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Carla Morrison, fenómeno del pop mexicano: “No es delito ser cursi”

La cantante publicó 'Amor supremo' en noviembre y tendrá un largo recorrido este año

Vídeo: Saúl Ruiz
Luis Pablo Beauregard

Sentada en la biblioteca de este periódico en la Ciudad de México, Carla Morrison (Tecate, 1986) piensa en las canciones que forman su exitoso Déjenme llorar, uno de los álbumes más vendidos en México en 2012 y con el que ganó dos Latin Grammy. “Es como cuando miras una fotografía tuya a los 15 años y te ves súper deforme, sin identidad”, relata. La intérprete se reconoce en esos 14 temas, pero también le recuerdan lo que ha cambiado en este tiempo. A sus 29 años, se siente más cómoda con lo que se puede oír de ella en Amor supremo, un álbum que sigue la estela de la grabación que la convirtió en un fenómeno del pop alternativo. “No sé si la gente lo va a apreciar porque están acostumbrados a una Carla súper triste y herida”.

Publicado en noviembre de 2015, Amor supremo tendrá un largo recorrido este año. El disco ha cosechado, casi sin buscarlo, elogiosas críticas en Estados Unidos, entre ellas del petulante Pitchfork y The New York Times. Morrison se ha forjado un aura de artista independiente. Ha menospreciado a las disqueras. Mientras grababa su nuevo álbum tomó un curso de emprendedores y liderazgo vía Skype para gestionar mejor su carrera. En abril, la cantante originaria de Tecate, una ciudad de Baja California en la frontera con Estados Unidos, se convertirá en la única mexicana en tocar en el festival de Coachella.

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Morrison comenzó cantando versiones de clásicos del rock en español en bares de su ciudad. Hace 12 años se mudó a Phoenix, Arizona, donde vive su hermano y parte de su familia materna. “Sufrí mucho porque no me gustaba mucho la cultura americana, como la vida es tan solitaria y la gente tan fría”. Durante los seis años que estuvo en Estados Unidos trabajó como secretaria en servicios al cliente de la cadena Macy’s. Escribió la mayoría de las letras de sus canciones en folios que se traspapelaban con cheques y cuentas por cobrar. Entró a la escuela de música, pero se decepcionó al hallar que sus maestros prefirieran que los ritmos salieran de la cabeza y no del corazón.

En un país que ve siempre a sus ciudadanos ir al norte a buscar una vida mejor, Morrison fue al sur. “Todo el mundo me dijo que era un error volver a México”. De vuelta en Tecate, comenzó a subir su música a la red social de Myspace. La cantante cree que la clave de su éxito fueron las letras de sus canciones, intensas historias de desamor de melancólicos arreglos. “Nunca me pareció un delito ser cursi”, dice.

Déjenme llorar se convirtió en un fenómeno que la llevó a tocar en todo el país. Reconoce que no estaba preparada para el aluvión que le trajo la fama. Para recuperar la perspectiva, regresó a casa. “Estaba muy triste, todo se me dio muy rápido y tenía ganas de recordar quien soy”. Grabó Amor supremo durante ocho meses en Playas de Tijuana con solo cinco personas, entre ellas los hermanos Alejandro y Demián Jiménez, los arquitectos de su nuevo sonido, más moderno y atmosférico, lleno de sintetizadores y ritmos digitales.

Morrison se encuentra preparando los puentes que unirán Déjenme llorar con Amor Supremo. Su nuevo sonido ha desplazado los arreglos acústicos que la hicieron famosa. “Cuando escucho ahora mis canciones viejas pienso que son muy feas, no me gustan la producción que tienen”. La cantante presentará nuevas versiones de sus éxitos anteriores en la gira que comienza el próximo 12 de febrero en el Estado de México y que la llevará a recorrer todo el país.

A pesar de lo que ha logrado, Morrison no ve su futuro necesariamente ligado a los escenarios y a la vida licenciosa de los ídolos musicales. La curiosidad y el hambre de conocimiento la llevan a seguir estudiando, ya sea tutoriales sobre programas para componer música o sobre los misterios del universo. Se ha apuntado a clases de astronomía los domingos. “Ser cantante no es lo primero ni lo último que quiero hacer en mi vida. No quiero depender solo de mi voz”, cuenta. Sus sueños son los de una mujer de su edad. “Quisiera ser mamá, ser una muy buena cocinera y poner un negocio”. Carla Morrison no es una estrella pop común.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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