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LECTURAS

Chispa y rigor

Sin duda Terry Eagleton es uno de los referentes del pensamiento radical contemporáneo. Se mueve entre la filosofía de la historia y la literatura

César Rendueles

Sin duda Terry Eagleton es uno de los referentes del pensamiento radical contemporáneo. Fue él quien anticipó la irrupción de Slavoj Zizek o la recuperación para un público amplio de autores neomarxistas que a finales del siglo pasado circulaban en la periferia intelectual. Fue uno de los primeros en proponer una recepción crítica cabal, no meramente reactiva, de las posiciones posmodernas. Pero, sobre todo, ha transformado el ensayo entendido como género literario. Es una figura clave para entender los cambios expresivos de la teoría crítica reciente, la forma en que la claridad y al menos algún atisbo de chispa literaria se han convertido en valores importantes tras una larga travesía por el desierto de la afectación académica. En ese sentido, puede presumir de tener una voz inconfundible. No hay muchos autores capaces de hacerte reír a carcajadas mientras te explican (muy bien) la teoría althusseriana de la sobredeterminación.

Eagleton se dio a conocer como un discípulo de Raymond Williams que, procedente del campo de la teoría literaria, se había adentrado en el terreno de la filosofía política y la estética. Las dos obras que se publican ahora en nuestro país pueden ser entendidas respectivamente como una continuación de esa línea de trabajo reciente y como un retorno reflexivo a sus intereses originales.

Esperanza sin optimismo es un intento de abordar en términos contemporáneos cuestiones clásicas de la filosofía de la historia: qué aspiraciones de progreso moral y social estamos autorizados a esperar del futuro sin incurrir en el autoengaño de la teodicea. Las mejores páginas del libro son aquellas en las que Eagleton critica el modo en que hoy esa clase de preguntas han quedado cegadas por el optimismo banal del pensamiento positivo —esa doctrina que nos exhorta a afrontar nuestras horas más oscuras con una sonrisa idiota en la cara— o la fragmentación del yo consumista, incapaz de pensarse a sí mismo como el sujeto de una evolución histórica inteligible. Pero Esperanza sin optimismo también tiene algo de ajuste de cuentas con una crítica izquierdista de la idea de progreso que arranca con Walter Benjamin y llega hasta Alain Badiou. Para estos intérpretes la transformación histórica emancipadora es milagrosa, en el sentido de que redime una realidad deteriorada en la que no hay nada valioso, de la que no cabe esperar nada. Eagleton, en cambio, rastrea tanto en el marxismo como en la teología cristiana una concepción de la historia en la que un futuro válido y profundamente distinto se puede vislumbrar débilmente desde el presente. Para ello utiliza tesis cercanas a santo Tomás, que concibe la esperanza como una virtud, una capacidad que debemos cultivar mediante la práctica en la medida en que nos acerca al tipo de personas que deberíamos llegar a ser. La propuesta es brillante, pero la verdad es que Esperanza sin optimismo no siempre está a la altura de este planteamiento tan ambicioso. A menudo se convierte en una sucesión de comentarios —como siempre en los libros de Eagleton, lúcidos y vibrantes— sobre lo que distintos autores han escrito de la esperanza, mientras que el propio razonamiento del autor va quedando en un segundo plano hasta desvanecerse.

Con Cómo leer literatura pasa exactamente lo contrario. Se presenta como una obra conceptualmente modesta, casi un manual escolar para principiantes, y sin embargo resulta arrebatadora y parece destinada a convertirse en un clásico. Básicamente se trata de una reivindicación de las dimensiones literarias de la literatura en contraposición, por tanto, a las corrientes dominantes en los estudios culturales contemporáneos, mayormente interesadas por sus aspectos ideológicos o contextuales. Eagleton nos recuerda la sencilla verdad de que en un texto literario lo que se dice debe interpretarse en función de cómo se dice, y para ello resulta imprescindible la tradición de la lectura lenta aliñada con unas gotas de formalismo. No deja de ser irónico, pues ha sido reiteradamente acusado de ser un crítico obsesionado con la política e incapaz de apreciar la literatura en toda su profundidad estética. En Cómo leer literatura repasa distintos elementos básicos de la obra literaria y del proceso de lectura: los personajes, la trama, la imaginación creativa, el estilo, la interpretación, la evaluación, el significado de la ficcionalidad… Para ello emplea textos de un amplio abanico de escritores anglosajones, desde Milton a J. K. Rowling, que disecciona de un modo siempre inteligente y a menudo desternillante. La moraleja es la compatibilidad y la retroalimentación del análisis crítico riguroso y la experiencia estética enriquecida. Al atender a los aspectos expresivos de la literatura la entendemos mejor y, así, estamos en condiciones de disfrutarla aún más.



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