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A la búsqueda del gran cineasta del África negra

El director Yared Zeleke estrena ‘Efraín’, el primer filme etíope que concursó en Cannes

Gregorio Belinchón
El cineasta etíope Yared Zeleke, retratado en Madrid en la librería 8 1/2.
El cineasta etíope Yared Zeleke, retratado en Madrid en la librería 8 1/2.Kike Para

China es hoy el mercado más apetecible de Hollywood. Y en ese territorio se disputan ahora las principales guerras taquilleras. El África subsahariana será la próxima frontera. Por consumo, es un mercado potente, que ve mucho cine local, principalmente de consumo fácil: acción, thriller y terror rodado con muy poco dinero. Pero esos visionados se realizan en casas, en plazas, de forma legal e ilegal y no en salas (que hay poquísimas). Por supuesto, están las industrias de Senegal y sobre todo el famosísimo Nollywood  de Nigeria (182 millones de habitantes), que supone el 1,4% de su economía con un negocio valorado en casi 4.800 millones de euros, solo superado en tamaño crematístico por Estados Unidos y la India. En Nigeria se hacen más de 1.000 películas al año para un mercado local de solo 100 salas (dato de 2011).

La producción local, arma de libertad creativa

¿Cómo lograr un cine de verdad africano? Para Yared Zeleke, su Efraín es un buen ejemplo: "Mi productora, Anna Ampadu, es de Ghana, y creo que la autoproducción nos proporcionará mayor libertad. También buscamos dinero en Europa, y parte del equipo técnico y artístico, como el director de fotografía o el compositor, era francés. Lo importante es el respeto creativo". De ahí que otro ejemplo para el futuro es la también etíope Difret (2014), de Zeresenay Mehari, producida por Angelina Jolie, que dio plena libertad al cineasta.

Al Nollywood de Nigeria (y Ghana, que se ha apuntado al fenómeno de su país vecino), hay que sumarle la emergente producción etíope y los trabajos que pueden verse en el FESPACO, el festival de cine africano, el gran foro de exhibición de las películas del continente, que se celebra en Uagadugú, la capital de Burkina Faso. Es decir, mercado hay. Pero, ¿y autores?

Pocos, muy pocos directores del África negra pueden ser considerados auteurs en el sentido europeo del término: el senegalés Ousmane Sembène; el maliense Souleymane Cissé, primer director del África subsahariana en competir en Cannes, con Yeleen, en 1987, que recibió el Premio del Jurado; el también maliense Cheick Oumar Sissoko; el mauritano Abderrahmane Sissako, que llegó el año pasado a los Oscar con Timbuktu tras haber competido por la Palma de Oro; el burkinés Idrissa Ouedraogo (otro habitual de Cannes y Oso de Plata en la Berlinale de 1993 con Samba Traoré) o el chadiano Mahamat Saleh Haroun, otro rostro popular de los festivales de serie A.

"Etiopía no es solo hambrunas y guerras. Problemas que por supuesto existen. Es también una nación culta [con una gran tradición jazzística] que alberga la segunda industria de cine más grande del África subsahariana". El etíope Yared Zeleke tiene 37 años. La mayor parte de su vida ha transcurrido fuera de su país, donde pasó sus primeros 10 años. Ha estudiado en Estados Unidos y Noruega, y hoy ha vuelto a Addis Abeba, donde vive. "Allí se filman, después de la nigeriana. Son películas de bajo presupuesto pensadas sobre todo para el consumo interno. Pero creo que pronto va a entrar de lleno en el escenario internacional, porque hay una generación de jóvenes directores con mucho talento". Y Zeleke es uno de ellos. “Hay una falta mundial de autores interesantes. Pienso que es un problema económico”. Su Efraín, estrenada el pasado viernes en España, fue la primera película etíope en competir en Cannes, en concreto en la sección Una cierta mirada. “No me preocupa la etiqueta de ser el primero, porque entiendo la situación”.

El alma de la tierra

Efraín, su debut como director, cuenta la historia de un niño que de repente se ve separado de sus progenitores: tras morir su madre, su padre emigra, dejando al crío con su abuela y sus tíos. Para superar el dolor se aferra a la amistad con un cordero. “No es autobiográfica en las acciones —yo soy de ciudad—, pero sí en los sentimientos. Crecí rodeado de cariño, pero mi madre murió y me enviaron con mi padre, al que no yo conocía, con 10 años. En realidad como miles de niños refugiados de todo el mundo. Lo que me interesaba era el punto de vista nativo, porque la mayor parte de películas sobre África están rodadas por directores estadounidenses o europeos. Con buena intención... y algo de desconocimiento. Aromas, ambientes, alma solo pueden salir de los africanos”.

El viaje de Zeleke ha pasado por Estados Unidos, donde estudió cine, y Noruega, donde abandonó la carrera de gestión de recursos naturales. “No me sentía yo. Quería ayudar a mi país, pensé que la agricultura era una buena idea. Y no, era el cine, con historias que había oído a mi abuela... Por eso los actores amateurs, las historias de granjeros. He encontrado el medio para ser feliz y hacer felices a mi compatriotas". Él al menos no piensa parar y ya prepara la siguiente, titulada 1991. "Se desarrolla en la Etiopía recién salida del comunismo. Si Efraín habla de la infancia, esta será sobre la juventud. Recuerda que la mayor parte de los etíopes tiene menos de 30 años. Ellos son quienes crearán el futuro”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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