Viva la danza de la muerte
El espectáculo de Félix Estaire y Alberto Velasco deja poso y gusta más en el recuerdo
La vida en las economías capitalistas, como una carrera en la que solo sobreviven los más fuertes o un maratón de baile en el que hay sitio tan solo para una pareja ganadora. En este Danzad malditos, adaptación libérrima de la película cuasi homónima de Sidney Pollack y de la novela precedente de Horace McCoy, hay una atmósfera Gran Depresión muy actual: la ropa evoca la de aquella época, pero también la de los nietos que hoy echan mano del fondo de armario de sus abuelos y de la pensión de sus padres. No es tanto la Norteamérica de Steinbeck lo que se muestra, como un lugar fuera del tiempo, una verbena siniestra o la antesala de un matadero industrial por el que desfila circular y mecánicamente, durante el prólogo y el epílogo, todo el espectro humano, bien encarnado por una pléyade de actores con físicos tirando a comunes, corrientes y molientes, como nos gustaría verlos más a menudo en nuestros escenarios.
Danzad malditos
Versión de Félix Estaire. Reparto: Karmen Garay, Sara Parbole, Alberto Frías. Dirección: Alberto Velasco. Madrid. Matadero, hasta el 13 de diciembre.
En Danzad malditos, lo que queda del filme original parece corroído por el ácido; sus fotogramas, parcialmente velados, y sus personajes, presos del furor y la desolación, frutos ambos del tiempo transcurrido sin haber experimentado mejora social perceptible. Quién espere ver bonitas danzas, como en Le Bal, de Ettore Scola, se encontrará una versión contemporánea y viva de las Danzas de la Muerte medievales. El espectáculo de Félix Estaire y Alberto Velasco deja poso y gusta más en el recuerdo, luego algo tiene de esencial. El trabajo a tumba abierta de los 14 intérpretes y el arriesgado amplio margen de azar que se les deja (cada día forman parejas distintas y las rondas de eliminación se suceden de manera cambiante) hacen de esta función una experiencia singular.