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El difícil equilibrio de las patas cojas

El artista Eduardo Arroyo expone en PhotoEspaña sus instantáneas de gente sobre un solo pie

Juan Cruz
Pareja besándose. No hay datos del autor.
Pareja besándose. No hay datos del autor.

Eduardo Arroyo es como un intelectual bohemio de entreguerras; asustado por la mediocridad que ambientó los peores años de la España de Franco, vivió en París aún aquella atmósfera de incertidumbre que dejó la guerra mundial en Europa y se dedicó a oficios múltiples, entre los cuales, cohabitando con la pintura, estuvieron, por ejemplo, el boxeo y el coleccionismo. Elevó el boxeo a obra de arte, lo pintó y lo practicó. Y el coleccionismo fue, y es, una pasión que no cesa. Una muestra de esa búsqueda de objetos que sin su ojo hubieran sido carne de basurero son las fotografías que, con paciencia inteligente, fue recopilando sobre un asunto en concreto: gente a la pata coja. PhotoEspaña y La Fábrica le han dado la oportunidad de exponer esas rarezas, que ya se ven en el Museo Lázaro Galdiano (Serrano, 122, Madrid).

Y aparte de todo eso, Eduardo Arroyo, que acaba de cumplir ochenta años, es periodista de formación y de actitud. Esas instantáneas (“tomadas en un instante, cuando la pata no se decide a subir, o a bajar”, dice) son un ejercicio, por autor interpuesto, propio de ese otro oficio que no tiene ni mucho menos olvidado. “Un periodista es para siempre”. Las 92 fotos ajenas, hechas propias en cierto modo, reflejan a hombres o mujeres, famosos o anónimos, y representan la experiencia de lo cotidiano. “Son gente sorprendida subiendo o bajando la pata. Lo que hacemos cada día, lo que alimenta nuestro equilibrio”. Franz Kafka decía que levantarse es el momento más arriesgado del día. “No lo sabía: pero es así, y ese riesgo, ese desequilibrio se parece a la vida”.

Bailarín de ballet (1990).
Bailarín de ballet (1990).Jean Pierre Maurain

Arroyo ve en estas instantáneas “un universo en el que cabe todo: un relato, un poema, una novela, un instante”. Él ha hecho de todo, como hemos dicho, menos fotografía. Pero en sus cuadros ha usado instantáneas, rostros. “Los he rescatado del anonimato, en muchos casos, y representan, en cierto modo la decadencia de las familias, los despojos, lo que no se quiere guardar y se deja fuera del baúl”. No es el único objeto de su manía de coleccionista: colecciona también reportajes sobre suicidios, crónicas de boxeo… “Me gusta la acumulación, ese desorden que muestra todo lo amontonado”. Y sí, se siente de entreguerras, “parte de esas vanguardias que nacieron de la incertidumbre y que de algún modo siguen vigentes”.

Las Instrucciones para subir una escalera de Julio Cortázar son un monumento literario que se complementa con esta exposición de hallazgo a la pata coja de Eduardo Arroyo. “Y es que aunque parezca un gesto espontáneo, ese difícil equilibrio a que obliga el pie requiere de instrucciones, no te creas. ¡Imagina el riesgo de estar siempre alzado sobre un solo pie!” El pie, además, es tan decisivo que forma parte de los refranes sobre el azar y el riesgo: “se levantó con el pie derecho, se levantó con el pie izquierdo”.

La pata coja, en definitiva, “es una parábola de la vida, que aquí representan seres desesperados o alegres, que son inmortalizados haciendo aquello que no esperas que jamás sea noticia: andar a la pata coja”.

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