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Un festival contra los estereotipos de la música electrónica en Brasil

El gran evento musical estuvo por tercera vez en São Paulo y preservó la programación de vanguardia y el público fiel

Marina Rossi
Valesuchi en su actuación en Sónar de Sao Paulo el 28 de noviembre.
Valesuchi en su actuación en Sónar de Sao Paulo el 28 de noviembre. Eduardo Magalhães

Este no es un festival de música electrónica para aquellos a los que les gusta comprar la entrada, quedarse esperando hasta el día del espectáculo, entrar, escuchar el sonido e irse. Tampoco es apenas un festival de música electrónica. En el Sónar, la música es el medio, no el fin. Y, por tercera vez, esta gran caldera de sonidos y creatividad estuvo en São Paulo. Creado en 1994 en Barcelona por el trío Ricard Robles, Enric Palau y Sergi Caballero, el Sónar no se limita a sesiones con DJs populares de la escena musical. El festival también está hecho de encuentros, talleres y debates sobre arte, tecnología y creatividad.

“Es un mapa creativo”, dice Ricard Robles. “El Sónar es un laboratorio cultural, no es un espacio solo de entretenimiento”. Tal vez por eso los conciertos se realizan tan solo el último día del festival, que en São Paulo se celebró del 24 al 28 de noviembre. Durante los tres primeros días, la programación se centró en el Sónar+D, con comisariado del antropólogo Hermano Vianna, del experto en tecnología Ronaldo Lemos y del presentador Alê Yousseff, que incluyó conferencias, debates, exposiciones, sesiones de cine y presentaciones. Se debatieron temas como “los nuevos negocios de la música” y “tendencias de la producción”.

El sábado, el cierre se hizo con conciertos nocturnos. El dúo británico The Chemical Brothers fue la atracción principal, pero el escenario también dio espacio al artista brasileño Zopelar y a la chilena Valesuchi. “Si llaman al tío a tocar en el Sónar, es porque está dando qué hablar en algún sitio”, dice Camilo Rocha, periodista y DJ brasileño. Por eso, vale la pena echarle un vistazo a la programación completa. Según Camilo Rocha, el equilibrio entre la música de vanguardia y los artistas más consagrados es, inclusive, una de las fórmulas que hacen que el festival se mantenga a lo largo de tanto tiempo. “El Sónar cumple un papel de escaparate, de lanzar nuevos nombres, pero también tiene artistas bastante conocidos”, señala.

Aunque siempre cuente con alguna atracción más conocida, el Sónar prefiere a un público más restringido, al que le gusta la música, la conoce y, por tanto, está abierto a nuevas experiencias. “Es un festival más centrado en un público al que le gusta una música más avanzada”, dice Claudia Asseff, periodista y DJ, que está idealizando el primer museo del DJ del mundo, en São Paulo. Como música avanzada, léase “todo lo que se hace en la música electrónica más underground, que es el hip hop más alternativo, el rock más indie”, según Claudia. Ella estuvo en siete ediciones del Sónar en Barcelona y participó en el comisariado de la primera edición en São Paulo, en 2004. “La gente va al Sónar a conocer una música nueva, pero también a escuchar una canción que estaba olvidada en el pasado, pero que tiene calidad”, dice, y cita a Duran Duran y a Pet Shop Boys como algunas de las atracciones de otrasediciones. “Pero este festival no está interesado en popularizarse”, afirma. 

Aunque São Paulo figure en la lista de las ciudades con una intensa vida nocturna y grandes fiestas, lo que hace que varios otros festivales se celebren aquí o en los alrededores, Ricard Robles explica que la programación del Sónar es más compleja que la de los festivales de música electrónica. “Es difícil comparar. La naturaleza de los eventos es muy diferente”, dice. “[El Sónar] está hecho para una masa crítica que no es tan amplia”. Por eso, según Robles, el festival “no es un producto masivo”.

La última vez que la fiesta estuvo en São Paulo fue en 2012. La falta de una periodicidad también hace que el Sónar se quede más al margen de la programación cultural de la ciudad. Según Robles, el deseo inicial era que se celebrase una edición del festival cada año en Brasil. “En 2004, en la primera edición, teníamos el deseo de volver a Brasil cada año”, afirma. Pero algunas trabas burocráticas y la inestabilidad económica obstaculizaron los planes. Para Camilo Rocha, la realización del Sónar en Brasil ha contribuido a la maduración de la música electrónica en el país. “El Sónar tiene un estilo menos juvenil que otros grandes festivales, como Tomorrowland”, dice. “También rompe algunos estereotipos acerca de la música electrónica”.

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Sobre la firma

Marina Rossi
Reportera de EL PAÍS Brasil desde 2013, informa sobre política, sociedad, medio ambiente y derechos humanos. Trabaja en São Paulo, antes fue corresponsal en Recife, desde donde informaba sobre el noreste del país. Trabajó para ‘Istoé’ e ‘Istoé Dinheiro’. Licenciada en Periodismo por la PUC de Campinas y se especializa en Derechos Humanos.

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