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Entrevista | Patrick Stewart

“He sangrado a través de mis personajes”

El actor interpreta por última vez al profesor Xavier de los X-Men en 'Logan' El británico habla de los refugiados, de su padre y analiza lo mejor y lo peor del cine

Patrick Stewart, en Taipei, el 28 de febrero.Vídeo: RITCHIE B. TONGO
Tommaso Koch

Todas las películas acaban. Fin, títulos de crédito. Aunque con ellas, a veces, termina algo más. Sentado junto a Hugh Jackman, Patrick Stewart disfrutaba de su filme Logan en el festival de Berlín. Durante los minutos finales, su compañero le agarró la mano. Stewart le miró y vio que se le caía una lágrima. Así el australiano se despedía de Lobezno, el más célebre de los X-Men, al que interpretó por primera vez hace 17 años. Pero, de pronto, Stewart se dio cuenta de que él también estaba llorando. Y esa noche le confesó a Jackman que seguiría su ejemplo y dejaría el rol del profesor Xavier. “Por primera vez vi claro que no habría una manera más perfecta de decir adiós”, asegura el actor (Mirfield, 1940) en Madrid, para promocionar el estreno hoy de Logan.

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Así que la tercera entrega del superhéroe con garras es la última. Y la vencida, a juzgar por las críticas: Forbes hasta sugiere que merecería ser el primer filme del género que opte al Oscar a la mejor película. ¿Exagerado? Probablemente. Aunque lo cierto es que Logan ofrece un relato sucio, adulto y actualísimo, donde los héroes se hunden en la depresión, la humillación y el alcoholismo, casi inédito para los personajes Marvel en la gran pantalla. Puro realismo mutante.

“Los filmes de los X-Men siempre han sido serios. Pero las circunstancias sociales y políticas han envuelto a esta película. Alude a los prejuicios contra lo distinto o a las miles de personas que están en peligro, en el lado equivocado de una frontera que tratan de cruzar”, defiende Stewart. Y Logan habla también de Trump. Como destaca el actor, socialista convencido, los buenos del filme malviven en México, pisan EE UU, pero tratan de huir hacia un lugar que parece ser Canadá, porque solo allí estarán seguros. Y Stewart aprovecha para celebrar la pancarta con la frase “Welcome Refugees” que cuelga del Ayuntamiento de Madrid: “Nunca había visto nada parecido en un edificio oficial”.

“Lo mejor del cine es que te mete en la piel de otros. Ves el mundo a través de ojos ajenos, y eso te da una compresión más profunda de las personas, de por qué son como son, incluso una empatía hacia gente con las que tal vez no la tendrías”, agrega Stewart. ¿Y qué es, en cambio, lo peor? “Cuando lo que se muestra es deshonesto o falso, hecho deliberadamente para engañar. Es raro, pero ocurre”.

Sobra decir que, según él, Logan es todo lo contrario. Como prueba de su libertad creativa, el filme luce una “R”. Es decir, el sello que EE UU asigna a los filmes no recomendados a menores de 17. Normalmente, las películas de superhéroes tratan de evitarlo como la peste, porque puede reducir su público. Hasta que Deadpool prefirió quedarse su violencia y palabrotas, a costa de la R, y arrasó. Logan también muestra ríos de sangre para ser fiel a sí misma. “Ha habido preocupaciones sobre todo por la violencia que lleva a cabo una niña de 12 años. Lo entiendo. Pero en el filme aprende otra manera de vivir y reaccionar ante el mundo”, afirma Stewart. Y destaca la secuencia íntima de una cena familiar que considera el punto de inflexión de Logan.

Para Stewart, la familia debe de evocar recuerdos difíciles. Su padre, el sargento Alfred Stewart, le enseñó a luchar por sus ideas y la pasión por la narrativa. Era, sin embargo, un hombre temido, en casa y en el ejército. Vio el horror de la Segunda Guerra Mundial, y se llevó de vuelta el infierno a casa: pegaba a su esposa y se alcoholizaba los fines de semana. Stewart se pasó años en terapia para lidiar con ese legado. “Sigo pensando en ello, pero lo llevo mejor, gracias a una compresión más profunda de quién era. Sufría estrés postraumático y nunca se recuperó, ni recibió ninguna ayuda. En esa época, el tratamiento consistía en decirte: ‘Reconponte y actúa como un hombre”.

Él ha actuado literalmente como decenas de hombres. Despedirse ahora del telépata Xavier le apena, pero Stewart está acostumbrado a los adiós. Tras mucho teatro y muchísimo Shakespeare, en 1987 la saga de Star Trek llamó al que entonces el LA Times definió como “un desconocido actor británico” a interpretar al capitán Jean-Luc Picard. Cuando, años después, dejó ese papel, ya formaba parte de él y le había hecho famoso. “Nos mezclamos, no se podía discernir donde empezaba uno y terminaba el otro”, recuerda. “No ocurre siempre, pero en mi carrera he dejado cada vez más que mi yo conformara a mis personajes, he sangrado a través de ellos”, añade Stewart.

El rol más duro, en ese sentido, es fácil de adivinar: Stewart fue Macbeth durante un año seguido. “Decir sus frases y creértelas te llega. Sufrí depresión, no me podía dormir, ni levantarme porque bebía demasiado. Lo que es esquizofrénico de ser actor es que al acercarse la función me empezaba a sentir mejor. Y cuando me disfrazaba y me maquillaban ya estaba estupendamente. A veces la nuestra es una profesión muy jodida”. La de héroe, también. Y si no, que le pregunten a Logan.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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