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AKI KAURISMÄKI | Cineasta

“Somos los parias de la tierra porque no lo sabemos”

El director finlandés vuleve a sacar su genio para relatar el drama de un refugiado sirio con humor surrealista en su última película 'El otro lado de la esperanza'

Ferran Bono
El director Aki Kaurismaki, en Vigo.
El director Aki Kaurismaki, en Vigo.OSCAR CORRAL (EL PAÍS)

¿Cómo no darse importancia cuando se tiene que hablar de uno mismo o atender a cuestiones sobre la condición humana o la injusticia en el mundo, por ejemplo? Pues con mucho humor. Es la manera que tiene Aki Kaurismäki de afrontar los dramas de sus películas y también las inevitables entrevistas para promocionarlas. Pero, si bien en su cine opta por la máxima contención, en la charla se deja llevar por una idea o una ocurrencia hasta el absurdo. Eso sí, tanto sus personajes como él gesticulan lo mismo, es decir, nada. De modo que cuando el director finlandés empieza a explicar por qué puebla todas sus películas de perdedores, de desheredados de la sociedad de consumo, como el refugiado sirio o el vendedor de camisas reconvertido que protagonizan su última película, El otro lado de la esperanza, acaba comentando que el cineasta danés Lars von Trier se pasea desnudo por Copenhague.

Entremedias, contesta que cuenta lo que ve con sus ojos: “Y suelo ver la falta de honestidad y la deshonestidad no la aguanto. Además, la gente rica es aburrida. Cómo vas a escribir diálogos de esa gente, preocupada por ‘qué nos vamos a poner esta noche para salir’. Si solo tienes un par de pantalones, no es problema. Y si no tienes ni uno, menos aún, aunque si has de aparecer en público sí se plantearía el problema. Porque el sistema automáticamente reaccionará ante la falta de pantalones. Eso es una señal de la sociedad civilizada: hay que llevar pantalones. Excepto en Dinamarca, claro”. ¿Por qué? “Porque es la cuna del nudismo. Von Trier solo se pone pantalones cuando sale al extranjero”.

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Solo una leve mueca permite atisbar el efecto cómico que le produce el razonamiento al propio Kaurismäki (Orimattila, Finlandia, 1957). Más expresivo resulta cuando saborea el vino blanco que le acompaña en la terraza de un hotel en Vigo con vistas a la ría y a las islas Cíes, donde, el pasado jueves, tuvo lugar el encuentro. El día anterior, un cine de la ciudad portuaria gallega proyectó su nuevo filme, con el que ganó el Oso de Plata al Mejor Director del pasado festival de Berlín y que se estrena en España el próximo viernes. Entre el público, mucha gente joven.

¿Cuál es el secreto de la conexión de este prestigioso creador, que lleva 35 años haciendo cine, no precisamente para las masas, con los espectadores más jóvenes? “Porque están vivos todavía. En Finlandia mi público normalmente está formado por mujeres muy civilizadas de más de 60 años, que ya han leído muchos libros, y algunos jóvenes, pero no hay nada en el medio. La cultura finesa depende solo de las señoras mayores, que son las que van al teatro, al cine, escuchan música… Y sin embargo, no se las respeta”. ¿Por qué un joven escritor del otro lado del mundo, como el colombiano Andrés Felipe Solano, afirma que se conformaría con parecerse sólo “un 1% a Aki Kaurismäki”? “Me cambio con él ahora mismo. Igual parece romántico el tipo de vida que llevo, pero no lo es. Un perro callejero, que es lo que soy, es muy romántico, pero solo recibe patadas. Bueno, yo las devuelvo... Aunque estoy pensando que los perros no dan patadas, los caballos sí… Y las mulas”.

Esto último lo dice en portugués. Desde hace más de 25 años, el realizador de películas como Contraté un asesino a sueldo o Un hombre sin pasado (Gran Premio del Jurado de Cannes y nominada al Oscar a la mejor película en lengua extranjera en 2003), vive en el norte de Oporto. Desde allí se desplazó hace siete años a la ciudad francesa que da nombre a su anterior película Le Havre (una obra maestra de su depurado, lacónico y humanista estilo, para parte de la crítica) y hace uno volvió a Helsinki para filmar El otro lado de la esperanza, segundo título de una trilogía sobre la inmigración y los refugiados. Si en aquella era un chaval africano el que aparecía por la ciudad portuaria francesa y era acogido amistosamente por un limpiador de zapatos, ahora es un joven sirio el que llega a la capital finlandesa en busca de su hermana y de asilo y recibe la ayuda de un tipo que cambia de vida y abre un restaurante, sin mucho éxito. Si en aquella había aunque breve un rayo de esperanza, esta es más sombría.

Esconder el pesimismo

¿Qué ha pasado en este tiempo? “Le Havre era de 2010 y la guerra de Siria empezó en la primavera del 2011. Después, la situación de todos los refugiados y la reacción de Europa han sido tan tristes y desesperantes… Intenté esconder el pesimismo con partes cómicas”.

“Más que los refugiados, somos nosotros los parias de la tierra, porque no lo sabemos”, añade el cineasta en inglés. “Y está fatal morir siendo idiotas, incluso un perro callejero tiene más orgullo”. Cuando Kaurismäki escucha en español la palabra orgullo la confunde con otra, sonríe por primera vez y pregunta en un esforzado castellano: ¿Orujo de hierbas? Oh sí...”.

Vuelve sobre su copa de vino —“siempre blanco, los bebedores de tinto son muy filosóficos, yo no”, apostilla—, y emplea de nuevo un símil perruno ahora para referirse a su colega Jim Jarmusch, con quien comparte buena parte de su visión del cine y de la vida. “Yo le copio y él me copia y al final nadie copia a nadie. Somos muy viejos amigos. Incluso dos de nuestras primeras películas se llamaban de manera parecida [Extraños en el paraíso, de Jarmush, y Sombras en el paraíso] por casualidad, o también porque un perro siempre reconoce a otro perro”.

Admirador de Chaplin, ateo como Buñuel

Cuenta el finlandés Aki Kaurismäki que eligió hace más de 25 años la población de Viana do Castelo, cerca de Oporto, para vivir por su luz, porque al extender un mapa de Portugal “no había ninguna sombrilla” de zona playera allí y porque estaba seguro “de que no iba a escuchar ni una palabra de finés —“y eso que es muy bonito pero lo escuché mucho”—. Su país, sin embargo, suele ser la envidia por su nivel educativo y de vida... “Lo resumo rápidamente: Finlandia es un cementerio”, interrumpe el cineasta. Amante del cine de Chaplin, ateo “como Buñuel”, su primera productora, Ville Alpha homenajeaba a un filme de Godard, al igual que Tarantino con la suya, A Band Apart: “Si los escritores rusos nacieron bajo la chaqueta de Gogol, los cineastas sobre todo de los cincuenta lo hicimos bajo la chaqueta de Godard”.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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