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Crítica | 'Rosalie Blum'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La pasión de observar al otro

Existencias marginales, grisáceas, sin aparente interés, que acaban revelándose como objeto del más fascinante de los espionajes

Tráiler de 'Rosalie Blum'
Javier Ocaña

ROSALIE BLUM

Dirección: Julian Rappeneau.

Intérpretes: Noémie Lvovsky, Kyan Khojandi, Alice Isaaz, Anémone.

Género: comedia. Francia, 2015.

Duración: 95 minutos.

La traslación de las obras literarias al cine no siempre puede realizarse encajando piezas como en un puzle, simplemente traduciendo ideas, relato y prosa a lenguaje cinematográfico. No pocas veces hay que voltear el engranaje general, podar y hasta inventar, para así seguir siendo fiel al espíritu aunque sea traicionando la letra, Y, sin embargo, en contadas ocasiones, la lógica, la sencillez y la fidelidad otorgan sentido a una adaptación. Como la que ha compuesto el director y guionista Julian Rappeneau en Rosalie Blum, basada en la reputada trilogía de novelas gráficas de Camille Jourdy.

Si Jourdy había completado tres tomos de un relato sobre la soledad y el deseo, sobre la placidez buscada y el misterio encontrado, absolutamente personal, ambientado en un aburrido pueblo (o ciudad pequeña) cualquiera, cada uno con un protagonista, y donde las acciones de los tres personajes se iban cruzando, Rappeneau ha hecho lo mismo, dividiendo su película en tres segmentos. Así, la preciosa estructura, tres roles, mismos momentos experimentados, cada uno desde un punto de vista, sin repetir demasiado, utilizando las elipsis cinematográficas para evitar la reiteración, aunque sin perder el paso de cada una de las acciones, confluyen en un relato unitario y sentido sobre el desamparo y el encuentro con lo desconocido. Sobre todo porque cada nueva visión trasciende la individual para adentrarse en la colectiva, en las de los otros dos, no solo completándolas sino también multiplicándolas, con matices y aspectos nuevos no observados en su tratamiento particular.

Con una elegante puesta en escena de Rappeneau, hijo de Jean-Paul, el veterano director de Cyrano de Bergerac y El húsar en el tejado, Rosalie Blum contiene también una notable banda sonora del otro hermano, Vincent Rappeneau, y una hermosa colección de canciones de acompañamiento. Y nada gratuitas, donde todo encaja, incluso las letras, con Get me away from here, I'm dying, de Belle & Sebastian, y Hey, It's Ok, de Lilly Wood and The Prick, como muestras señeras. El tedio pueblerino, la bendita soledad de cada uno, a veces elegida, otras impuesta, y el empeño de los de alrededor por impulsar lo colectivo, aunque sea para hacer el ridículo, se aúnan en una película que, poco a poco, se va adentrando en la observación del otro, del desconocido, como pura pasión, incluso como refugio.

Rosalie Blum, de apariencia pequeña y fondo exquisito, excéntrica con los pies en el suelo, descubre así tres existencias marginales, grisáceas, sin aparente interés, pero que acaban revelándose como objeto del más fascinante de los espionajes y contraespionajes.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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