_
_
_
_
_

El Prado reúne las ‘Inmaculadas’ donadas por Plácido Arango

Una exposición presenta seis versiones concepcionistas de Zurbarán, Mateo Cerezo, Valdés Leal y Herrera el Mozo

'Inmaculada Concepción' (1625-1630) e 'Inmaculada niña' (1656), ambas de Zurbarán, en el Museo del Prado.
'Inmaculada Concepción' (1625-1630) e 'Inmaculada niña' (1656), ambas de Zurbarán, en el Museo del Prado.Álvaro García

La representación de la Inmaculada Concepción es uno de los grandes temas pictóricos del siglo de Oro español. No solo por su carácter devocional, sino porque los pintores eligieron el tema para dar lo mejor de sí mismos. De Francisco de Zurbarán, por ejemplo, se tienen localizadas una docena de interpretaciones. Dos de ellas forman parte de la colección donada al Museo del Prado por el coleccionista y anterior presidente del patronato, Plácido Arango, el pasado año; una colección de 26 obras en las que hay cuatro Inmaculadas: las dos de Zurbarán, otra de Mateo Cerezo y otra de Valdés Leal. El mecenas ha sumado otra de Herrera el Mozo, que, junto a la que desde 1956, firmada por Zurbarán, era propiedad del Prado, suman media docena de versiones concepcionistas que protagonizan una peculiar exposición temática en la sala 10 A del edificio Villanueva de la pinacoteca. La muestra se podrá visitar hasta el 19 de febrero. Aprovechando esta reunión de Inmaculadas, el museo ha editado un catálogo en el que se pormenorizan cada una de las 26 obras donadas por Arango.

Más información
El Prado comparte ya con el público la colección de Plácido Arango
El empresario Plácido Arango dona al Prado 25 obras de su colección
España América Brasil Cataluña EL PAÍS 40 Aniversario Cultura Las Edades del Hombre selecciona el arte español sobre la Inmaculada

Miguel Falomir, director adjunto de Conservación e Investigación del Prado, explica que esta exposición forma parte de la intención del museo de ir dando a conocer a los visitantes las 26 obras de Arango. "Estas dan idea de la finura del coleccionista. Son pinturas que confrontan inteligencias poéticas diferentes frente a un mismo tema, más allá del fervor católico de la época”.

De tema profundamente español calificó las Inmaculadas Javier Portús, el responsable del departamento de Pintura Española (hasta 1700) del museo. “Es un dogma reconocido por la Iglesia católica a mediados del XIX, pero mucho antes, su creencia fue un signo de identidad colectiva de lo hispano. De hecho, las instituciones exigían el juramento de creencia de que la Virgen nació sin pecado. Importaba no solo a los pintores, sino también a los ensayistas que, en ese tiempo, publicaron centenares de libros”.

Las seis representaciones de la Inmaculada que ahora se confrontan en el Prado tienen un aire en común (mantos azules, grupos de angelotes a sus pies, paisajes en miniatura en la base de los cuadros y pequeños objetos diseminados por algunas de las telas), pero de cerca se perciben grandes diferencias.

Como ejemplo, Portús señala los cuadros de Zurbarán, en los que la Virgen es representada como una preciosa niña de apenas 12 años. “Esa era la tendencia impuesta por Pacheco, el suegro de Velázquez. En cambio, Mateo Cerezo la representa como una mujer adulta, seguramente inspirada en una modelo real. La atenta observación de todas ellas ayuda a descubrir la evolución del ideal de belleza femenina”.

La selección de estas obras, añade Portús, fechadas entre 1630 y 1680, permite certificar cómo la representación de la Inmaculada ha oscilado entre dos opciones bien definidas. “En una se subraya la intimidad, el recogimiento y la concentración. La otra recurre a fórmulas barrocas, en las que predominan composiciones dinámicas y coloristas”.

Respecto a la nueva incorporación a la donación de Arango —la Inmaculada realizada por Francisco Herrera el Mozo hacia 1670—, Portús recordó que este pintor es el autor de otra de las obras maestras de la donación, El sueño de San José, una aportación muy importante para el museo, por cuanto no se conoce ninguna otra obra de Herrera de tema concepcionista, el asunto más tratado por otros pintores españoles de su generación. “En esta obra”, señala Portús, “Herrera ofrece una alternativa a los modelos más conocidos de la iconografía mariana en la segunda mitad del XVII". "Plantea una contención formal y emotiva, rara para la época, pero que también podemos ver algunas Inmaculadas, como la de Valdés Leal, dentro de esta misma colección”.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_