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Séptimo encierro de San Fermín 2016: Rápido y emocionante

Un corneado en un rápido encierro de Núñez del Cuvillo

Antonio Lorca

No estaba previsto que los toros de Núñez del Cuvillo provocaran herido alguno pues es bien conocido su noble pedigrí. No en vano es una ganadería preferida por las figuras por su buen comportamiento delante de los engaños. Pero un toro en carrera, y sobre todo por la zona final de la Cuesta de Santo Domingo, que todavía no le ha entrada el cuerpo en caja, es un peligro por la violencia de su fortaleza.

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Cerca del Ayuntamiento se produjo por tal motivo la primera cornada de la que tuvieron constancia los servicios sanitarios: un toro colorado venía como una bala, se desplazó hacia el lado derecho de la calle impulsado por su propia inercia, y allí se encontró con dos mozos a los que atropelló y de los que trató de zafarse más que de embestirlos. Pero como no pudo frenar en seco, sacudió de lo lindo a un pequeño montón que se formó en la zona. Una cornada en el muslo izquierdo de un joven, y corto fue el parte de heridos para lo aparatoso del encuentro. Felizmente, el animal se deshizo con rapidez de sus estorbos y continuó tan contento la carrera.

Al final, el encierro de los toros gaditanos duró dos minutos y treinta y dos segundos, rápida carrera, habitual en este hierro, que parece entrenado para el juego olímpico sanferminero y llega a Pamplona con la lección del ganadero bien aprendida: “vosotros, a lo vuestro; a correr, que para eso habéis entrenado, mirada al frente y olvidaros del gentío”.

Toros de la ganadería de Núñez del Cuvillo durante el séptimo encierro de los Sanfermines 2016.
Toros de la ganadería de Núñez del Cuvillo durante el séptimo encierro de los Sanfermines 2016.

Lo intentaron, es verdad, pero las instrucciones no recogen el número de mozos que van a entorpecer la carrera. Y esta mañana, a pesar de la lluvia caída momentos antes, y de que el final de la fiesta está cercano, había muchos corredores por el recorrido; en especial, por la larga y recta calle de Estafeta, como suele suceder cada día.

Nada más abrirse la puerta de los corrales de Santo Domingo, sucedió algo novedoso: dos toros salen los primeros, y, segundos después, los seis dejan atrás a los cabestros, que cierran la manada, como si los gaditanos hubieran llegado con el camino aprendido.

Un toro castaño cambia de marcha, adelanta a sus hermanos, y corre vertiginosamente cuesta arriba, mientras otro de la misma capa, resbala y muerde el duro asfalto. Ese primero es el que hiere a un mozo cerca ya de la zona del Ayuntamiento, lo que no era, aparentemente, su intención, pues su loca carrera más bien parecía de huída que de búsqueda, pero se encontró con el obstáculo de dos corredores y se defendió con su única arma: los pitones. Poco ocurrió para lo que podía haber sido.

La manada rota llega a la curva de Mercaderes-Estafeta con velocidad, y el antideslizante demuestra que no es infalible, de modo que son varios los animales que se estrellan contra las tablas. Y algo más: una persona aparece por allí y se pierde por un momento entre las capas negras. Podía haber quedado como una tortilla, pero parece que el capotico de San Fermín lo salvó del más que probable aplastamiento.

Comienza la recta de Estafeta, con mucha prisa los toros, en fila india cuatro de ellos, se nota la afluencia de corredores, algunos atropellados inevitablemente por los animales. No decae la velocidad de la carrera como suele ser habitual en esta zona, cuatro toros permanecen en cabeza, y así llegan -cada vez más gente que estorba el paso, muchos corredores que tocan a los toros- al tramo de Telefónica, donde dos animales resbalan y solo producen sustos de los que duran unos días y se recuerdam toda la vida.

Un toro negro es el primero que pisa la arena del ruedo; le siguen tres más y los cabestros. Finalmente, aparecen en la lejanía los dos restantes, que se unen con rapidez a los primeros en la falsa creencia de que la hierba crece más allá de las tablas. El reloj marcaba los dos minutos y treinta y dos segundos, una carrera rápida, como corresponde a los entrenados y nobles toros de Núñez del Cuvillo. Y limpia, por su contrastada nobleza.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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