Una parte de mi corazón
Me invade la desolación… Y una extraña sensación de orfandad… Con Tomaz se me va una parte del corazón, de mi conciencia como actriz, y me deja hueca de ilusión… Caminamos de la mano mucho tiempo, me enseñó, me enamoró, me hizo crecer, me arrastró, con su fuerza apasionada e inteligente, hacia el epicentro del Teatro. Abrió puertas en mi interior, haciéndome más consciente de mi trabajo, de mi obligado compromiso con la escena. Tomaz es una energía poderosa, llena de luz, de fuego, de locura… Sus trabajos eran un reflejo fiel de sí mismo: belleza, oscuridad y luz, debate interno, exigencia, riesgo al límite, tenacidad, dulzura, amor, odio, inteligencia y emoción. Por encima de gustos y opiniones, por encima de modas, de tendencias, Tomaz es siempre fiel a sí mismo y a su compromiso con el Teatro. Valiente, audaz, se lanzaba a la vida para perseguir sus sueños y no paraba hasta conseguirlos. Nada le hacía flaquear, a pesar de sentirse muchas veces incomprendido. Le dolía la vida, pero seguía en pie, con la mirada siempre puesta en el horizonte. Capaz de buscar en su interior como pocas personas, de debatir consigo mismo hasta el agotamiento, deja tras de sí una estela difícil de igualar. Era un genio. Desde niño. Y los genios suelen ser molestos. Pero conocerle te cambiaba la vida. Asomarse a sus ojos era asomarse a un pozo oscuro, lleno de sorpresas. Me cuesta tanto hablar de él en pasado… Me cuesta tanto hacerme a la idea de que no volveré a reír a su lado, a llorar, a crear… Se nos ha ido un artista, pero a mí también se me ha ido un Amigo. Con mayúscula. Un cómplice. Quiero conservar como un tesoro todo lo que me dio y trataré, con todas mis fuerzas, de poner en práctica su ejemplo, de tenerle siempre presente, allá donde vaya. Es el mejor homenaje que podemos hacerle todos aquellos que hemos tenido el privilegio de amarle y admirarle.
