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CRÍTICA | LAS MIL Y UNA NOCHES. VOL 1: EL INQUIETO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una catedral de autor

En el cine de Miguel Gomes, la realidad nunca puede separarse de su fantasma: de sus deseos y sueños, su hambre de mito y ficción

Miguel Gomes, que también actúa, en un fotograma de 'Las mil y una noches'.
Miguel Gomes, que también actúa, en un fotograma de 'Las mil y una noches'.

En el cine de Miguel Gomes, la realidad nunca puede separarse de su fantasma: de sus deseos y sueños, su hambre de mito y ficción. Nada es único, monolítico, ni definitivo en su poética. Aquele querido mês de agosto era un documental que se transformaba en ficción: en sus minutos finales, una película subterránea –espectral- se manifestaba en su pista de sonido. En Tabú, la memoria –y la culpa- colonial de una nación cobraba forma de ensoñación cinematográfica: en un momento de la película, un amor ilícito se convertía en imprevisto desencadenante de un conflicto bélico. En su cortometraje Redemption, el cineasta fantaseaba sobre la sentimentalidad secreta de personajes como Angela Merkel o Nicolás Sarkoky para proponer una patológica idea de Europa. Hay una lúcida coherencia en toda la obra de Gomes, aunque sus trabajos adopten la estrategia del medular cambio de piel, incluso del golpe de efecto espectacular: ninguna de sus películas se parece a la anterior, pero su discurso cobra cada vez mayor espesor. El tríptico de Las mil y una noches, que se abre con Las mil y una noches. Vol. 1: El inquieto y que irá llegando a las salas con regularidad semanal, es su trabajo más ambicioso, una catedral de autor, donde todo parece ser posible, levantada sobre una muy particular metodología de trabajo.

LAS MIL Y UNA NOCHES. VOL. 1: EL INQUIETO

Dirección: Miguel Gomes.

Intérpretes: Miguel Gomes, Crista Alfaiate, Maria Rueff, Bruno Bravo.

Género: drama. Portugal, 2015.

Duración: 125 minutos.

Para desarrollar el proyecto de Las mil y una noches -su extraña manera de lidiar con el colectivo desamparo portugués durante la crisis económica-, Gomes montó una redacción periodística: un equipo encargado de rastrear noticias que servirían de punto de partida para un intrincado laberinto de ficciones. Sherezade se convierte en la voz travestida de un cineasta consciente de la necesidad del mito –de articular nuevos mitos, de hecho- para conjurar un hundimiento moral y económico. Los despidos en un astillero abren el fuego, propiciando la fuga del rodaje del propio cineasta, que se siente incapaz de conciliar dura realidad y sentido de la maravilla. Abocado, como Sherezade, a fabular para seguir viviendo, Gomes confía su suerte a un recital de ecos reales entreverados de ficción, de relatos que se entrelazan y manejan códigos tan diversos como la sátira lúbrica –el episodio de los representantes de la troika con problemas eréctiles- o el micro-relato de amor fou –la historia de los incendios forestales-, pasando por los conmovedores testimonios (reales) del fragmento de los nadadores. Y esto es sólo la primera piedra.

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