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Sexual o textual

Dos libros que coinciden en la mesa de novedades rescatan algunas voces femeninas para el canon hispánico

Las casualidades editoriales han querido que coincidan en la mesa de novedades sendos volúmenes que ofrecen al lector un estimulante programa doble: Poesía soy yo, compilado por Raquel Lanseros y Ana Merino, y (Tras)lúcidas, seleccionado por Marta López Vilar. Si el primero propone una operación retrospectiva, consistente en rescatar a algunas voces femeninas para el canon hispánico del siglo XX, este último se presenta como un panorama abierto a la actualidad, pues acoge a autoras nacidas entre 1962 y 1986 y que escriben en las distintas lenguas peninsulares.

Hay varias maneras de aproximarse a esta antología. La menos interesante es debatir sobre la pertinencia de la segregación por géneros en un tiempo en el que poetas (ellos) y poetas (ellas) parecen tener la misma visibilidad reducida que otorga el otro género: el lírico. Más enriquecedor resulta valorar esta antología como lo que es: un mosaico textual donde 29 autoras indagan en su identidad a través de diversas formas discursivas. Ejemplos de ello son el clasicismo posmoderno de Aurora Luque, cada vez más volcado hacia la protesta solidaria; la estética rugosa de Ada Salas, que defiende la voluntad de “escribir / al revés. Para que algo / cambie”; el festín imaginístico de Vanesa Pérez-Sauquillo, capaz de convertir “a poetas místicos en cabras de Picasso”; el compromiso intelectualmente armado de Erika Martínez, que da otro significado a la palabra “política”; o la poética orgánica de Miriam Reyes, para quien no existe cesura entre el cuerpo privado y la intemperie colectiva. Asimismo, la genealogía volcánica de Olga Novo, la sentenciosa ironía de Carmen Camacho, la emoción tangible de Ariadna G. García, la densidad verbal de Sandra Santana o los desplazamientos reales y figurados de Martha Asunción Alonso aportan otros registros a una selección cuyos criterios editoriales constituyen un arma de doble filo. Por un lado cabe aplaudir que la proporción de inéditos sea muy superior a la que encontramos habitualmente, lo que permite observar las evoluciones de una obra en marcha. Por otro, este planteamiento acaba por funcionar como un lecho de Procusto que justifica la exclusión de ­autoras que “no disponían de material inédito”, aunque esas autoras sean Amalia Bautista y Elena Medel. Esta rigidez normativa se contagia también a un prólogo que más parece un compendio académico, en cápsulas homeopáticas, que una invitación a la lectura.

Como efecto colateral del ejercicio antológico, cada cual tiene derecho a esgrimir su alineación titular y sus reservas particulares. Sin duda sorprende la ausencia de algunos nombres mediáticos, como Yolanda Castaño, así como la omisión de otras poetas de indiscutible personalidad (Almudena Guzmán, Luisa Castro, Ana Merino, Julieta Valero, Ana Gorría, Verónica Aranda) o incluso más jóvenes (Berta García Faet, Luna Miguel) que la más joven de la recopilación. Pese a todo, (Tras)lúcidas cumple con lo que cabe exigir a una antología: he aquí un botón de muestra y una aguja de marear para orientarnos por lo que se está haciendo ahora mismo, al margen de la concordancia en género y número.

(Tras)lúcidas. Poesía escrita por mujeres (1980-2016). Edición de Marta López Vilar. Bartleby. Madrid, 2016. 375 páginas. 17 euros.

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