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Monet y el festín de color en los jardines impresionistas

La Royal Academy de Londres muestra 120 obras sobre la naturaleza

Tríptico de los Nenúfares, que Monet pintó entre 1916 y 1919 y que se exhibe e la epxosición de la Royal Academy de Londres hasta el 30 de abril.
Tríptico de los Nenúfares, que Monet pintó entre 1916 y 1919 y que se exhibe e la epxosición de la Royal Academy de Londres hasta el 30 de abril.David Parry

Puede que sea Claude Monet (1840-1926) el artista que automáticamente se asocia con la pintura al aire libre. La figura esencial de los impresionistas dedicó su obra al paisaje desde sus primeros años en Sainte-Adresse hasta los últimos días de su vida en Giverny. Él mismo llegó a escribir que debía a las flores el hecho de haberse convertido en artista. Jardinero y horticultor devoto, sus cuadros de paisajes son un ejemplo de experimentación extrema que después inspirarían a los pioneros de la abstracción, pero también, sobre todo en la segunda parte de su vida, esos paisajes fueron una respuesta a las transformaciones y convulsiones de comienzos del siglo XX. Frente a la deshumanización de una sociedad industrial cada vez más agresiva y frente a la Primera Guerra Mundial, Monet optó por refugiarse en los paisajes con más vehemencia que nunca. La exposición que desde el 30 de enero y hasta el 20 de abril se puede ver en la Royal Academy de Londres, Painting the Modern Garden, tiene a Monet como eje central (35 lienzos) y sobre él (hasta un total de 120 obras) discurren todos los grandes artistas impresionistas, postimpresionistas y vanguardistas de principios del siglo XX. Paul Klee, Emil Nolde, Gustav Klimt , Wassily Kandinsky o Henri Matisse junto a los españoles Sorolla, Rusiñol y Mir son algunos de los grandes nombres.

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Ann Dumas, conservadora de la Royal Academy y una de las comisarias, explica que la finalidad es mostrar cómo el paisaje ha sido —y sigue siendo, opina— un campo de experimentación permanente para los artistas. El caso de Monet supone un hito en el género porque su entrega fue tal que adquirió profundos conocimientos de botánica. Y como gran hito de la exposición, además de los numerosos préstamos de colecciones particulares, señala el grandioso tríptico de los Nenúfares (1916-1919), que se ha podido reconstruir con obras dispersas en los museos de Arte Nelson-Atkins, de Kansas City, el Museo de Arte de Cleveland y el Museo de Arte de Saint Louis de Missouri.

Respuesta a la guerra

Estos grandes paneles agrupados en una sola sala guardan una estrecha relación con la panorámica que el artista cedió a la nación francesa en 1922 y que en la actualidad están alojadas permanentemente en el Musée de l’Orangerie de París. “Esta gigantesca obra ilustra como pocas”, señala Dumas, “la respuesta de Monet a la tragedia de la guerra; una época de sufrimiento en la que muchos artistas quisieron estar en el campo de batalla y otros eligieron responder con su pintura”.

La exposición estará organizada por temas, guiando al visitante por la evolución del tema del jardín, desde la plasmación de conceptos impresionistas de luz y atmósfera hasta escenas oníricas y de fantasía; lugares para realizar atrevidos experimentos; santuarios donde refugiarse y recuperarse; y, en definitiva, señales de un mundo en el que todo vuelve a su curso: un paraíso recobrado.

La primera sala exhibe obras de Monet, Renoir o Pissarro. Las flores de los almendros, las dalias y los lirios ocupan al completo los lienzos de manera que los colores se funden en masas difusas de rojos, verdes, azules o amarillos. Después se muestran los jardines internacionales y la forma en la que las plantas originarias del nuevo mundo conviven en los tradicionales paisajes europeos. Los artistas construyen sus propios espacios verdes, como el alemán Max Lieberman o el español Joaquín Sorolla. La exposición incluye apartados dedicados a los bellísimos libros de botánica que conocieron y manejaron muchos de estos artistas. En numerosas vitrinas se da cuenta del origen de los volúmenes, quienes fueron sus propietarios y parte de la correspondencia que los artistas mantuvieron entre sí sobre el cuidado de las plantas. En uno de estos documentos se detalla el sistema de riego de Monet consiguió crear para sus jardines.

Cuadros de Mir, Sorolla y Rusiñol

Los paisajistas españoles tienen un importante espacio es la exposición londinense. Joaquín Sorolla (Valencia, 1863- Cercedilla, Madrid, 1923) está representado con una decena de obras prestadas por su casa museo madrileño y por la Hispanic Society de Nueva York. Son vistas de la naturaleza que contempló y plasmó en Marruecos, Sevilla, Valencia y Barcelona. Cipreses, rosales, chopos y geranios dan cuenta de un concepto del paisaje en el que la figura humana es secundaria o ni aparece.

Joaquín Mir (Barcelona 1873-1940) escribió que Santiago Rusiñol (Barcelona, 1861-Aranjuez, 1931) era el poeta que mejor hablaba con los colores. Ambos artistas y amigos comparten espacio en el apartado destinado a los Jardines del silencio, obras en las que la figura no aparece por ninguna parte. Los ocho lienzos de Rusiñol son paisajes llenos de melancolía realizados en Granada, Aranjuez y la isla de Mallorca.

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