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ANÁLISIS

Cervantes más allá del ‘Quijote’

Con la vejez, el autor desemboca en la vida impensada de una ficción que habla fuera de su tiempo y prefigura el nuestro

Jordi Gracia
Retrato de Miguel de Cervantes, pintado por Juan de Jáuregui en 1600.
Retrato de Miguel de Cervantes, pintado por Juan de Jáuregui en 1600.

Sin el Quijote Cervantes no sería el mito vivo, de carne y hueso, que sigue intrigando a la imaginación. Pero sin su vida de soldado y dramaturgo el Quijote tampoco existiría. Su efusividad andante y locuaz traduce sin complejos y en forma libérrima una biografía de autor y de lector, de superviviente de guerra y de cautiverio, y hasta de empleado real en favor de la expansión del Imperio y su lucha contra el infiel. Pero además de tener todo eso, ese libro lleva algo que es intangible y no hay manera de nombrar porque pertenece a la intuición de un invento experimental: un sabotaje cómico de las normas inamovibles, las leyes incontestables o los principios intocables.

Con la vejez Cervantes desemboca en la vida impensada de una ficción que habla fuera de su tiempo y prefigura el nuestro mientras amasa y mezcla, renueva y retuerce las formas de la literatura seria y jocosa. Pero lo hace después de haberlas interiorizado y renovado por su cuenta: su Numancia temprana es una provocación y un alegato y su libro de pastores disfrazados La Galatea es un producto renovador mellado de autobiografía y confidencias cortesanas; su teatro sobre Argel es combativo y propagandístico pero también emocionante, además de ligado a la moda, mientras los gags trepidantes de los entremeses se le escapan solos de las manos; sus relatos son desde muy temprano imitaciones de novelas amenas y aventureras italianas, pero son también imitaciones de la novela más alta de su tiempo, las novelas de aventuras bendecidas por la fe y la castidad y un final feliz por ley divina, hasta que se inventa unas cuantas que casi nada deben a nadie en su centro: el Coloquio de los perros habla de todo desde la incertidumbre suspendida e intrigante de dos perros incontinentes, La Gitanilla jalea la vida liberada de los códigos comunes (y atada a otros más exaltantes), mientras Rinconete y Cortadillo rastrea como un sabueso en los ambientes duros de la Sevilla del fin de siglo para recrear sus lealtades secretas, sus vilezas menores, su crudeza de submundo y hampa.

El libro nace sin casco, sin armadura, sin blindaje: a cuerpo limpio. Y ya, y ahí, empieza todo para la novela moderna

Otras dos antítesis rematan la pura intriga que es Cervantes: el festín de burlas sobre otros poetas que es el Viaje del Parnaso convive con la novela más seria y elevada que nunca escribirá Cervantes según Cervantes, el Persiles, también experimental y renovadora (y por eso tuvo tanto éxito como las novelas breves o como el Quijote). Y sin embargo, el Cervantes que descubre el lector desde el prólogo a la primera parte del Quijote de 1605 ni es ese ni se le parece en nada: ese Cervantes habla desde una bonhomía fingidamente desamparada, como si sólo el arrepentimiento irónico pudiese prologar un libro disparatado y lleno de chistes, destinado a ser carne de risa y desvestido de cualquier atisbo de solemnidad. Incluso más: Cervantes escribe el prólogo poco menos que para decir que va a dejar sin publicar el libro porque ni lo protegen autoridades respetables, ni cita libros valiosos ni ha pedido poemas a otros autores que custodien la salida del hidalgo loco. El libro nace sin casco, sin armadura, sin blindaje: a cuerpo limpio.

Y ya, y ahí, empieza todo para la novela moderna.

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

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