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Alexandre Tharaud, constructor de recitales

El gran pianista francés, que participó en 'Amour' de Haneke, actúa hoy en el Auditorio Nacional

El pianista Alexandre Tharaud.
El pianista Alexandre Tharaud.SADAKA EDMOND (CORDON PRESS)

En el apartamento de Alexandre Tharaud (París, 1968) no hay piano. A diferencia del protagonista de El contrabajo, de Süskind, Tharaud prefiere separar su entorno personal de su instrumento. Conservar un espacio de intimidad para cultivar su vida interior. “Tras ganar algún concurso me dediqué a profundizar en la soledad prácticamente hasta los 29 años. Apenas di conciertos y grabé mis primeros discos en sellos pequeños. Ello me ayudó a encontrar mi camino y descubrir esta doble vida: el escenario del concierto y el estudio de grabación”, reconoce a EL PAÍS por teléfono. Ya en sus primeros discos se concentró en la música francesa, pero con una gran amplitud de miras cronológicas. Desde compositores barrocos como Couperin y Rameau, hasta el siglo XX. “Siempre pensé que sería erróneo para un joven pianista grabar Mozart o Beethoven con tantos registros famosos disponibles”, aclara.

Su relación con la música le viene de familia e incluso tuvo, como en su pequeño papel en la película Amour de Michael Haneke, una profesora de piano a la que veneraba, Carmen Taccon-Devenat. Pero Tharaud se aferra a dos hechos biográficos determinantes: su amistad con la viuda de Darius Milhaud y el descubrimiento de las grabaciones de Marcelle Meyer. “Conocí a Madeleine Milhaud con ocho años cuando toqué para la asociación de su difunto marido. Al final de mi actuación me miró y dijo que sabía perfectamente que sería un gran pianista. Después nos hicimos buenos amigos y me enseñó a amar la música francesa; no sólo de Debussy o Ravel, a quienes conoció, sino también de Chabrier, Satie, Poulenc o Milhaud”, recuerda.

A Meyer llegó a través de grabaciones. “Con 19 años descubrí en casa de un amigo sus viejos discos de Rameau con piano. Fue algo revelador para mí. Ella convertía la música barroca en algo completamente moderno, cercano, fresco e inspirador”. Tharaud ha desarrollado su propio estilo refinado y envolvente en esta música, pero también en Bach, cuyas Variaciones Goldberg mantiene como su obra musical predilecta. “Me tomé un año sabático para grabar esta composición, pero reconozco que es muy peligroso alejarse de la sala de conciertos. Siempre quiero tocar, pero también parar. Es un conflicto conmigo mismo”, confiesa.

El pianista francés actuará hoy en el Auditorio Nacional dentro del ciclo de la Fundación Scherzo. En el programa se escuchará una curiosa combinación de compositores de los siglos XVIII, XIX y XX: Couperin-Schubert-Ravel-Rajmáninov. “Me interesa construir una especie de arquitectura en el programa de un recital. Ofrecer al público obras de diferentes épocas como un itinerario de escucha donde puedan percibir cierta familiaridad entre ellos. Por ejemplo, Ravel compuso un homenaje a Couperin y le influyeron las danzas de Schubert o Rajmáninov escribió unas variaciones sobre Corelli”, explica.

En el concierto se escucharán las Piezas de fantasía Op. 3, de Rajmáninov, incluidas en su último disco dedicado a este compositor en Warner Classics. Preside esta grabación una interpretación intensamente profunda y oscura del famoso Concierto para piano nº 2 del compositor ruso junto a la Royal Liverpool Orchestra bajo la dirección de Alexander Vedernikov. “La obra se centra en una depresión y en su superación a través de la creación. Reconozco que me fascinan e inspiran mucho los compositores depresivos como él, Schubert, Chopin o Ravel”, admite. El disco se completa con dos interesantes piezas a seis manos, que toca con dos colegas, y el famoso Vocalise en su versión para voz y piano.

Tharaud se siente hoy tan feliz en la sala de conciertos como en el estudio de grabación, pero también recuerda su curiosa experiencia con la banda sonora de Amour en 2012. “Haneke quería que participase en su película pero que tocase Schubert como Radu Lupu; fue una experiencia fascinante ser actor por tres días y reconozco que hice todo lo que pude para que mi Schubert fuese algo más lento y denso como el pianista rumano”.

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