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ARTE

Sir Elton John, coleccionista

La muestra en la Tate Modern de las fotos reunidas por el cantante se suma a la tendencia de exponer archivos de las estrellas

Estrella de Diego
'Migrant mother', de Dorothea Lange, de la colección de Elton John.
'Migrant mother', de Dorothea Lange, de la colección de Elton John.

"La otra mañana, un par de gafas de segunda mano se vendían por 16.830 dólares y a nadie en la abarrotada sala de subastas parecía sorprenderle”. Así empezaba Terry Trucco su ar­tículo en The New York Times el 11 de septiembre de 1988 al referirse a la subasta en Sotheby’s Londres de los objetos de Elton John. Una escultura art déco, una pieza de Magritte o el par de cestillos de plata de Cartier que John usaba como jaboneras entraban a formar parte de las vidas de otros, impregnados, naturalmente, del halo fetichista que envuelve las pertenencias de los famosos. El cantante pop llamaba a menudo desde Miami, donde estaba de gira, para ver cómo iban las cosas.

Y las cosas iban muy bien, claro. “Hemos sacado mucho más de lo que hubiéramos podido imaginar”, declaraba uno de los responsables de la venta. Las cosas siempre van bien cuando se trata de colecciones de celebrities. Es un juego perverso en el cual cada colección reauratiza esa determinada cosa que termina por formar parte de la eternidad, tal vez porque las obras superponen en su propia historia las capas que transforman el relato. En las salas del MOMA, frente a Las señoritas de Avignon, vuelve a la memoria su primer propietario ilustre, el modisto Doucet, quien al comprar la obra a través de Breton para el boudoir de la esposa pedía una rebaja por lo feo que era el cuadro.

Tras casi treinta años, sir Elton John ha vuelto a hacer pública su colección, esta vez unas extraordinarias fotografías históricas

Esa pasión hacia el relato que custodian los objetos y que subraya con una especie de IVA la mirada de los personajes famosos fue también básica en la subasta post mortem de Warhol, celebrada en Nueva York unos meses antes que la de John. Y lo fue en la de Saint Laurent o la reciente de Bowie, tras un tour internacional que ha mantenido las piezas unidas antes de separarse para siempre. Esa es, de hecho, la tragedia de las colecciones a la muerte del coleccionista: desmembrarse, quizá porque sólo el propietario es capaz de darles el significado último, ese significado privado que las hace más enigmáticas, más deseables incluso.

Tras casi treinta años, sir Elton John ha vuelto a hacer pública su colección, esta vez unas extraordinarias fotografías históricas que se están exponiendo en El ojo radical, de la Tate Modern de Londres, con una promesa deliciosa: algunas piezas pasarán a formar parte de los fondos del Estado. Sin embargo, la exposición es mucho más que el fetichismo implícito en la mirada de sir Elton John, quien se despierta cada mañana con Negro y blanco, de Man Ray —otra vez los ojos que miraron a Napoleón de los que Barthes habla en Camera Lucida—. El conjunto de fotografías que se expone en el museo londinense es una sucesión implacable de obras extraordinarias también por la calidad de las copias. Y es emocionante verlas juntas, narrando historias sobre un propietario, relatos que borran las colecciones despiezadas.

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