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‘La niña bonita’, refugiadas de carne y hueso

Hala y Mirta son dos mujeres unidas por un recuerdo: la huida de su hogar

El equipo de rodaje de 'La niña bonita' con sus protagonistas.
El equipo de rodaje de 'La niña bonita' con sus protagonistas.

Hala sonríe con la mirada. Aprende alemán por YouTube. Quiere ser enfermera e ingeniera, para curar a la gente y construir proyectos. Ya vio muchos destruidos en Homs (Siria), de donde huyó en 2015 a los 15 años junto a su familia. Quiere que la gente la vea como una “persona normal”, aunque ya lo sea. Ahora vive en Alemania y es la protagonista de una película: La niña bonita, un documental dirigido por Julieta Cherep que cuenta la historia de un inesperado punto de contacto entre dos mujeres de distinta edad y origen. Hala y Mirta Drago, de 58 años y directora de Comunicación del grupo Mediaset, fueron refugiadas a la misma edad, en su adolescencia: una huía de la guerra siria, la otra, en los años 70, de las dictaduras chilena y argentina.

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Para los votantes de los movimientos xenófobos que hoy se alzan en Europa y EE UU, Hala tiene un mensaje: “Que prueben a ser refugiados por un solo día, y sabrán que somos personas normales y corrientes, que necesitamos tener una vida normal y la capacidad de tener un futuro, de aprender, de integrarnos y seguir adelante”. Mirta asiente a su lado. Se conocieron en el campo de refugiados de Lagadikia, en Grecia, donde Hala esperó junto a su madre y sus dos hermanos hasta que consiguió viajar a Alemania para reunirse con su padre, que había huido de Siria un año antes. Allí, la ejecutiva de Mediaset le reveló su pasado, cuando huyó consecutivamente de los golpes de Estado de Augusto Pinochet, en el Chile de 1973, y de Jorge Videla, en la Argentina de 1976. Pasó cuatro meses como asilada en Brasil antes de viajar a Europa, una “pequeña tragedia” al lado de la de los sirios. “Es un momento en el que sientes que todo lo que tenías atrás ha desaparecido por completo de la noche a la mañana, y por delante no tienes nada construido. Entonces estás detenido en el tiempo en una inmensa incertidumbre”, describe Mirta.

De la vida como refugiada lo que más ha cambiado a Hala, según cuenta, no fueron las privaciones materiales, sino "sentir el rechazo de las otras personas y su falta de comprensión", además de tener que pensar siempre "como un refugiado, no como una persona normal". La idea de "vida normal" que describe la joven es, por el momento, imposible: "Estar rodeada de mi familia como antiguamente en casa, volver a estar en el sitio del que tengo recuerdos. Volver a estar en el sitio donde he crecido". Su casa de Homs fue saqueada y quemada después de huir. "Como eso no es posible, lo normal sería poder ir a hacer cualquier trámite no como refugiada, sino como ciudadana", anhela Hala.

Pese al cierre de fronteras que en 2016 ha hecho caer drásticamente el número de refugiados que ha llegado a la Unión Europea, Hala se muestra agradecida: "Por lo menos Europa nos abrió las puertas, mientras que los países árabes nos la cerraron en la cara", dice sobre las monarquías del Golfo Pérsico. En el documental pide que, ya que ahora se corta el paso a los sirios, también se corte la venta de armas en sentido contrario. "Esa es la gran contradicción", añade Mirta sobre el hecho de que cuatro de los cinco países con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU —EE UU, Rusia, China, Francia— fueran los principales exportadores de armas entre 2011 y 2015, según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo. El quinto mayor vendedor fue Alemania, donde ahora Hala reside con su familia.

La niña bonita, producido por Acnur y el programa social 12 Meses, de Mediaset, se estrena el 17 de febrero en el Matadero de Madrid y en YouTube. Desde el día 15, está disponible en la plataforma Mitele. Llega poco antes de que se cumplan, el próximo marzo, seis años de una guerra que ha causado 6,6 millones de desplazados internos y 4,8 millones de sirios que se han convertido en refugiados. Cada minuto, 24 personas son forzadas a abandonar su hogar en el mundo, según datos de Acnur. Cada vez que alguien acabe de ver el documental, que dura 27 minutos, 649 habrán tenido que huir.

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