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Más allá del Prado

El siguiente director del museo debe escogerse mediante un concurso con un jurado internacional

Visitantes en la exposición de Clara Peeters.
Visitantes en la exposición de Clara Peeters.Jaime Villanueva

El anuncio por parte de Miguel Zugaza de su intención de dejar la dirección del Museo del Prado, tras casi quince años al frente del mismo, es una noticia de particular importancia. Lo primero que conviene subrayar es la magnífica gestión desarrollada en ese periodo por este director. Destacaríamos, sobre todo, su intensa tarea de reforzamiento de las estructuras internas del museo, promoviendo el trabajo de los distintos departamentos, conservadores y funcionarios, y dándoles a la vez una notable proyección pública. Junto a ello, resulta también notable el gran acierto en la programación de actividades temporales, con no pocas exposiciones de una importancia conceptual y proyección verdaderamente sobresalientes.

Dicho lo anterior, el anuncio de Miguel Zugaza significa el final inminente de una etapa, sin duda muy trascendente y positiva, para el Museo del Prado. Y ello nos ha llevado a la decisión de hacer públicas algunas consideraciones al respecto. Ya que si hay una institución cultural que marca en el sentido más profundo el signo de nuestra nación, el signo de España, desde sus raíces al futuro, no cabe duda de que ésta es el Museo del Prado.

En la situación especialmente favorable de la que el museo goza actualmente, debe abrirse un nuevo proceso de consolidación de sus estructuras administrativas, en una línea de mayor democratización de las mismas. Es decir, pensamos que el acceso de una nueva persona a la dirección del Museo del Prado debe realizarse tras la convocatoria de un concurso público internacional, plenamente abierto, y aplicando de manera rigurosa el documento de buenas prácticas en las instituciones culturales que hace ya años se aprobó en el Consejo de Ministros del Gobierno de España. El siete de septiembre del año 2007 se ratificó el Plan de modernización de las instituciones culturales, y el 26 de septiembre del 2008 el del INAEM (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música).

En la época en que estuvieron a nuestro cargo ese tipo de decisiones en el Ministerio de Cultura, dimos un importante impulso a la aplicación de dicho documento, con efectos y resultados que de modo general se consideran muy positivos en los ámbitos profesionales y públicos. En aquel momento, por la regulación administrativa particular del Museo del Prado, no nos pareció oportuno abrir un proceso de convocatoria pública de un concurso para la dirección. Lo importante entonces, ante todo, era favorecer la estabilidad y consolidación del museo en todos sus ámbitos, como afortunadamente ha sido. La profundización democrática de sus estructuras y la convocatoria del concurso público internacional para la dirección tendrían que venir después. Y pensamos que ahora sí, que éste es el momento.

La decisión sobre el nombramiento de un nuevo director para el Museo del Prado no debe salir de una decisión política, simplemente refrendada después por el patronato del museo, que fue lo que nosotros encontramos cuando llegamos al ministerio. Lo deseable, lo verdaderamente necesario, si tenemos en cuenta que las instituciones culturales públicas, todas aquellas que dependen de las distintas administraciones políticas en sus distintos niveles, es que éstas, en todos los casos, se rijan por estructuras y pautas de funcionamiento escrupulosamente democráticas, lo que supone que en ámbitos concretos de decisión las resoluciones se tomen por profesionales plenamente cualificados. En una proyección desde la historia hacia el futuro de España, y nunca al servicio de intereses políticos particulares, en momentos o situaciones específicos, temporales.

Aplicación del documento de buenas prácticas: selección, tras la presentación de candidaturas y proyectos bien elaborados, por parte de un jurado internacional, integrado por personalidades de indudable consistencia profesional, de la mejor propuesta para llevar adelante, para avanzar en el tiempo, ese gran símbolo de nuestra historia, el Museo del Prado.

Y con ello, establecer una línea de no retorno. Más allá del Prado, todas las instituciones culturales públicas configuradas con estructuras administrativas y fórmulas de acceso a sus puestos de responsabilidad escrupulosamente democráticas, con la aplicación rigurosa del documento de buenas prácticas. Lo que quiere decir, también, acabar con ese escándalo del que habitualmente no se habla: la existencia de colecciones de arte públicas, por ejemplo, la del Banco de España, a las que los ciudadanos no tienen acceso de una forma plenamente abierta. La cultura es de todos los españoles. Y su gestión nunca debe estar en manos de espacios políticos cerrados. Avancemos. Ésta es una magnífica ocasión. Más allá del Prado.

César Antonio Molina fue Ministro de Cultura y José Jiménez Director General de Bellas Artes y Bienes Culturales, ambos entre 2007 y 2009

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