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TIPO DE LETRA
Columna
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Los amores difíciles

Hay relaciones que no se pueden contar desde un solo punto de vista. Ni con un solo libro

Javier Rodríguez Marcos
Monique Lange y Juan Goytisolo en 1964.
Monique Lange y Juan Goytisolo en 1964.Asun Carandell (Album)

Hay historias de amor difíciles de contar desde un solo punto de vista. De esa dificultad nació una obra maestra como Climas (Debolsillo), la novela en la que André Maurois relató en 1929 la historia de una separación dando voz a cada miembro de una pareja para que el lector juzgue. O para que no juzgue. Similar mecanismo utilizó en Adversarios admirables (Anagrama, 1996), la española Olga Guirao, una autora cuya discreción contrasta con el ego promocional de la mayoría de sus colegas.

Hay historias de amor tan difíciles de contar desde una sola perspectiva que necesitan no ya dos puntos de vista distintos sino dos voces distintas. Fue el caso de Monique Lange y Juan Goytisolo. Uno de los capítulos más descarnados de En los reinos de taifa, segundo tomo de las memorias del novelista barcelonés, se cierra con una carta de los años sesenta en la que él, con 34 años, reafirma su pasión por ella y le confiesa su homosexualidad: “No he estado nunca tan cerca de nadie como de ti. Ni he ido más lejos en el amor que contigo”, le escribe sin ocultar otro sentimiento: “La castidad con mi sexo me ahoga”. Goytisolo estaba de viaje en la URSS; Lange, en París. “Me angustia tu reacción y secretamente la deseo”, prosigue. “Sé que destruyo mi dicha de estar junto a ti y la tuya de estar junto a mí, que siento tan fuerte. He comenzado la carta muchas veces con el ánimo encogido. Hago preces por que no la tomes por una ruptura, aunque no puedo hacer nada contra esta”. Líneas más abajo, concluye: “Te espero el día 10 en Moscú con todo el amor y espero a Carole [la hija de Lange]. Te besa fuerte…”

Se habían conocido en 1955 en la sede de Gallimard y meses después vivían juntos. Biógrafa de Jean Cocteau y Edith Piaf y autora de libros como Los plátanos o Los cuadernos rotos, Monique Lange publicó en 1982 su obra más famosa, Casetas de baño, reeditada recientemente por El Taller del Libro en traducción de Antonio Albors Fonda y Dominique Bernis. Con un laconismo herido que recuerda a Marguerite Duras, la novela cuenta la temporada de una mujer sola en un pueblo de la costa bretona. Allí repasa su convivencia con un escritor exiliado de la España franquista que “ha resuelto sexualmente sus problemas políticos”, es decir, manteniendo relaciones con hombres no educados en el sentimiento cristiano de culpa. En un momento de sus cavilaciones, la narradora recuerda una carta en la que él le revela “todo lo que ella nunca quiso adivinar y que la fulminó”.

Aquella misiva, nos cuenta Goytisolo en sus memorias, recibió desde París respuesta por telegrama: “Semana inhumana pero te quiero”. Se casaron 14 años después de aquella crisis y estuvieron, a su manera, juntos hasta el final. Lange murió en 1996 y para despedirla, él escribió en este periódico un texto fragmentario titulado “Ella”. Juan Goytisolo falleció el domingo pasado en su casa de la medina de Marrakech, en la calleja ocre-rosada donde vivía desde la muerte de su mujer. Una de las primeras cosas que se veía al entrar era una preciosa foto de ella. Sonriente.

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Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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