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Ryan Adams: “Escribir canciones es tan íntimo como el sexo”

El músico presenta doce nuevos temas inspirados en su divorcio

Pablo Guimón
Ryan Adams, enero 2017
Ryan Adams, enero 2017Rachael Wright (EL PAÍS)

Como en una metáfora bíblica demasiado literal, el detonante del que se promociona como el álbum del divorcio de Ryan Adams fue la rotura de una costilla. Se encontraba descansando en el autobús durante su última gira y, al tratar de levantarse de la litera, cayó al suelo y se fracturó. Conviene aclarar, en su descargo, que el consumo de estupefacientes de Adams se limita ahora a la marihuana. “No hay que echar fuego a un cerebro que es gasolina”, explica. Pero a finales de la década pasada le fue diagnosticada la enfermedad de Ménière, que le produce episodios de vértigo y pérdida de equilibrio. “Es como droga gratis, pero droga mala”, explica.

El caso es que se cayó de la litera del autobús. “Me dijeron: ‘La mala noticia es que tienes una costilla rota; la buena es que puedes estar colocado tres días’. Tomé una de las pastillas que me dieron y llegué a un lugar donde no me dolía la costilla pero sentía en toda su plenitud la destrucción de mi matrimonio. Me di cuenta de que, con la edad que tenía, mi vida iba a ser un desastre”. Adams se fue a la parte de atrás del autobús. Cogió una guitarra acústica y un cuaderno y las canciones empezaron a brotar. Primero fue Breakdown, después Outbound train, Prisoner y Broken anyway. En una pausa de la gira decidió ir a los Electric Lady Studios de Nueva York a grabar.

Aquello acabó en 80 canciones de ruptura. Ardua labor de edición la de convertirlo en un disco de 12 cortes. “Yo soy el típico friki que se cree que tiene la gran trilogía, el Star Wars del divorcio, pero afortunadamente mi manager me frena”, explica. En persona Ryan Adams es exactamente como uno imagina. Un niño inadaptado que ha llegado a los 42 años sin encontrar motivos para dejar de llevar camisetas de Black Sabbath y chupas de Iron Maiden, pero cuyas canciones deben más hoy a Bruce Springsteen, por ejemplo, que a aquellos Hüsker Dü cuyas cintas escuchadas en bucle le salvaron la vida cuando dejó el instituto y se fue de casa a los 16 años.

El disco de ruptura de Dylan, Blood on the Tracks, fue su décimo quinto; el de Adams, Prisoner, es el décimo sexto. Y cierra uno de los periodos menos prolíficos de alguien que en 2005 llegó a publicar tres discos en poco más de seis meses. Su anterior trabajo con material propio es Ryan Adams (2014) y un año después publicó 1989, una versión canción a canción del álbum homónimo de Taylor Swift.

Cualquiera que esté familiarizado con su obra sabrá que el suyo no es un repertorio llamado a animar clases de zumba. El desamor ha dado mucho juego a Ryan Adams, empezando por el principio de su carrera en solitario (Heartbreaker, 2000). Pero su ruptura con la actriz y excantante Mandy Moore, asegura, ha sido más destructiva de lo que pudo imaginar. “La destrucción es el resultado del amor”, opina. “Es terrible, pero es inevitable. El dolor y la decepción son la naturaleza de todo lo que experimentamos. Cuando te enfrentas a ello, cuando comprendes su naturaleza, descubres un lugar mejor”.

Adams lleva escribiendo canciones desde que era un niño en Jacksonville, Carolina del Norte. Y todavía utiliza la máquina de escribir que oía teclear a su abuela, secretaria, cuando ella y su abuelo acogieron temporalmente a la madre de Ryan y a sus hijos después de que su padre abandonara la casa cuando él tenía cinco años. Frecuentó la escena punk rock local antes de montar Whiskytown, la banda con la que entró en la senda del country alternativo por la que, al margen de puntuales extravagancias de heavy metal, discurriría la mayor parte de su carrera en solitario. “Escribir canciones”, explica, “es un ejercicio tan íntimo como el sexo”.

A veces también el mundo exterior se cuela en sus composiciones. Es el caso de Fuck you Donald Trump, una canción dedicada al nuevo presidente de su país con la que empieza una actuación acústica que regala por la noche a los periodistas. “Creo que escribo sobre la política de lo personal”, aclara. “No sé si es mi manera de ser optimista. Pero veo a este tío y cómo llegó hasta ahí, toda la ignorancia y el odio, y pienso que lo mas ofensivo que puedes hacer es ignorarlo. Si no le das poder, no puede robarte la energía. Debemos sentir lastima por alguien así, porque es un capullo. Alguien no le quiso. Todo lo que quería es que su padre le dijera ‘está bien, Donald’. Pero no sucedió y ahora quiere castigar a todos”.

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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