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CRÍTICA | ELECTION: LA NOCHE DE LAS BESTIAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La purga de los desfavorecidos

Lo que parecía un producto de serie B de consumo rápido y deglución instantánea, de efervescencia y olvido, se ha convertido en sorprendente saga

Javier Ocaña
Imagen de 'Election: la noche de las bestias'.
Imagen de 'Election: la noche de las bestias'.

Después de cuatro años y tres películas, The purge: la noche de las bestias (2013), Anarchy: la noche de las bestias (2014) y esta Election: la noche de las bestias (2016), lo que parecía un producto de serie B de consumo rápido y deglución instantánea, de efervescencia y olvido, se ha convertido en sorprendente saga. Eso sí, por el camino, la inicial La purga ha ido dejando atrás el terror, elemento esencial de aquella primera entrega, para derivar en pura parábola de acción política, de mensaje subrayado, sí, pero con atractivas coherencias acerca del recorrido ultraconservador de una parte de Estados Unidos en estos últimos años. Y lo ha hecho acrecentando su primerizo espíritu de explotación escabrosa, con sus virtudes y sus defectos, sin degenerar en trascendencias ni presupuestos que no estaban en su germen, aunque sin dejar de lado unas cuantas puñaladas, básicas pero certeras, a ciertos grupos de presión americanos.

ELECTION: LA NOCHE DE LAS BESTIAS

Dirección: James DeMonaco.

Intérpretes: Elizabeth Mitchell, Frank Grillo, Mykelti Williamson, Edwin Hodge.

Género: acción. EE UU, 2016.

Duración: 105 minutos.

Con actores de cuarta fila, y algunos diálogos sonrojantes de puro desvarío, como corresponde a un verdadero producto pulp como este, Election desarrolla esta vez su premisa desde el centro de la arena política y, como siempre, en un futuro inminente. Unas elecciones presidenciales en las que la candidata de la oposición sube en las encuestas gracias a su promesa de acabar con la purga anual: esa noche de violencia en la que el asesinato es legal y que, según los críticos, solo sirve para que mueran los más pobres y desgraciados, con la consiguiente rebaja del presupuesto dedicado a sus subsidios. Una base que sirve a su director, de nuevo James DeMonaco, para componer una ruda película de acoso y derribo, de persecución en el apocalipsis, que tiene mucho que ver, aunque sin llegar a sus cotas, con tres hitos del género: Asalto a la comisaría del distrito 13, 1999: Rescate en Nueva York, y The warriors: los amos de la noche.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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