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“Desde los años sesenta no se ha hecho nada nuevo en arte”

Experimental, crítica y polémica. Marta Minujín sigue siendo un referente artístico en Argentina. Y además, el último premio Velázquez

Marta Minujín posa en su estudio en Buenos Aires tras ganar el Premio Velázquez de Artes Plásticas 2016.
Marta Minujín posa en su estudio en Buenos Aires tras ganar el Premio Velázquez de Artes Plásticas 2016.martin di maggio

Con Marta Minujín (Buenos Aires, 1943) no hay espacios de calma. Tampoco en su estudio en el centro de Buenos Aires, construido en la casa donde nació y donde su abuelo confeccionaba uniformes. Todavía hoy sigue habitado por tejidos, en forma de almohadas multicolor y cuadros llenos de tiras de tela. Su imagen atropella el tiempo y las palabras en esa vorágine que la ha caracterizado siempre, como su rubio platino y sus gafas de espejo, fachada de un personaje warholiano y mediático. A los 8 años se creía Van Gogh y a los 12 se fue de casa. A los 16 ya tuvo su primera beca para irse a Francia. Entonces era informalista y amiga de Niki de Saint Phalle y Robert Rauschenberg. Luego llegaron las esculturas con colchones y las performances en las que exploraba situaciones fuera de control, y el humor, la crítica y la exaltación. Se hace famosa con La Menesunda, una ambientación transitable que realiza junto a Rubén Santantonín, que propone al espectador experimentar una variedad de sensaciones a lo largo de un recorrido de 16 zonas. A finales de los sesenta se convirtió en la reina del ácido lisérgico, el combustible de la contracultura y la psicodelia, y conectó con la escena underground de Nueva York, Warhol y el arte pop. Y en esa estela pop se ha quedado, realizando monumentales obras consumibles y deconstruyendo mitos de la cultura clásica. Feliz por su reciente Premio Velázquez, no irá a Arco porque está centrada en sus proyectos: el pago de la deuda externa de Grecia a Alemania con aceitunas —un guiño a otra que hizo en los años ochenta con Andy Warhol, al que pagó la deuda externa argentina con maíz— y el Partenón hecho con 100.000 libros prohibidos que hará en Atenas y Kassel para la Documenta 14.

PREGUNTA. Vivió el momento cumbre del arte, el Nueva York de los sesenta con Warhol. ¿Cómo era?

RESPUESTA. Muy divertido. Vivía en el hotel Chelsea y allá conocí a Warhol. Más tarde, sobre 1966, conocí a Dalí. Estaba en el hotel Sant Regis, donde hacía té para toda gente rara: travestis, mendigos, artistas… Era genial. Por aquel entonces yo tenía 20 años y él 60. Tenía una energía brutal. En la década del sesenta apareció el action painting, el nuevo realismo, el pop art, el arte conceptual, el videoarte, el arte óptico…

P. Pero Warhol sí vendía mucho.

R. Sí, pero no era Jeff Koons. Ganó plata con relación a otros artistas pop porque hacía cine, tapas de discos, revistas… Era un ser social, pero Koons y Damien Hirst solo ganan plata.

“La meca del arte fue París, últimamente Nueva York, pero ahora con Trump quizás se retraiga por la política con musulmanes e inmigrantes”

P. ¿El dinero ha destruido el arte?

R. Sí, lo perjudicó de forma terrible. El arte cambió. En los setenta, toda esa gente que inventó se hizo famosa y empezaron a ganar plata.

P. ¿Por qué volvió a Argentina?

R. Mi familia estaba aquí y no tenía un centavo para sobrevivir. Además, me volví muy hippy y era medio peligroso, me metía en situaciones raras. Si no hubiese estado acá cuando estaban los militares y al principio de la democracia, no habría inventado el Partenón (lo instaló en pleno centro de Buenos Aires con miles de libros prohibidos por la dictadura). Yo soy pura Argentina, como Maradona.

P. ¿Cuál es su concepto del arte?

R. Romper, descolocar, inventar cosas nuevas. Un gran artista tiene que hacer algo único. Por ejemplo, yo hice el Obelisco de pan dulce y nadie más en el mundo lo hizo. Por eso me encantó el reconocimiento del Premio Velázquez a romper todo el tiempo moldes.

P. ¿Hoy nadie innova?

R. Hay grandes artistas, como ­Anish Kapoor, Mauricio Castelan, pero no crean una cosa absolutamente insólita.

P. ¿No ve nada nuevo?

R. De todas las puertas abiertas en los sesenta, la gente hace variaciones, nada nuevo. Como en el rock. Todo son repeticiones, fantásticas y geniales, pero no es que alguien invente algo nuevo.

“Mi concepto del arte es romper, descolocar, inventar cosas nuevas. Por ejemplo, hice el Obelisco de pan dulce y nadie más en el mundo lo hizo”

P. Hará en Documenta el Partenón y el pago de la deuda externa de Grecia. ¿Por qué se concentra tanto en Grecia?

R. Es la cuna occidental. Venimos de ella, aprendimos de ella, lo que nos dio es impagable. ¿Cómo va a tener deuda? Me pareció que simbólicamente podía pagar a (Angela) Merkel con aceitunas, que es lo que produce Grecia, el aceite de oliva. Habrá 400 kilos de aceitunas, dos sillas, una doble de Merkel y yo. Va a ser una obra monumental de colaboración masiva.

P. ¿Por qué no va a Arco?

R. Estoy tan concentrada en el Partenón que no puedo distraerme, y tampoco me interesa ir para ver el arte argentino en Madrid. No hay nada mío. Brillaré por mi ausencia.

P. ¿Cómo ve el arte argentino actual?

R. Muy internacional, pero nada que ver con lo que pasa en Nueva York. La meca del arte antes fue París, últimamente Nueva York, pero ahora con Trump quizás se retraiga. Si no pueden entrar los musulmanes, los inmigrantes, se pierde esa mezcla controversial que podría crear un nuevo arte.

P. ¿Ve alguna ciudad que pueda asumir el relevo de Nueva York?

R. Por ahí, alguna en Latinoamérica. Quizás Colombia, que es un país donde el arte está muy desarrollado. En Brasil y México también, pero no lograron esa cosa internacional que se consiguió en Estados Unidos.

P. ¿Qué necesita el arte argentino para llegar a estar a su mismo nivel?

R. Nuevos curadores e inversores. El problema es que los millonarios acá vienen de una clase social muy retrógrada. Generalmente son millonarios porque tenían campos, no por los negocios, como pasa más en Brasil.

P. Sus obras se caracterizan por la interacción con el público. ¿Cómo es esa relación?

R. Fundamental. El Obelisco de pan dulce, por ejemplo, está destinado a la gente (se regalan los dulces al deshacer la obra). Los libros del Partenón, también. Mi arte efímero, de participación masiva, es lo que me hizo más popular. Siempre me interesó la gente. Creo que el arte es para la gente, creo que la gente puede vivir en arte.

P. En Argentina es como una estrella de rock.

R. Sí, me resulta pesado porque no puedo salir, me piden foto, foto. Pero creo que represento el inconsciente de los argentinos, lo que mucha gente quiere ser pero no se atreven, libres.

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