sobre Lumínica, su tercer disco. El primero que graba con Universal. Antes de que él mismo lo corrobore, el salto entre Escandinavia (2015) y Lumínica (2017) es evidente. Algo ha cambiado en el universo de Jorge Marazu. Del valor para tomar decisiones y actuar en consecuencia nace un trabajo que se publicará después de verano, pero que antes presentará en el Teatro Real de Madrid el 25 de julio.

Al contrario que Escandinavia, disco que sonaba a constante despedida, Lumínica es todo lo que su nombre indica: un momento lleno de luz. Canciones que muestran que la posibilidad de volver a empezar está ahí. “Es un cambio de fase que me ha traído muchas cosas positivas. Me he rodeado de gente que me aporta luz y yo he intentado hacer lo mismo: estar tranquilo y disfrutar. Ha sido un reto en todos los sentidos. No sabía qué tipo de disco quería hacer, pero sí tenía claro que quería que tuviera fuerza, que reflejara el momento que estaba viviendo”, explica el músico.

Rufus Wainwright, León Larregui, Natalia Lafourcade, Nino Bravo o Enrique Urquijo han influido en las composiciones del abulense. Fue escuchando a este último cuando tuvo claro, hace más de 15 años, que quería dedicarse a la música: “Con Urquijo tuve la revelación y empecé a escribir una canción todos los días. Ahora tardo meses en terminar una”. Tan seguro estaba que no dudó en colgar las botas, siendo portero del Ávila Club de Fútbol, en un momento en el que este deporte le sonreía. “Tenía muy claro lo que quería. Fue una de las decisiones más sencillas que he tomado”.

Quizá, que su padre fuera un cantante de orquesta de toda la vida, y que de su casa emanara música constantemente, ayudó a que Marazu sintiera que era músico mucho antes de subirse a un escenario. Empezó estudiando trompeta en el conservatorio y acabó tocando la guitarra de forma autodidacta. Pasó de reescribir canciones de Sabina a componer las suyas propias. “Al principio, ni siquiera pensaba que yo pudiera cantar en un concierto mío las cosas que escribía”, asegura el músico, que ha hecho canciones para artistas como Raphael o Pasión Vega.

El abulense tiene la agradable capacidad de restarle importancia a una profesión que tiende a obnubilar a propios y extraños. “No nos merecemos el cielo, no inventamos vacunas. Existen Mozart, Chopin… Lo demás hacemos temas de tres minutos con buenas sensaciones, pero ya está. Lo importante es tener buen corazón, más que hacer buenas canciones”. Cuando está en Ávila con su gente de toda la vida, a la que le importa poco su proyecto, Jorge Marazu es solo Jorge. “Al final del día, lo que quiero es que los míos me cuenten qué tal les ha ido el curro”. Y vivir en Madrid, algo que ya ha intentado, no es una opción: “Yo vengo del campo y los tractores, me he criado entre trigo y centeno. Machado habla todo el rato de eso. Por eso me gusta mucho la literatura vieja y los poetas viejos. También soy muy de Delibes. Mis influencias son muy arcaicas. Me siento más cerca de eso que de los Rolling”.

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Sobre la firma

Sara Navas
Redactora de ICON desde 2016, año en que llegó a EL PAÍS. Es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid y ha escrito el libro ‘La monarquía al desnudo. Del rey que nació en un retrete al soberano playboy’.

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