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EL LIBRO DE LA SEMANA

Un canalla con principios

'Gallo de pelea', de Charles Willeford, llega a España

Club de peleas de gallos Canta Claro.
Club de peleas de gallos Canta Claro.Dmitri Kessel / Life

Feliz de ser uno de los 25 grandes del exclusivo mundo de la crítica de arte (“todos hombres, ninguna mujer”), James Figueras recibe el encargo de robar un valiosísimo cuadro de Jacques Debieurue: el genio del surrealismo nihilista ha decidido excepcionalmente concederle una entrevista al crítico, a quien recibirá en su casa. Pero el célebre pintor nunca ha pintado nada, seguro de que las ideas siempre superarán a las obras, y Figueras cuenta cómo, para ganar una recompensa millonaria, encontró una solución criminal al problema estético planteado por la inexistencia de la obra de Debieurue. En defensa de su honor profesional, el esteta Figueras será capaz, entre otras cosas, de matar a su novia y llevarle a la policía un dedo de la muerta envuelto en un pañuelo. The Burnt Orange Heresy (1971, la herejía naranja oscuro) es una novela de Charles Willeford (Little Rock, 1919-Miami, 1988), casi inédito en España.

La biografía de Willeford tiene el aura inverosímil que adorna a tantos literatos americanos: adolescente en fuga cuando la Gran Depresión de 1929, vagabundo, obrero en el ferrocarril, soldado en Filipinas como el héroe de su novela Gallo de pelea, tanquista condecorado en la II Guerra Mundial, boxeador, 20 años en el Ejército, autor de novelas baratas, profesor universitario y ocasional actor de cine. El volumen que reúne sus ensayos se llama Writing and Other Blood Sports (escribir y otros deportes de sangre). En 1948, cuando era militar, publicó un libro de poemas: Proletarian Laughter (risa proletaria). Escribió novelas negras de dos caras: pertenecen al género y distorsionan el género. Desbarata las fórmulas. Sus héroes son parodias de héroes, protagonistas de vidas tan insignificantes que de repente se vuelven excesivas y revelan que lo trivial era terrible.

Willeford presentó a Hoke Moseley, policía del departamento de homicidios, en Miami Blues (1984), su única novela traducida en España hasta la aparición de Gallo de pelea, que, sin tratar de crímenes, comparte con las obras negras de su autor el sentido crítico de trastorno y dislocación, aunque no alcance su grado de excepcionalidad. Las ficciones de Willeford ocurren en un planeta fantástico: Estados Unidos, entre los años cincuenta y ochenta del siglo pasado. Se trata, a ojos de Willeford, de una sociedad ridícula, desquiciada, absurdamente criminal, de “alegres psicópatas” como el delincuente de Miami Blues. “La locura es una condición normal del modo de vivir americano en la segunda mitad del siglo XX”, dijo una vez Willeford, y dio un dato: las pastillas para los nervios se vendían en su país más que las aspirinas.

Gallo de pelea se publicó en 1962 y 12 años después se convirtió en una película de Monte Hellman, producida por ­Roger Corman y protagonizada por Warren ­Oates. Su mundo son las peleas de gallos en Florida, Georgia y Alabama, el sur racista: un universo macho, de gallos y galleros, parecido al Salvaje Oeste de las películas. El centro del relato es el narrador, Frank Mansfield (Mansfield podría traducirse literalmente como “territorio de hombre”), machista, dueño de un amor propio fanático, y mudo como una parodia del Strong Silent Man, el clásico héroe del género negro literario y cinematográfico: el hombre fuerte que sabe callar y sorprende con decisiones fulminantes que superponen pensamiento y acción. Mansfield persigue con obstinación religiosa su voluntad de ser elegido Gallero del Año, sometido a un voto de silencio que sólo acabará cuando su anhelo se cumpla. Su empeño es moral. La imaginación de Charles Willeford se ha especializado en canallas con una ética de hierro.

El deseo de triunfo impulsa Gallo de pelea, y el dinero es el combustible que alimenta la acción del personaje principal: Mansfield debe conseguir dinero para continuar su camino y su historia, su relato. The Immobilized Hero fue el concepto que Willeford propuso en sus ensayos para caracterizar a los héroes de la literatura moderna, y Mansfield representa prototípicamente a ese héroe inmovilizado, en movimiento continuo para no moverse de su sitio, es decir, de su ensimismamiento. También los personajes y las situaciones de Charles Willeford tienden a lo obsesivo, a la repetición pesadillesca: igual que el protagonista de The Burnt Orange Heresy le llevaba a la policía un dedo humano, Mansfield arrancará y envolverá en un pañuelo la cabeza de su gallo campeón y se la ofrecerá a su novia de toda la vida para afirmarse a sí mismo una vez más. Y en Sideswipe (1987), su segunda aventura, el detective Hoke Moseley, agobiado por el peso de su realidad doméstica, se queda mudo como el protagonista de Gallo de pelea. “Ha decidido evitar la vida cotidiana durante un tiempo”, diagnostica el médico, y el padre de Moseley responde: “¿Cómo demonios puede evitar un hombre la vida cotidiana?”. Lo decía Willeford: “Cuenta la verdad y te acusarán de escribir humor negro”.

Gallo de pelea. Charles Willeford. Traducción de Guido Sender. Sajalín. Barcelona, 2016. 320 páginas. 21,50 euros


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