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¡híjole!
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Narco ¿qué?

México discute si restringe la emisión de series sobre traficantes de drogas a horario especial. ¿Serviría de algo?

Pablo Ferri
El antes y el después de la serie de Imagen TV.
El antes y el después de la serie de Imagen TV.

El pasado 7 de noviembre Imagen TV estrenaba su primera gran novela, una superproducción para la pantalla chica que aparecía por primera vez en un canal en abierto distinto a Televisa o TV Azteca. Se llama Perseguidos y la emiten de lunes a viernes a las nueve de la noche, horario estelar. Perseguidos narra la historia de un delincuente que huye de la justicia. Pero lo extraordinario es su nombre. A pocos días del estreno, Imagen TV aún la estaba promocionando como El Capo.

Una de las personas que actúa en Perseguidos dice que el canal “no quería pasarla después de medianoche, así que cambiaron de nombre y explicación”. El Capo sería Perseguidos y los perseguidos no serían narcotraficantes. O sí, pero no lo parecería. Al menos no del todo.

A principios de noviembre, las comisiones de Radio y Televisión del Senado y la Cámara de Diputados trasladaron al Gobierno mexicano su preocupación por las narcoseries. La inquietud de que las cadenas de televisión pasen programas que “promuevan la violencia” en horario infantil. Imagen TV, que ya había anunciado el estreno de El Capo, la sacó de la escaleta y no la devolvió hasta pasados unos días, con el nombre disfrazado y la trama maquillada. ¿Temía la nueva cadena que el Gobierno mandara su flamante –narco–serie al olvido de la medianoche? ¿Qué problema hay con las series que tratan la vida y obra de los traficantes de drogas?

La semana pasada, la Universidad Nacional Autónoma de México auspició una jornada de conferencias titulada Narcocultura: de Norte a Sur. Académicos de México y EE UU presentaron sus ponencias y discutieron varios temas, entre ellos la conveniencia de que los niños vean o no este tipo de novelas. La coordinadora de la jornada, la chilena Ainhoa Vásquez, no veía ni ve demasiados problemas: “La mayoría de narcoseries, en México y Colombia, tienen un sustrato melodramático muy claro: los protagonistas –los narcos– mueren o se arrepienten. La idea moral es evidente: los que se meten en eso acaban mal”.

Otro de los ponentes, Héctor Domínguez, de la Universidad de Texas, en Austin, opina que “pese a los estereotipos, las series sobre narcos señalan la relación entre el crimen y la clase política”. Vásquez abunda en la reflexión de su colega: “Todas las narcoseries critican la corrupción y la impunidad”. Además, dicen los dos, los niños pueden ver lo que quieran ver en internet. El hecho de restringir, concluyen, genera un efecto llamada.

La iniciativa que promovían desde la Cámara y el Senado parece poco menos que un periódico mojado: una perfecta inutilidad.

El verdadero problema, dice el profesor Domínguez, es poner narco delante de todo. Como si el crimen organizado en México no hubiera expandido el negocio a la trata de personas, el secuestro o el trabajo esclavo. El prefijo narco, dice Vásquez, se ha usado tanto que frivoliza cualquier concepto que le coloquen detrás. De ahí el desprecio con que a veces se trata a la narcoliteratura.

El debate subsistirá como debate un rato y quizá el Gobierno destile una ley, una norma, algo. ¿Y qué? Lo triste, como tantas veces, será creer que hemos ganado en algo.

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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).

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