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El día en que Semprún contó la pesadilla real de la tortura

El escritor desgarra su memoria en el libro póstumo ‘Ejercicios de supervivencia’, donde evoca el horror a manos de los nazis

Juan Cruz
Jorge Semprún, fotografiado por Daniel Mordzinski en 2008.
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En 2010 pasaron algunas cosas graves en la vida de Jorge Semprún, por cuya memoria cruzó lo más impresionante del siglo XX: la resistencia al nazismo, la segunda guerra mundial, los campos de concentración. Escribió de todo ello, pero nunca había hecho recuento minucioso de las torturas que sufrió. Antes de morir comenzó ese ejercicio. Ahora aparece en libro, editado por Tusquets, con el título de Ejercicios de supervivencia,que se pondrá a la venta a principios de marzo.

La muerte, el 7 de junio de 2011, le impidió a Semprún terminar esta nueva incursión dramática por su vida apasionante de resistente comunista y luego de desencantado del partido. En España, donde vivió clandestino en el franquismo, llegó a ser ministro de Cultura de Felipe González. En este libro evoca escenas de este penúltimo episodio de su vida, pero lo que resalta en Ejercicios de supervivencia es el dramatismo de ese episodio de tortura que dañó su memoria hasta el límite del silencio.

Recuerdo incómodo

En ese año previo a su muerte apareció en Tusquets una biografía de Semprún, Lealtad y traición, de Franziska Augstein, a la que el autor de La escritura o la vida cuenta fragmentariamente el episodio de torturas a que fue sometido por la Gestapo antes de ser enviado al campo de Buchenwald. Él no lo quería contar, pero lo fue contando. Cuando apareció el libro, un Semprún incómodo con ese relato (al que no se opuso) declaró su intención de escribir él mismo esos recuentos, incluido el episodio tan insistente (y tan silenciado por él) de las torturas que sufrió cuando apenas tenía veinte años.

Ese mismo año 2010 un Semprún ya diezmado por el dolor que apenas le dejaba moverse regresó a Buchenwald, a encontrarse con sus viejos camaradas, que el 5 de abril de ese año celebraban un año más la liberación que supuso la derrota nazi. Aquel Jorge Semprún que habíamos visto doblado por la fatal dolencia de sus huesos reía como si él mismo se hubiera liberado otra vez; fue un momento capital, quizá, de su decisión de abordar de nuevo las memorias de sus más íntimos recuerdos.

Semprún se decidió a contarlo él mismo, por primera vez, en su estilo sincopado, roto por memorias que se le interponían, como pasa en La escritura o la vida, que es el que lo antecede claramente. Este libro, que contiene la memoria de su encierro en Buchenwald, no solo le permitió contar lo que le pasó allí sino que es la fuente de esta nueva memoria inacabada. Fue en Buchenwald donde se encuentra con un antiguo camarada de la resistencia, encarcelado y a punto de ser pasado por las armas nazis. Este, que fue jefe suyo en la lucha antifascista, lo reconoce y lo saluda como un héroe capaz de enfrentarse a las torturas sin permitirse un desmayo: no tuvieron que cambiar los buzones, no tuvieron que revisar identidades, ningún camarada sufrió por las consecuencias de las terribles torturas que sufrió Semprún.

Descripción de calamidades

Al joven comunista le impresionó aquel encuentro, le produjo un orgullo sencillo, que sella con una expresión: “Me gustó que lo dijera así”. Las torturas le habían sido anunciadas por uno de los camaradas junto a este al que ahora iban a fusilar, antes de que fuera apresado por la Gestapo. Con todo lujo de detalles, cada una de las calamidades que iba a sufrir si lo agarraban le fueron descritas al muchacho Jorge Semprún. Ocurrió al fin lo que le habían augurado, y él se mantuvo en silencio, ningún resistente fue dañado por su culpa.

En una entrevista con EL PAÍS en 2010, él evocó ese episodio de las torturas. Estaba, muchos años después, en casa de Yves Montand y de Simone Signoret, junto a una piscina. Semprún expresó su horror: él no podía estar cerca de lo que pudiera parecer una bañera. La bañera formaba parte de sus peores sueños, de su pesadilla real en manos de la Gestapo. Pues la de la bañera era la peor tortura, como la pena capital de las torturas. Él iba a contar alguna vez lo que eso supuso en su memoria. Fue quizá cuando volvió por última vez de Buchenwald cuando, con voluntad pero sin fuerzas, inició su nuevo ciclo de su incontable memoria, que él quiso titular Ejercicios de supervivencia. Este fragmento dolorido aparece en España, la patria que siempre estuvo en el pasaporte de Jorge Semprún.

“Uno de estos héroes discretos”

Cuando el libro Ejercicios de supervivencia (editado por Tusquets en España) apareció en Francia, Mario Vargas Llosa lo celebró en EL PAÍS. Definía a Jorge Semprún como "uno de estos héroes discretos gracias a los cuales el mundo en que vivimos no está peor de lo que está". Esa discreción afectó también a su vida privada así que hubo zonas que no quiso que se traslucieran. Entre ellas, el episodio de las torturas.

En este libro póstumo e inconcluso narra ese episodio como una pesadilla. Se lo habían augurado: “(…) los tipos de la Gestapo arrojaban en la bañera de agua helada basuras caseras, tronchos de verduras podridas, excrementos, para mantener bajo esa agua repugnante la cabeza del detenido (…). El suplicio más difícil de soportar. Y ese fue el caso; nada más que añadir”.

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