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Miracleman: el cómic perdido de Neil Gaiman

Tras 20 años sin volverse a editar por litigios y peleas, el único cómic escrito por Alan Moore y Gaiman vuelve a las estanterías

Eneko Ruiz Jiménez

Miracleman era hasta 2014 casi una leyenda urbana. Era la historia del superhéroe adorado por los veteranos que los jóvenes nunca habían podido leer. Era, sobre todo, la única obra escrita por dos de los autores más laureados del cómic: la que catapultó a Alan Moore antes de V de Vendetta y Watchmen, y descubrió a Neil Gaiman antes de que ideara Sandman. Pero también el relato frustrado que este último nunca acabó. Una que, ahogada en batallas legales, no tuvo recopilaciones ni adaptaciones. Después de 20 años de litigios, Gaiman y el dibujante Mark Buckingham retomarán ahora su aventura donde la dejaron.

Los cómics de Miracleman

- Miracleman 1: El sueño de volar, por  Alan Moore (como The Original Writer), Mick Anglo, Don Lawrence, Garry Leach, Alan Davis y Steve Dillon

- Miracleman 2: El síndrome del rey rojo, por el guionista original, Cat Yronwode, Alan Davis, John Ridgway, Chuck Austen y Rick Veitch

- Miracleman 3: Olimpo, por el Guionista Original, John Totleben, Grant Morrison, Joe Quesada, Peter Milligan y Mike Allred

El lanzamiento de Miracleman: La edad de oro, que llegó hace unas semanas a las estanterías españolas es mucho más que una noticia, es un evento histórico. Por fin se reeditan los primeros cómics que escribió Gaiman a principios de los noventa. Por fin podrá cumplir el sueño de acabar la historia del superhombre que heredó de Moore.

"¡Mirad! Os muestro al superhombre... Es este relámpago, ¡es esta demencia!" 1982. Todo comenzaba con una cita de Nietzsche y el despertar de Michael Moran, un periodista cuarentón que se da cuenta de que al gritar Kimota se convierte en un justiciero añejo, con poderes de un dios y mallas azules y rojas. Entonces descubre que nada de lo que sabía era cierto. Su mundo y su matrimonio estaban a punto de derrumbarse. El ridículo origen del personaje, creado en los cincuenta por Mick Anglo como respuesta británica a los tebeos estadounidenses, quedaba atrás. Moore quería hacer un retrato metafísico y revisionista del übermensch y de los cómics de superhéroes clásicos. La pequeña revista británica Warrior (que también editó V de Vendetta) lanzaba una etapa llamada a cambiar la forma de escribir cómics de superhéroes.

"Miracleman era el cómic de segunda mano más buscado", explica Jesús Marugán, propietario de la tienda madrileña Akira cómic. Y es que la obra no había vuelto a pisar una estantería hasta que en 2013 la editorial Marvel logró poner de acuerdo a todas las partes implicadas en su complicada propiedad.

"Conceptualmente la historia de Moore es más importante que la posterior Watchmen", clama el editor de Panini, Alejandro Viturtia, encargada de publicar el cómic hasta entonces prácticamente imposible de encontrar en español. "Es la continuación de la definición del superhéroe que Stan Lee hizo en los sesenta con Spiderman o La Patrulla X". Moore, eso sí, firma sin nombre, simplemente como Guionista original. La condición por la que el enfant terrible cedió su parte. "Dejemos a Moore hacer lo que quiera y disfrutemos de su obra fundamental", subraya Viturtia. Sí colaboraron con la edición los dibujantes Garry Leach y Alan Davis, que ayudaron al equipo de restauración y que han creado portadas para la ocasión.

Página de Miracleman de Mark Buckingham.
Página de Miracleman de Mark Buckingham.

Moore trastocaba el origen del personaje, nacido como una copia del Capitán Marvel de DC, para desmenuzar un retrato intimista sobre lo que significa ser un héroe. No había nada cándido en su Miracleman. ¿Cómo responderá a sus poderes una sociedad paranoica por los residuos atómicos? ¿Y su mujer? ¿Y el Gobierno que trató de destruirlo? ¿Cómo reconfigurará el mundo un nuevo panteón de dioses? El revisionismo por el que Moore se hizo aclamado, en estado puro, con diversas capas de metalenguaje. El autor había llegado para destruir y refundar el género de los superhéroes. El británico de la gran barba se hizo experto en dinamitar un concepto y volverlo a construir desde una perspectiva moderna. Así lo hizo también con La Cosa del Pantano o con sus historias de Superman y Batman.

