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Crítica | Cartas de la guerra
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

A la altura del gran Lobo

La película traduce en blanco y negro el universo del escritor portugués

Carlos Boyero

CARTAS DE LA GUERRA

Director: Ivo M. Ferreira.

Intérpretes: Miguel Nunes, Margarida Vila-Nova, Ricardo Pereira.

Género: drama, Portugal, 2016.

Duración: 105 minutos.

La primera novela que leí de William Faulkner fue ¡Absalón, Absalón! Me pareció deslumbrante, pero también me costó trabajo llegar al final. Al revés que con el intocable Ulises, de James Joyce, en la que me resultan insoportables las andanzas por Dublín durante un día de Leopold Bloom, pero puedo releer muchas veces con idéntica fascinación el final del libro, con el monólogo torrencial de su esposa Molly. Lamentablemente, llegué tarde a un escritor portugués e inmenso llamado António Lobo Antunes. A principios del nuevo siglo. Hasta entonces leía a Pessoa (¿Existe un poeta tan conmovedor como él? ¿Ha logrado alguien hablar mejor que él de la desolación y de la derrota íntima con mejores versos que este pavo enamorado de la absenta?) y a Saramago (este y Lobo Antunes no se caían demasiado bien, normal), del que me enamoró su novela El año de la muerte de Ricardo Reis, pero del que me cansé progresivamente, sobre todo de estar de acuerdo en sus opiniones políticas. Y, de acuerdo, Saramago poseía talento, aunque Antunes es otra cosa; es genial.

La persona que me alentó a leerle volvía rota en mi compañía de un viaje fuera de España. Acababa de divorciarse y su pequeño hijo se trasladaba con la madre a vivir a una ciudad lejana. No podía ni hablar, pero llevaba El culo del mundo de Antunes. Se introdujo en ella durante varias horas. Cuando aterrizamos, le comenté: “No estás perdido del todo si todavía puedes leer y concentrarte con pasión en algo”.

El culo del mundo y Cartas de la guerra. Correspondencia desde Angola narran la brutal experiencia, con una sensibilidad excepcional como la de Lobo Antunes, de los años que pasó en la guerra colonial en Angola. Ejerciendo de médico en medio del infierno, enviando continuas, desesperanzadas, esperanzadas, líricas y maravillosas cartas a su embarazada esposa.

¿Y cómo traducir a imágenes esa hipnótica literatura? Con amor y perfecto entendimiento hacia el universo del autor, con una estética tan potente como veraz, con un blanco y negro magnífico que jamás quiere ser preciosista (incluyo el amanecer del plano final), con la emocionante voz en off de la esposa leyendo los textos que le escribe su angustiado marido (así empieza el momento más conmovedor de esta hermosa película: “Tú eres mi cocaína, mi opio”). El director Ivo M. Ferreira adapta a Lobo con personalidad propia, inteligencia y poesía. Habla del abatimiento, del amor ausente, del miedo, de la supervivencia, del caos, de la barbarie, de la piedad. Esta noche volveré a leer uno de los relatos más conmovedores de este escritor irremplazable. Se titula El fin del mundo: “Me siento en el patio de la parte trasera hasta que se hace de noche y les doy maíz a las gallinas, les doy maíz a las gallinas, les doy maíz a las gallinas”. Y cómo no estar de acuerdo con su certidumbre en una entrevista que le hizo este periódico: “Nadie escribe como yo. Tampoco yo”.

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