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Un grito teatral contra los prejuicios y el acoso escolar

'El pequeño poni’, de Paco Bezerra, aborda el problema en un montaje dirigido por Luis Luque

Rocío García
Roberto Enríquez y María Adánez en la obra 'Mi pequeño poni', de Paco Bezerra.
Roberto Enríquez y María Adánez en la obra 'Mi pequeño poni', de Paco Bezerra. LUIS MALIBRÁN

Se terminan los aplausos y los actores regresan a los camerinos. El público se dispone a salir del teatro. Sobre el escenario solo queda una mochila de estridentes colores y la imagen de un caballito con coleta en la cabeza. Todo un símbolo contra los prejuicios sociales, a favor de la diferencia, una reflexión sobre el miedo y la libertad, alegato contra el acoso escolar que sufren miles de niños. El autor teatral Paco Bezerra y el director Luis Luque han unido fuerzas y entusiasmo para llevar a escena El pequeño poni, una historia inspirada en un caso real ocurrido en Estados Unidos en 2014 y que está protagonizada por Roberto Enríquez y María Adánez. La obra, estrenada el fin de semana pasado en Alcalá de Henares (Madrid), está de gira por todo el territorio español y terminará el próximo verano en el teatro Bellas Artes de Madrid, donde tiene previsto abrir temporada estar en cartelera dos meses.

El pequeño poni surge de un taller que organizó Paco Bezerra (Almeria, 1978) cuando leyó una noticia que le dejó noqueado, sin aliento. En un colegio de Estados Unidos, un niño de nueve años fue obligado a abandonar la escuela tras el brutal acoso y ataques físicos que sufría por llevar una mochila con el dibujo animado de la serie My Little Pony (Mi pequeño poni). La dirección del centro consideró “detonante de acoso” el hecho de que el niño acudiera con esa mochila que distorsionaba al resto de sus compañeros. “Llevaba tiempo buscando una manera de abordar el acoso escolar y ese suceso real me dio las herramientas para poder hacerlo, me estructuró la historia desde dónde empezar”, explica Bezerra, que junto al director de la obra, Luis Luque, madrileño de 43 años, ha ido depurando el texto, cambiando escenas, reflexionando sobre la puesta en escena. Un trabajo conjunto con el que el premio Nacional de Escritura Dramática en 2009 abandona la soledad de la escritura, buscando nuevas formas de investigación y enfrentándose a los problemas de la producción. No es la primera vez que Bezerra, un hombre meticuloso, y Luque, todo un perfeccionista, colaboran. Ya lo hicieron con La escuela de la desobediencia, Ahora empiezan las vacaciones o El señor Ye ama a los dragones, pero con El pequeño poni han dado un cruzado una frontera y se han zambullido en una manera diferente de enfrentar la creación teatral. Junto a los actores y espectadores han ido dando forma a este montaje tan delicado y poético sobre uno de los dramas más terribles en el que viven muchos niños.

El pequeño poni se centra en los padres del niño acosado y cómo se enfrenta cada uno de ellos al problema que sufre su hijo. El padre apoya la libertad del chico, mientras la madre centra toda su preocupación en su seguridad. Es, como defiende Bezerra, el teatro de la confrontación de ideas. “Seguridad frente a libertad, dos conceptos diferentes, como si no pudiesen existir en armonía”, se lamenta. “El niño sufre el acoso y en su casa no se ponen de acuerdo en cómo enfrentarse a ello. No se consiente la diferencia. Todo lo que le ocurre a ese niño es que es distinto. Vivimos en una dictadura de comportamiento y pensamiento, en una dictadura de la normalidad. Cada vez se aguantan menos las diferencias. Hay mucho miedo a ser distinto. La educación busca la mediocridad y no se refuerza la particularidad de cada uno”, denuncia Bezerra, espantado ante la realidad de que muchos de esos niños terminen camuflados, apartados.

Luis Luque fue un niño acosado. Lo confiesa clara y directamente. “A mí no me ha dejado huella pero yo en la escuela sufrí insultos, empujones y vacío. Qué frase peligrosa es esa de ‘es cosa de niños”, explica Luque, quien pone el acento en la denuncia sobre la voluntad de ser aceptado. “Las diferencias se pagan, uno busca siempre la protección de la mayoría, del colectivo. Hay mucha soledad en los niños. Hay que pensar siempre en ellos, en la manera de protegerles haciéndoles libres. Es un canto a la soledad infantil y es ahí donde la historia entronca conmigo”.

Los dibujos del pequeño poni se han convertido en un grito contra la ceguera, la ineptitud y los prejuicios sociales de los adultos. Sin quererlo, esta serie de animación es ya un símbolo de la magia de la amistad y los valores del compañerismo. La solitaria mochila que queda en el escenario lo dice todo.

 

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