20 años cogiendo polvo

"Era el Moore que faltaba", subraya Marugán. Su etapa llegó a España en 1990, con cinco años de retraso, pero la de Gaiman, que permaneció dos años en el título, ni siquiera tuvo tiempo de ver la luz. El responsable de American Gods había tomado las riendas de su maestro, pero nunca pudo acabar su historia. El relato fue cancelado súbitamente tras la bancarrota de la editorial Eclipse. El entonces imberbe escritor solo desarrolló ocho de los 18 números que planteó al lado del rompedor Buckingham. Su historia era una especie de Sandman en el mundo de los poderes, historias cortas y autoconclusivas sobre personajes menores o secundarios que rompían con su estilo personal las barreras entre viñetas y narración convencional. Entre sus invitados, por ejemplo, estaban unos clónicos Andy Warhol.

Miracleman de Rick Veitch.
Miracleman de Rick Veitch.

Su historia, que buceaba en la recién creada utopía que habían erigido el clan de superhombres, chocó de bruces con el cierre de Eclipse. El número 25, acabado pero no coloreado, nunca se publicó. Desde entonces, el de Portchester ha sido el más implicado en la batalla legal por Miracleman, luchando codo con codo con Marvel para rescatarlo del silencio. Fundó la compañía Marvels and Miracles LLC para recuperar su "propiedad", e incluso escribió dos series para la Casa de las ideas, 1602 y Eternals, con el objetivo de financiar el litigio. La idea ahora es reunir de nuevo a la pareja para, dos décadas más tarde, continuar su historia inacabada.

Pero llegar a este punto no fue sencillo. Miracleman había sido editado por tres compañías. Sus derechos, asimismo, se repartían de una manera mucho más complicada y equitativa a como lo hacen las grandes editoriales, propietarias únicas de sus personajes. El 30% de los derechos del personaje pertenecían el fundador de la revista editora, Dez Skinn, y otro tanto iba para Moore y el dibujante Garry Leach —que eran además propietarios de las historias con su firma—. El otro 10% era para la editorial matriz. Con la llegada de nuevos autores, cada uno tomaba su porción. Alan Davis cogió el 30% de la editora, mientras que Gaiman distribuyó con su dibujante la parte heredada de Moore.

La matemática se complicó cuando Eclipse cerró y su parte revertió a los autores. En 1996, el magnate y creador de Spawn, Todd McFarlane, vio en esta situación un vacío legal (y una oportunidad), así que se compró la editorial por 25.000 dólares. Su objetivo: recuperar Miracleman y aprovecharse de los ejemplares que registraban récords en el mercado de segunda mano. La decisión enfureció a Gaiman, que veía cómo se le iba de las manos la pelea por su propiedad. Pero, paradójicamente, el británico poseía tres personajes de Spawn. Así que los utilizó para luchar contra McFarlane. Uno de ellos, Angela, aterrizó en 2013 en Marvel como parte del acuerdo para reunir los derechos de su añorado héroe.

Marvel también recuperó, con dibujos de Joe Quesada, un antiguo guion de Grant Morrison que Moore rechazó.
Marvel también recuperó, con dibujos de Joe Quesada, un antiguo guion de Grant Morrison que Moore rechazó.

En 2001, McFarlane anunció a bombo y platillo la llegada de Miracleman a Image e incluso presentó a Mike Moran en la serie Hellspawn. Pero Gaiman ganó las demandas de autoría que interpuso, evitando que su alter-ego con poderes apareciera. McFarlane se conformó con una copia llamada Man of Miracle y en valerse de su poder juguetero para lanzar una línea de figuras.

El autor británico paró aquel proyecto y dedicó a su antiguo asociado su trabajo "a sueldo" en Marvel: "A Todd, por hacerlo necesario". Se abre un capítulo en la historia de esta leyenda urbana. Gaiman vuelve al cómic que lo convirtió en mito.

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Eneko Ruiz Jiménez
Es periodista en la sección de redes sociales, aunque lo que más le gusta es hablar de cine, series y cómics. No sabe montar en bicicleta.

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