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Caballero Bonald: “La literatura sin humor es un sermón”

El escritor y el artista José Luis Fajardo conversan sobre la cantidad de puntos en común que tienen sus disciplinas artísticas

Rut de las Heras Bretín
José Luis Fajardo, Caballero Bonald y Juan Cruz (i-d).
José Luis Fajardo, Caballero Bonald y Juan Cruz (i-d).JAIME VILLANUEVA

Como telón de fondo, Manolo Millares; protagonistas: el escritor José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1926) y el artista José Luis Fajardo (La Laguna, Tenerife, 1941) y narrador: Juan Cruz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948). El tríptico Objeto negro, de Millares (Las Palmas de Gran Canaria, 1926 – Madrid, 1972) enmarcó la conversación entre los dos autores, la sexta del ciclo En torno al arte contemporáneo que ha organizado Patrimonio Nacional con motivo de la exposición Arte contemporáneo en Palacio, pintura y escultura en las colecciones reales.

El diálogo comienza con un juego de casualidades en torno a la obra de Fajardo que se expone en la muestra, Victimario, fechada en 1965 y que aparece en la página 65 del catálogo. Todos ríen, el humor es vital tanto en la trayectoria del artista canario como en la de Caballero Bonald. “Una literatura sin humor es lo más parecido que hay a los sermones”, apunta el escritor que asegura que la ironía es un valor estético.

Las palabras de ambos mezclan pintura y literatura, diversidad de artes que se enriquecen al convivir. Como lo hacen las obras colgadas de las paredes del Palacio Real de Madrid, piezas de la segunda mitad del siglo XX en las paredes del edificio del XVIII. Pinturas y esculturas que demuestra que la colección de Patrimonio está viva y sigue creciendo. El arte es un reflejo de sus contemporáneos, de la sociedad en la que ha sido creada. “Es una equivalencia de la realidad. Nunca una copia. La poesía, la música... intentan que el espectador se asome a un mundo nuevo. Es una ruptura con la realidad para convertirla en otra”, sostiene Caballero Bonald.

Fajardo comenta que durante un tiempo coincidía con Millares con bastante frecuencia y que una vez le contó que le resultaba “terrible” que después de coser sus “miserias antropomórficas”, sus telas desgarradas, alguien le dijera que su obra era bella. Él lo que quería es que fuera violenta, que mostrara los destrozos de la sociedad de su momento recompuestos con sus grandes costurones”. El pintor comenta que ahora no se enseña a mirar, sino a mirar deprisa: “La gente pasa más tiempo mirando las cartelas que el cuadro, lo he comprobado”.

Los dos artistas tienen mucho en común, más allá de los trabajos que han hecho juntos como Anatomía Poética (Círculo de tiza), elaborado a cuatro manos: los textos del gaditano y las ilustraciones del canario. Su forma de meterse en sus obras también es similar, ambos dejan que sea ella la que les lleve. Fajardo reconoce que a veces deja descansar a sus trabajos, les da la vuelta y, cuando pasado un tiempo (“pueden ser tres meses, tres años o tres días”), los vuelve a ver le indican los errores y el camino a seguir. Caballero Bonal coincide completamente: “En poesía ocurre lo mismo, la dinámica del texto va reclamando palabras, que son los colores y los espacios de la pintura. El poeta no sabe que palabra va a sobrevenir”.

'Victimario', 1965. Obra de José Luis Fajardo.
'Victimario', 1965. Obra de José Luis Fajardo.

Como si de un principiante se tratara, el premio Cervantes 2012 teme al folio en blanco, igual que Fajardo al lienzo vacío, pero reconocen que la creación es una “terapia”. Les “protege del mundo exterior”. El infortunio histórico les impulsa a escribir y a pintar , pero no tiene que ser sobre eso, simplemente esa sensación impregna todo lo que hacen.

Fajardo y Caballero Bonald construyen un pequeño relato de sus procesos de creación. Todo esto en el ámbito de la exposición que muestra las obras contemporáneas que posee Patrimonio Nacional, no van a ser todo mengs y caravaggios. Así, rodeados de sauras, millares, palazuelos, barcelós y sicilias, Fajardo se pregunta con ironía: “¿Por qué la pintura se encierra en los museos como si fuera peligrosa?”. Salva, eso sí, a los grafitis.

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