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El incurable placer de leer

El personalísimo libro de Fernando Savater y Sara Torres es la obra de una pareja unida por los descubrimientos compartidos

José-Carlos Mainer
Agatha Christie en una ilustración de Aquí viven leones.
Agatha Christie en una ilustración de Aquí viven leones.

Los antecedentes de este libro están en una serie de televisión, Lugares con genio. Los escritores y sus ciudades, que se transformó en el volumen Las ciudades y los escritores (2013), que a Savater no le gustó del todo. El de ahora, Aquí viven leones, no es aquella gozosa rebusca personal, con hechuras de guía turística, sino una serie de estampas biográficas que no hablan demasiado de las “guaridas” de sus personajes pero que se complementan con fotografías y unos perspicaces cómics preliminares de cada capítulo. Y si entonces fueron la Praga de Kafka, la Florencia de Dante, el Edimburgo de Stevenson o los parajes guipuzcoanos de Baroja los temas del libro, aquí se ha preferido otro elenco de vidas para componer “un libro culto pero sin academicismo, con toques populares en la parte de la imagen”.

Desde la inolvidable publicación de La infancia recuperada (1976), sabemos que para Savater la literatura es una invención que nace de la vida de alguien para trasmigrar a la vida de los lectores, y volver: un trasiego de entusiasmos, pasiones o protestas para compartir, que va y que viene. De Alfonso Reyes, protagonista de uno de los mejores capítulos de este libro, Savater nos advierte que “vivió la literatura como generosa amistad de sus colegas escritores y también supo ganarse de igual modo la amistad de sus lectores”. Todo un programa que no empece la admiración por Gustave Flaubert, que decidió vivir para escribir la cruel anatomía de la desilusión de su tiempo (Madame Bovary) o la atrevida añoranza del pasado remoto (Salambó): “Nada en la vida le sirve para justificar su escritura, sino que es esta la que justifica su vida”.

Abre estas páginas un Shakespeare de vida escurridiza, vitalismo desatado y curiosidad universal, que dejó “un perchero de almas en el que siempre encontramos alguna que nos siente mejor que la nuestra”, al que siguen un Valle-Inclán (que es el menos convincente de sus retratos) y un Edgar Allan Poe, víctima de abandonos y fautor de transgresiones, que vino a descubrir que el horror no está fuera de nosotros sino dentro. Y lo encarnó en cuentos que son la lucha de los “prodigios de la exactitud” y “los furores inexactos”, síntesis envidiable como tantas otras de este libro. Sin embargo, sus lectores lo sentimos más cercano a Leopardi, que luchó contra la precariedad física sin dejarse vencer, que vivió en los muchos libros que leyó pero también en la libertad de pensar. Y que si escribió en la pesadumbre del vacío, también lo hizo desde la pura pasión de filosofar. Y al cabo, dejó en los versos de ‘La ginestra’ “el tratado de paz de Leopardi con el espíritu humano”.

En el fondo, también el elogio de Alfonso Reyes lo es de una literatura que refleja una vida aunque en sus páginas preponderara la glosa de la obra ajena sobre la creación pura. De añadidura, algún autor de los estudiados no está catalogado entre los genios mayores de las letras. Al hablar de Agatha Christie ya señala que “la literatura no es solo caviar sino sardinas en escabeche”, expresiva cautela previa al elogio de su narrativa “inventiva y maquiavélica”, que no recurre al “mal gusto sanguinolento ni al sermón sociológico”. Tampoco Stefan Zweig es —o se le ha negado hasta hace poco— un inventor de primer orden. Fue un escritor popular cuyas novelas son espléndidas y un biógrafo certero, quizá porque cultivó el fetichismo de los grandes hombres y la superstición de los grandes acontecimientos. Y no quiso sobrevivir a todo el “mundo de ayer” que hoy evocamos gracias a sus páginas.

Como Atlas, de Jorge Luis Borges y María Kodama, este libro ameno y personalísimo (aunque trate de otros…) es también la obra de una pareja, Savater y Sara Torres, unida por el amor, los descubrimientos compartidos y por la muerte, que también une. Los lectores nos acercamos a los linderos de esa intimidad con respeto y gratitud. Nos parece muy bien que un libro que habla de las andanzas y los domicilios de grandes escritores esté escrito, como quien dice, desde la casa de enfrente…

Aquí viven leones. Fernando Savater y Sara Torres. Debate. Barcelona, 2015. 256 páginas. 21,90 euros

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