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Salvador Dalí, el ADN y el cuerno de rinoceronte

El artista era un apasionado de la ciencia y estaba al día de los últimos avances de investigación

José Ángel Montañés
Dalí frente a una cabeza de rinoceronte disecada, en un programa de la televisión CBS, en 1956.
Dalí frente a una cabeza de rinoceronte disecada, en un programa de la televisión CBS, en 1956.Philippe Halsman

Galacidalacidexosiribonucleicacid. No son erratas, es un guiño al ADN con el que Salvador Dalí tituló uno de sus cuadros, el que dedicó, en 1963, a James Watson y Francis Crick, los científicos que descubrieron la doble hélice, a la que el pintor consagró numerosas obras. Dalí sentía obsesión por la estructura del ADN, una molécula que está a punto de sacarle de su tumba. Pilar Abel, una mujer de Figueres, de 61 años, afirma que el artista era su padre, y una juez ha ordenado exhumar el cadáver, embalsamado en el Teatro Museo Dalí de Figueres, para extraerle material genético y determinar si el gran masturbador tuvo alguna relación sexual que acabara en embarazo. Abel está citada el día 11, martes, para extraerle una muestra de ADN en el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, de Madrid.

A Watson y Crick les habían dado el Nobel de Medicina un año antes por aquel descubrimiento, una curiosa hélice doble en la que Dalí veía la obra de Dios. No es una mala metáfora, en esa estructura biológica radica el secreto de la vida y no hay que pensar que el genio llegó a ella por casualidad: a Dalí le apasionaba la ciencia. Deseaba conocer los últimos avances científicos, de los que tenía noticia a través de la correspondencia y encuentros con investigadores; estaba suscrito a publicaciones especializadas. En su biblioteca de Portlligat (Girona) atesoraba más de un centenar de libros sobre diversas materias, llenos de comentarios en los márgenes. Su obra pictórica no podía escapar a esta obsesión. Ni su excentricidad. Si pasó largo tiempo pintando un rinoceronte en un zoo o se fotografió con el animal, también había en ello una atracción científica. Veía en el cuerno de la bestia una curva logarítmica perfecta.

Cuenta Pilar Abel que un día su abuela paterna le confesó la verdad sobre su paternidad. Ella no era su nieta, puesto que el padre había sido Dalí (Figueres, 1904-1989). Aun así le aseguró que contaba con todo su cariño. Pero cuando las cosas se ponían farrucas, la abuela le espetaba: “Eres rara como tu padre”.

¿Qué veía en aquella doble hélice? Era para él “la clave de la inmortalidad”, decía. La curiosa figura no solo aparece en esa obra de nombre imposible; también la plasmó en El paisaje de la mariposa y Árabes acidodesoxirribonucleicos, en las que reflejó unas figuras redondeadas que conforman una composición helicoidal; asimismo aparece en La estructura del ADN, donde pintó unas estructuras moleculares a base de esferas y líneas. Incluso hay quien ve en La batalla de Tetuán una referencia a la dichosa figura geométrica. Tal fue la obsesión que algunos especialistas han establecido el llamado periodo del ADN para encuadrar estas obras.

'Galacidalacidesoxiribunucleicacid', de Dalí.
'Galacidalacidesoxiribunucleicacid', de Dalí.

La orden de la juez María del Mar Crespo, del juzgado de Instrucción número 11 de Madrid, de sacar el cadáver no es algo que llene de alegría a la Fundación Gala-Salvador Dalí ni a los abogados del Estado, herederos del artista. “No nos oponemos a que se realicen las pruebas de paternidad, pero existen otras posibilidades de extraer material genético antes de exhumar”, aseguran desde el centro que vela por el patrimonio del pintor. Pero no desvelan el recurso que presentaron a finales de junio contra la exhumación. Dejan entrever que les parece más lógico que primero se compare el ADN de la demandante con sus familiares vivos más próximos, por ejemplo sus hermanos. “Estamos a la espera de si la jueza admite nuestras peticiones o sigue adelante con la exhumación”.

A nadie se le ha escapado la atmósfera surrealista que envuelve la reclamación de esta mujer, que años atrás ejerció como pitonisa en televisión. Los que conocieron a Dalí o han estudiado su biografía se llevan las manos a la cabeza. No era hombre de relaciones sexuales que dieran como fruto un hijo, dicen. A ellos se suma el mediático peluquero Lluis Llongueras, que peinó durante años el cabello del genio y atusó uno de los bigotes más conocidos del mundo. Llongueras asegura que conserva pelos de aquel mostacho y los ofrece para la extracción de ADN. Narcís Bardalet, el forense que embalsamó a Dalí, asegura que ese ofrecimiento de nada sirve. “No está garantizada la cadena de custodia” para poder obtener un material genético puro, que no haya sido manipulado. No va a ser fácil conseguirlo porque el cuerpo está embalsamado, pero tampoco es imposible.

Era bien conocido que el único placer sexual lo obtenía mirando y masturbándose, pero no tocaba, ni a sus modelos ni quizá a su mujer, Gala, que tuvo sus amantes. Pilar Abel afirma que el genio mantuvo “una relación clandestina con su madre” en 1955, cuando él tenía 51 años y la mujer, empleada en un par de casas de adinerados amigos del pintor, 25. Parece difícil, pero no imposible.

En 1955, el año del supuesto embarazo, Dalí viajó a París para hacer una versión de un cuadro de Vermeer del Louvre, pero también pintó un rinoceronte en el zoo. El cuerno del animal guardaba a sus ojos “las más divinas proporciones de la naturaleza, el trazo de Dios”. Ese cuerno simbolizaba para él la castidad, otra de sus obsesiones. Sobre la ciencia dio cumplida cuenta en sus cuadros. En el que dedicó a Watson y Crick aparece Gala y le dio un título “largo como la persistencia genética de la memoria humana, la única estructura que une al hombre con Dios”, escribió Dalí cuando presentó la obra en Nueva York.

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José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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