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CRÍTICA | I PURITANI
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una joya que se hacía esperar

La producción que se ha estrenado en Madrid ha sido un éxito clamoroso

La escenografía de 'I puritani' en el Teatro Real es obra de Daniel Bianco.
La escenografía de 'I puritani' en el Teatro Real es obra de Daniel Bianco.PATRICIO MELO

I PURITANI

Música de Vincenzo Bellini, libreto de Carlo Pepoli. Director musical: Evelino Pidò; director de escena: Emilio Sagi; escenografía: Daniel Bianco. Coro y Orquesta del Teatro Real. Del 4 al 24 de julio. Teatro Real , Madrid.

La última ópera de Vincenzo Bellini ha sido asignatura pendiente para los teatros líricos en las últimas décadas. Las supuestas razones se relacionan con la dificultad de contar con un cuarteto vocal excepcional y, en modo menor, las acusaciones vertidas sobre un libreto altamente convencional. Lo primero está perfectamente justificado; los protagonistas y especialmente la pareja central, el tenor y la soprano, deben ser no solo grandísimos cantantes, tienen que tener además casi un aura de leyenda y ese magnetismo emanado por nombres como Callas, Di Stefano, Freni, Pavarotti, Caballé o Kraus, por citar a algunos de los que pusieron su firma en esta ópera. Lo segundo no se sostiene. Es cierto que el libreto de Carlo Pepoli tiene serios momentos de guardarropía, pero seguramente no más que varios de los títulos del bel canto o el primer Verdi. Eran moda en esos años treinta y cuarenta del siglo romántico los argumentos a lo Walter Scott, o extraídos del escritor escocés. Los Estuardo, los Tudor, la guerra civil inglesa (base de I puritani),y especialmente las heroínas que enloquecían.

En realidad, lo que hace de esta una ópera extraordinaria es la implicación de Bellini en convertir todo ello en pura música, y no solo en puro canto, como hacía ya primorosamente el compositor siciliano. Se dice que Bellini realizó aquí su mejor orquestación, fruto del compromiso que adquirió de realizar un producto del más alto nivel para triunfar en París. Pero es mucho más que eso, si la orquestación de I puritani es la mejor de Bellini, tampoco es lo mejor de la ópera, lo trascendental es el esfuerzo por convertir la sustancia orquestal en narración y lograrlo de manera tan asombrosa que marcaría la agenda de todo un Verdi para un par de décadas. Y es que Bellini no viviría para disfrutar de su éxito, al fallecer ocho meses después del estreno en el mismo 1835 en que se presentó.

Si la materia vocal de la pareja protagonista es sublime, me asombra más, por ejemplo, ese prodigioso dúo de voces graves, las de Riccardo y Giorgio, Suoni la tromba, e intrepido, que alcanzaría a resonar hasta el Don Carlo verdiano. 

Éxito clamoroso

En cuanto a la producción que se ha estrenado en Madrid, digamos de entrada que ha sido un éxito clamoroso. Necesita el Real noches como esta, con la consagración de dos voces que el Teatro hace propias. Se esperaba algo así del tenor mexicano Javier Camarena, no en vano hace dos temporadas protagonizó el primer bis de tenor de la corta historia del nuevo Real. Y se deseaba que la soprano alemana Diana Damrau estuviera a la altura: desafío logrado. Sus papeles de Arturo y Elvira magnetizaron al público del estreno y los aplausos entre arias alargaron la representación más de quince minutos. Excelentes también Nicolas Testé (por cierto, marido de Damrau) y Ludovic Tezier. Pocos peros podría poner este crítico a esta consagración, el conjunto de sus actuaciones fue impecable rondando lo apoteósico. Sin duda estas producciones crean teatro y los aficionados del Real salieron convencidos de asistir a una noche mágica de ópera a la vieja manera.

Estuvieron a la altura, además, el coro y una orquesta, bien conducidos por Evelino Pidò, de la que merece sobresaliente el grupo de trompas, tan importantes para el color narrativo. En cuanto a la escena, Sagi y Bianco optaron por la elegancia y dejar a los cantantes en situación de comodidad. La apuesta por el blanco y negro vestía muy bien el tono lúgubre y adusto de esta historia de guerra civil y locura.

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