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Crítica | Yo no soy Madame Bovary
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una mujer descasada

Xiaogang juega con los formatos, siempre al servicio de una historia tan poderosa que trasciende el distanciamiento que alientan sus formas

Fotograma de 'Yo no soy Madame Bovary'.

YO NO SOY MADAME BOVARY

Dirección: Feng Xiaogang.

Intérpretes: Fan Bingbing, Fan Wei, Dong Chengpeng, Guo Tao.

Género: drama. China, 2016

Duración: 128 minutos.

De entre las muchas decisiones de riesgo que toma Feng Xiaogang en Yo no soy Madame Bovary, Concha de Oro y premio a la mejor actriz en el pasado festival de San Sebastián, la más discutible es la de sustituir para su difusión internacional el nombre de Pan Jin Lian del título original –y de la novela de Liu Zhenyun en que se basa-, por el del personaje flaubertiano. Pan Jian Lian era la protagonista de una novela china del siglo XVI, cuyo deseo adúltero desembocaba en tragedia. Desde entonces, su nombre ha venido usándose en ese contexto cultural como sinónimo de mujer adúltera y, también, como letra escarlata utilizada para sancionar conductas femeninas que una determinada comunidad considera amorales. Solo a partir de una nueva versión teatral de la historia a finales de los años 20 se reivindicó a Pan Jin Lian como agente cuestionador del dominio patriarcal. Madame Bovary carga con otros matices que conviene poner en cuarentena ante esta película para que no actúen como indeseada interferencia de una mirada occidental.

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Cartelera y estrenos de cine | 10 de marzo

Tras burlar a la administración con un falso divorcio planeado para obtener un nuevo piso, la protagonista es abandonada por su pareja en una tierra de nadie social que la condena a cargar con el estigma de la mujer infiel. Su obcecada batalla con la burocracia para recuperar su dignidad sostiene una incisiva sátira sobre una kafkiana realidad administrativa que es, a su vez, grito feminista y, finalmente, conmovedor melodrama. Xiaogang juega con los formatos –planos circulares evocadores de cierta pintura tradicional china y buenos aliados del fuera de campo, tomas en 1.0:1 para las escenas ambientadas en Pekín, ancho panorámico para el desbordamiento final-, propiciando elegantes transiciones entre ellos, siempre al servicio de una historia tan poderosa que trasciende el distanciamiento que alientan sus formas.

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