_
_
_
_
_

La historia que esconden las fotos de los Pokémon en Siria

El refugiado sirio Moustafa Jano llegó en patera a Europa y espera en Suecia lejos de su familia los papeles para poder trabajar. Sus imágenes han dado la vuelta al mundo

Una de las imágenes de Moustafa Jano expuestas en Fotografiska.Vídeo: Moustafa Jano
Guillermo Altares

Fotografiska es el museo más novedoso (fue inaugurado en 2010) y más enrollado de Estocolmo. Ubicado junto al Báltico, en el barrio de moda, Södermalm, los fines de semana abre hasta la madrugada y se pueden visitar las exposiciones con una copa de vino en la mano. Allí han mostrado su obra Annie Lebovitz, Herb Ritts, Sebastião Salgado, Gus van Sant y, en la actualidad Moustafa Jano. Este último es un refugiado sirio de 37 años que llegó en patera a Grecia y que ni siquiera puede salir de Suecia para conocer a su hijo de un año, que ha nacido en el norte de Irak. Las imágenes de Jano, sin embargo, han dado la vuelta al mundo, sobre todo el montaje fotográfico que muestra un niño junto a un Pokémon entre las ruinas de Alepo.

"La idea se me ocurrió cuando llegué a Suecia y alguien me preguntó dónde esta siria. Ahorré dinero, compré un ordenador portátil y traté de explicar a la gente lo que estaba pasando en mi tierra", explica por teléfono Moustafa Jano, que vive en el sur del país, en la localidad de Karlshamn, unos 500 kilómetros al sur de Estocolmo, cerca de Malmö), donde comparte una habitación con otros dos refugiados de los 163.000 que el país escandinavo acogió el año pasado (más o menos el equivalente al 1,63% de su población). Jano está esperando que se resuelva su caso para obtener el estatuto de refugiado político —seguramente de forma temporal—. Mientras tanto no puede tener un trabajo remunerado, aunque el Estado sueco le proporciona cama y comida; no puede salir del país (al menos si quiere volver y no perder todos los derechos adquiridos); pero tiene todo el tiempo del mundo para crear.

Más información
FOTOGALERIA: Las imágenes de Moustafa Jano

Diseñador gráfico de formación, era el dueño de una pequeña empresa en Alepo, que realizaba campañas de publicidad para diferentes compañías, hasta que la guerra hizo que todo saltase por los aires. Cuando se dio cuenta de que el conflicto iba a ser largo y los combates y los bombardeos llegaron a su ciudad (capital económica de Siria y la urbe más poblaba del país), decidió escapar con su familia hasta el norte de Irak. Dos años después, viajó hasta Europa y su periplo acabó en Suecia, pero su mujer, entonces embarazada, se quedó allí con sus dos hijos. Su esperanza es que todos puedan reunirse en Europa: mientras tanto hablan todos los días por Facetime o Skype.

"Cuando veo cómo vive aquí la gente, cuando me cruzo con las familias en su existencia cotidiana, pienso en que mi vida era así antes de la guerra, de las matanzas... Era normal, como la suya. Nadie quería irse, pero la guerra nos ha obligado a exiliarnos. Hace tres o cuatro días hablé con un amigo que sigue en Alepo y me mandó un vídeo de nuestra antigua calle. La destrucción es imposible de describir, cada casa, cada recuerdo, está arrasado. He tratado de reflejar esas experiencias en mis fotos, explicar al mundo lo que nos está ocurriendo a los sirios. Los niños son bombardeados, no van al colegio, no tienen comida, no tienen agua, ni electricidad, ni juguetes... Aquí he visto a mucha gente jugar con los Pokémon en la calle y así se me ocurrió la idea", prosigue Jano, que mezcla sus propios diseños con fotos de la guerra libres de derechos que encuentra en Internet.

Moustafa Jano.
Moustafa Jano.Fotografiska

Colgó sus imágenes en las redes sociales, empezaron a divulgarse de forma viral y así llegaron al Fotografiska. "Vimos las fotografías de Moustafa Jano en su página de Facebook y nos parecieron muy fuertes, pero también muy importantes porque la guerra sigue y el sufrimiento continúa", explica Jessica Jarl, coordinadora de la exposición, titulada Todo el mundo ha perdido algo y que puede verse en la capital sueca hasta el 5 de octubre. "Le contactamos y le preguntamos si quería exponer en nuestro museo. Nos respondió que encantado", prosigue Jarl. La exposición va acompañada de un vídeo en el que se cuenta la historia de Jano y se ofrecen imágenes de su travesía hasta Grecia en una lancha neumática sobrecargada durante la que estuvieron a punto de morir.

"Fue muy peligroso", explica el artista. "Tardamos como cuatro horas, cuando el recorrido desde la costa turca se hace en menos de una hora. Nos quedamos tres horas con el motor parado a la deriva. El traficante nos dijo antes de salir que íbamos a ser 20 en la lancha y nos encontramos como 45. Creí que iba a morir, pero nos salvó un barco griego. Crucé varios Estados europeos hasta llegar a Suecia. Elegí este país porque es muy seguro, porque es un lugar donde puedo dar una nueva esperanza a mis hijos".

Su trabajo coincide estos días en el Fotografiska con una exposición de Brian Adams, que además de músico es un cotizado fotógrafo. Ha realizado una serie de retratos a militares británicos heridos graves en Irak y Afganistán: sus rostros desfigurados por las quemaduras y sus muñones aparecen con una crudeza que casi obliga a apartar la mirada. Jano se acerca a la guerra de una forma igualmente espeluznante, aunque en vez de mostrar la realidad, juega con la irrealidad, con la idea de que lo que está ocurriendo —lo que él y su familia han sufrido, lo que sus amigos siguen padeciendo— parece imposible. Como en su famosa foto de un niño delante de un muro cosido a balazos con un Pokémon a su lado, su técnica consiste en mezclar imágenes de la guerra en Siria con montajes ficticios. El efecto es estremecedor: un niño juega en una habitación aparentemente normal, pero una de sus paredes se abre al vacío y a la destrucción, dos niños cruzan el mar en un barco de papel rojo. Nos parece mentira, pero sabemos que es cierto.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_