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Festival de Venecia

“No necesito esta validación, pero puede serme útil”

Lav Diaz, ganador del León de Oro, es conocido por la duración inhabitual de sus películas

Álex Vicente

Lav Diaz es un hombre parco en palabras, pero la que más suele repetir es “libre”. Tras recibir el León de Oro a la mejor película en la Mostra de Venecia por The woman who left, el cineasta filipino afirmaba interpretar este galardón como un reconocimiento a su independencia. ¿Siente que su cine ha quedado validado por el establishment? “Sí, en cierta manera me siento así. Es una forma de decir que hay un espacio para el cambio, para proponer nuevas prácticas en el cine y una nueva metodología”, explicaba en un pasillo de la sede del festival, con el galardón en la mano. “Un premio puede ayudar. No necesito esa validación, pero a veces puede ser útil tener estas aclamaciones. Tal vez ahora llegue más dinero”, bromeaba Diaz. “En realidad, me da igual si no llega. Seguiré amando el cine incluso sin dinero”, rectifica el director, personalidad más conocida del cine filipino junto a Brillante Mendoza o Raya Martin.

Nacido hace 57 años en Datu Paglas, al sur de Filipinas, con el nombre de Lavrente Indico Diaz, este hombre de coleta canosa y vestido de negro estricto empezó su carrera como músico, a la vez que escribía cuentos y poemas. A finales de los noventa rodó algunas películas dentro del circuito industrial, antes de llevar su cine hacia un terreno más experimental. Desde hace más de una década, sus filmes cuentan con duraciones totalmente inhabituales. Los más cortos duran cuatro horas, como la que ahora le ha proporcionado la victoria en Venecia, una historia de venganza imposible protagonizada por una mujer que pasó 30 años en la cárcel por un crimen que no cometió. Tal vez sea la más accesible de sus obras. Su penúltima película, A lullaby to the sorrowful mystery, presentada en la pasada Berlinale, duraba ocho horas. Las más largas pueden superar las 10. Por ejemplo, Evolution of a filipino family, rodada en 2004, alcanzaba las 11. Por razones obvias, su duración las convierte en incompatibles con el circuito comercial. Con alguna excepción notable: uno de sus proyectos más accesibles, Norte, presentado en Cannes en 2013 y de cuatro horas de duración, se estrenó comercialmente en Francia a finales del año pasado. No es la regla: festivales, filmotecas y museos siguen siendo el hábitat natural de sus películas. A Diaz no parece importarle que su público esté restringido. “La duración no es un problema. Mi cine es libre y no está confinado, no tiene que durar una hora o dos. Yo he emancipado mi cine”, asegura.

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El trabajo de memoria sobre la historia de su país supone el fundamento principal de toda su obra. Su penúltima película, por ejemplo, describía la revolución filipina de 1896 contra la administración colonial española, a través de una serie interminable e hipnótica de viñetas en plano fijo. “Para contar las luchas del pueblo filipino, hay que rebuscar en un tapiz formado por 400 años de colonización española, casi 100 de intervencionismo estadounidense, cuatro de ocupación japonesa, 20 de la dictadura de Ferdinand Marcos, nueve de realeza disfuncional…”, explicó en noviembre pasado a Le Monde. “Existen muchos movimientos revisionistas. Personas muy influyentes trabajan hoy para rehabilitar la memoria de Marcos”, añadió entonces. Su obra aspira a fijar un testimonio de lo que muchos preferirían olvidar. “Somos seres humanos, testigos de lo que sucede a nuestro alrededor. Adapto mi cine a esa idea”, dijo ayer. La literatura de Dostoievski también ha sido una referencia constante en sus películas, pese a para rodar The woman who left se haya inspirado libremente en un relato breve de Tolstoi, Dios ve la verdad pero no la dice cuando quiere. En cierto sentido, su cine puede parecerse a las digresiones y ramificaciones que puede tener una novela.

Seguirá siendo un semidesconocido para el gran público, pero Diaz se ha convertido en presencia obligatoria en los principales festivales de cine europeos desde hace más de una década. Despuntó en 2004 en Rotterdam, un certamen especializado en las propuestas más vanguardistas. Después, fue seleccionado en la Mostra de Venecia, donde fue premiado dos veces con Death in the Land of the Encantos y Melancholia en 2007 y 2008 en la sección paralela Orizzonti. El Festival de Cannes seleccionó Norte en la sección Un Certain Regard en 2013, justo antes de que ganara el Leopardo de Oro en el Festival de Locarno con From what is before un año más tarde. ¿Y su próximo proyecto? “Será una película de gánsteres”, confesaba ayer. “Volverá a ser una alegoría sobre las luchas de la humanidad, solo que esta vez utilizaré el cine de género”. Empezará a rodarla en enero. Antes, este infatigable trabajador se dará un breve respiro. Y dedicará la noche del sábado a celebrar el premio. Aunque no se tome este reconocimiento como algo excesivamente personal: “Esta noche es para celebrar el cine, no para celebrarme a mí. Estoy contento por el cine en general, y no por mí”.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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