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Igor Paskual intelectualiza el rock

El músico publica su nuevo disco y un libro en el que recopila sus columnas de opinión para el periódico 'El Comercio'

EL músico Igor Paskual.
EL músico Igor Paskual.ÁLVARO GARCÍA

Es poco habitual encontrar a un músico ejerciendo como columnista de un diario, y mucho menos si hablamos de un músico de rock. Para muchos, ambas disciplinas resultan antagónicas. Como si el rockero por definición careciera de credibilidad y debiera permanecer al otro lado de la realidad política y social. Para romper con ese lastre cultural y con el modelo desenfocado y rancio del clásico rockero aparece Rugidos de gato (Efe Eme), el libro con el que Igor Paskual (San Sebastian, 1975), guitarrista y compositor de extensa trayectoria, recopila sus columnas de opinión para el periódico asturiano El Comercio. El músico donostiarra sostiene que todavía hay mitos que merecen ser eliminados. "La imagen del rockero inculto no tiene que ver con la realidad. Hay montones de ejemplos de ellos con una gran base intelectual, desde John Lennon a Pete Townshend, Joe Strummer o Keith Richards", afirma.

Mordaces y lúcidos, los textos incluidos en Rugidos de gato transmiten cierto aire de erudición no pedante y sí cercana, como si el autor quisiera mantener a raya a la intelectualidad de altos vuelos. Con ello reivindica la sabiduría de la calle sin connotaciones peyorativas, introduciendo entre líneas una interesante reflexión acerca de la cultura del rock and roll. "A los medios de comunicación y a los propios músicos nos ha interesado la imagen destroyer y anárquica porque ayudaba a vender discos", sostiene. Según Paskual, cuando alguien compra una entrada para ver en directo a un grupo como The Rolling Stones, no solo está comprando el acceso a escuchar en vivo Satisfaction, sino también el acceso al mundo de las grandes groupies y las grandes fiestas con cocaína. "Se ha estimulado mucho ese tipo de imagen porque nos vende el acceso a un mundo ensoñador en el que nos encantaría vivir pero que en realidad es ridículo. Hoy en día cualquier publicista se mete más farlopa que un rockero", reflexiona.

Hoy en día cualquier publicista se mete más farlopa que un rockero

En cualquier caso, Paskual no es un rockero al uso. Fue poeta antes que músico ("empecé a tocar porque gané un concurso de poesía para menores de 18 años y con el dinero del premio me compré una guitarra eléctrica", confiesa), comenzó haciendo glam-rock con el grupo Babylon Chàt hasta que se les terminó la magia y ahora cuenta con una sólida carrera como guitarrista en la banda de Loquillo y también como artista en solitario. Por el camino, se licenció en Historia del Arte, estuvo realizando excavaciones arqueológicas en Jordania y ha sido profesor en el Aula de Música Pop-Rock de la Universidad de Oviedo. Se trata de alguien inquieto sin temor a los grandes retos, un profesional consciente de sí mismo y de las circunstancias que le contextualizan. "En España en general la gente que hace rock no reflexiona sobre él y al contrario, la gente que más escribe sobre ello es la que no lo practica", apunta. "Me ha interesado siempre reflexionar sobre el rock porque los músicos hemos dado muy pocas veces nuestra visión de la realidad que nos rodea. Desconocemos ya no solo la historia musical de nuestro país, sino de la historia del rock and roll en general”, critica.

Pero Igor Paskual está de actualidad por partida doble. Además del libro, acaba de editar el segundo disco firmado a su nombre, Tierra firme (Warner Music, 2015), un álbum al que ha dedicado tres largos años de trabajo. "Es un disco muy pensado. No tanto por perfeccionismo como por pudor y por respeto al oyente. Pero a día de hoy estoy satisfecho con el resultado y no cambiaría nada", se sincera. Este es el segundo disco de su carrera en solitario, y aunque por su trabajo junto a Loquillo habrá aficionados que instintivamente lo incluyan dentro del saco del rock eminentemente clásico, en el repertorio de canciones que lo conforman lo que más llama la atención es la variedad estilística, siempre en los márgenes del rock. "A la hora de la verdad, me emociono tanto con un disco de Iggy Pop como con uno de Chet Baker o Scott Walker", confiesa.

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