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Imágenes de la revolución

La exposición ‘Insurrecciones’ muestra cómo el arte ha reflejado rebeliones y sublevaciones en los últimos dos siglos

Álex Vicente
(Badalona, 1949) Manifestaciones del 1 de febrero de 1976 en Barcelona. Convocatoria por la «libertad, amnistía, estatuto de autonomía».
(Badalona, 1949) Manifestaciones del 1 de febrero de 1976 en Barcelona. Convocatoria por la «libertad, amnistía, estatuto de autonomía». Manel Armengol, 2017

En la entrada de la exposición Insurrecciones aparecen imágenes de Jean Vigo y de Rossellini, una de Eisenstein y otra de Kalatozov. Se entrecruzan en un vídeo ideado por la artista griega Maria Kourkouta. Se superponen como si fueran sombras en el subconsciente, que incitan a quien las observa a tomar el martillo nietzscheano y a encender la llama revolucionaria. Se solapan con las pinceladas abstractas de un lienzo vecino firmado por Henri Michaux: con algo de imaginación, pueden parecer siluetas sacando sus cabezas por encima de la trinchera. A escasa distancia, una fotografía de Gilles Caron refleja cómo dos chicos lanzan piedras en un campo de batalla de localización imprecisa. La cartela explica que son jóvenes católicos en el Derry de los sesenta, pero podría ser cualquier lugar y momento. La rebelión que protagonizan no solo les pertenece a ellos. Es más bien una coreografía aprendida cuando eran pequeños, igual que las imágenes de otras manifestaciones más recientes parecen esforzados simulacros del Mayo del 68 en París.

Los gestos y las posturas que recogen las 250 obras de la gran exposición, que se inaugura el próximo viernes en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), parecen pertenecer al dominio público. La muestra recoge cómo las disciplinas artísticas y otras prácticas fronterizas han representado, a lo largo de los últimos dos siglos, aspectos como la convulsión social, el espíritu insumiso y otros acontecimientos que, a falta de un mejor nombre, suelen quedar etiquetados como revoluciones. La exposición está coproducida y ya fue mostrada en el Jeu de Paume de París —centro dirigido desde hace una década por la catalana Marta Gili—, donde se convirtió en uno de los fenómenos del pasado otoño. Después, viajará a Buenos Aires, México y Montreal. La versión barcelonesa incluye también 90 piezas procedentes de los fondos del museo, “dotándola de obras que reflejan hechos históricos como la Semana Trágica, la Guerra Civil o las revueltas antifranquistas de los setenta”, afirma el director del MNAC, Pepe Serra.

“A partir de Goya, la imaginación adquiere una función política”, asegura el comisario de la muestra, Georges Didi-Huberman

La exposición es una idea del filósofo e historiador del arte Georges Didi-Huberman, que lleva años impartiendo un seminario con el mismo título en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESS), en París. La muestra fue gestada entre los gases lacrimógenos de la plaza de la República, en la capital francesa, junto a la que vive Didi-Huberman. La pasada primavera, mientras ultimaba esta muestra, eclosionaba allí el movimiento Nuit Debout, que ocupó plazas de toda Francia siguiendo el modelo del 15-M español. Sin embargo, la exposición no es un acto de militancia, ni a favor ni en contra de esas pequeñas revoluciones, de las que no examina su validez ideológica. Se ciñe a la función de catálogo iconográfico que resume lo que toda revuelta ha compartido hasta ahora. “No hay juicio moral, no hay diagnóstico ni militancia. Lo importante en esta muestra es observar la representación que ha hecho el arte y la forma de pensamiento que vehicula”, afirma Gili.

En el origen de todo se encuentra Goya. “Cada vez que me planteo un nuevo proyecto, desde hace algunos años, siempre parto de él. Goya marca el comienzo de un pensamiento moderno en la relación entre arte y política. A partir de Goya, la imaginación cobra una función política. La imagen adquiere una función crítica”, explica Didi-Huberman, que ha incluido los Desastres, Caprichos y Disparates en su selección para la muestra. En ese sentido, no hay revolución sin pathos. En otro punto de la muestra, Huberman ha colocado uno de sus documentos más preciados, al que dedicó su ensayo Imágenes pese a todo: las imágenes de los hornos crematorios de Birkenau, capturadas por uno de los prisioneros, un Sonderkommando. En un contexto imposible, ese fotógrafo anónimo ejecutó una insurrección simbólica en forma de testimonio fotográfico, como si fuera algo superior a él.

En términos antropológicos, la muestra parece describir la revuelta como un ritual de alcance universal. “Cada vez que se levanta un muro, siempre habrá insurrectos para saltarlo, aunque solo sea a través de su imaginación”, concluye Didi-Huberman.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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