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‘IN MEMORIAM’ | Neus Espresate

Pilar de la edición en México

Junto con su padre y sus hermanos, fundó la editorial ERA, de la que salieron muchos de los que hoy conforman parte de la cultura de América Latina

Elena Poniatowska
Neus Espresate, editora mexicana.
Neus Espresate, editora mexicana.

Nacida en Canfranc (España), el 5 de enero de 1934, Neus Espresate, de orígenes catalanes, fue una gran editora mexicana. En 1960 fundó con su padre, Tomás Espresate, y sus hermanos Jordi y Enrique, en la calle de Aniceto Ortega en México, la editorial ERA que responde a los tres apellidos de los editores: Espresate, Rojo y Azorín.

Bajo la bandera republicana y en medio de cantos rojos entonados con un gran vigor rojo, flores rojas, claveles y rosas rojas, Neus murió este 21 de febrero de 2017 y fue velada por sus amigos, amorosos militantes, en la ciudad de México.

Publicó a autores de izquierda: a Lukács, Gramsci, Rosa Luxemburgo, Friedrich Katz, Enrique Semo, André Gunder Frank, Michel Gutelman, Enrique Florescano y a los más jóvenes. El primero de ellos, Fernando Benítez, que nació con paraguas, bigote canoso, pelo blanco y su fe puesta en la chamana de los hongos alucinantes, María Sabina. Luego siguieron Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Sergio Pitol, Augusto Monterroso, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco y a una joven autora que se indignó por el maltrato a las mujeres de Chiapas, Guiomar Rovira, que en pleno zapatismo escribió Mujeres de maíz.

Ningún editor se ha comprometido con la izquierda como Neus Espresate, ninguno ha seguido con más pasión los acontecimientos sociales de México, ninguno ha publicado lo que otras editoriales no se atrevían. Si los estudiantes de México tienen un acervo del pensamiento de izquierda es gracias a ella. También la editorial Siglo XXI, con Arnaldo Orfila Reynal, publicó a grandes pensadores pero nadie como Neus para entusiasmarse y lanzarse.

Neus, a quien nunca le gustaron los reflectores, debe considerarse la fundadora de la alta cultura de izquierda impresa en México. Nunca he visto a nadie tan entusiasmado por editar sus Cuadernos políticos, que dirigió sin descanso de 1974 a 1990. “Hoy tengo junta del Consejo de Redacción de la revista”, decía con orgullo. Carlos Pereyra, Adolfo Sánchez Rebolledo, hijo del extraordinario filósofo Adolfo Sánchez Vásquez, Arnaldo Córdova, Rolando Cordera, Ludolfo Paramio, Enrique Semo, el exrector de la UNAM, Pablo González Casanova, que con ella publicó su libro fundacional La democracia en México, todos ellos se entusiasmaron con su directora y las mesas de discusión se convertían en una fogata de guerrilleros aunque sólo fueran tigres de papel como lo somos todos. Después de Carlos Pereyra, el pensador con quien Neus más se identificó fue con Bolívar Echeverría. También mantuvo una gran cercanía con el historiador Friedrich Katz. Las reuniones políticas en casa de Neus terminaban a las tres de la mañana porque el entusiasmo de su directora no cejaba jamás.

José Revueltas, hoy tan olvidado, no se conocería si Neus no hubiera publicado sus obras completas, Lezama Lima tampoco, al menos en México. La historia del capitalismo en México, de Enrique Semo, no tendría la difusión que hoy tiene ni tampoco la tendría Antonio Díaz Soto y Gama y su gran obra sobre el agrarismo. Adolfo Gilly tampoco habría dado cuenta de nuestra revolución interrumpida con sus notables ensayos.

De esa pequeña editorial, que fue creciendo en el ánimo de la vida cultural, salieron muchos de los que hoy conforman parte de la gran cultura de América Latina.

Una anécdota personal. A fines de 1968, Neus vino a comer a la casa. “¿Qué tienes aquí sobre tu escritorio?", preguntó. "Todos los artículos sobre la masacre de Tlatelolco que el periódico rechaza". “Yo te lo publico”, respondió. Neus habló de los movimientos sociales que los periódicos de entonces jamás reseñaban, del nuevo colonialismo y del daño que hacen las transnacionales. También apoyó a Fidel Castro y le dio un énfasis enorme a las ciencias sociales. En pocas palabras, creó una editorial crítica, una editorial de vanguardia. Vicente Rojo, su editor, era y es un pintor moderno, un maestro, un visionario y los jóvenes creadores encontraron en su retraimiento y en su modestia un apoyo enorme.

Las dos grandes estrellas de ERA, sus dos caballitos de batalla, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis, fueron los primeros en llegar a la meta. Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco recibieron Premios Nobel, Cervantes y Reina Sofía. Publicar a Adolfo Gilly, publicar a Jorge Volpi, al gran poeta Juan Gelman fue para ella una fiesta. Le brillaban los ojos y podía hablar con fuego de Lezama Lima y de Cuba. La aparición de El lobo, el bosque y el hombre nuevo, de Senel Paz, le provocó alegría. Por Sergio Pitol sintió un cariño muy especial y lo visitaba con frecuencia en su casa de Jalapa.

Remedios Varo y Leonora Carrington fueron dos de las grandes admiraciones de Neus Espresate, quien pasaba muchos días de la semana en Cuernavaca, a la sombra del volcán que ella misma dio a conocer con la publicación del notable libro de Malcom Lowry, que tradujo magistralmente Raúl Ortiz y Ortiz. Hoy por hoy, la editorial ERA queda en manos de Marcelo Uribe, Paloma Villegas, Elena Enríquez, que siguen la idea de Neus y Vicente Rojo de no vender la editorial a uno de los sellos grandes transnacionales, que como ballenas se tragan a los peces más chicos.

A Neus siempre le gustó el mar y atravesó a nado en varias ocasiones la bahía que separa las playas de Caleta y La Roqueta. Nadaba sin detenerse durante horas. Así también cruzó el agua procelosa del mundo editorial y recogió a muchos ahogados cuyos cuerpos como los de Shelley amanecían en la playa con muchas conchas de mar enredadas en las pestañas y en los cabellos

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