_
_
_
_
_

No matarán a Pasolini

Pasolini era verdad, es verdad como pocos artistas actuales. Hasta en sus contradicciones era sincero. Y humano

Gregorio Belinchón
Pier Paolo Pasolini, durante el rodaje de 'El Decamerón de Boccaccio', en 1971.
Pier Paolo Pasolini, durante el rodaje de 'El Decamerón de Boccaccio', en 1971.

"Italia tiene el deber de recordar a Pasolini. Tiene el deber de transmitir a las nuevas generaciones la actualidad de su mensaje de búsqueda y de denuncia". La frase formaba parte del discurso, a inicios de este año, con que el ministro de Bienes Culturales, Dario Franceschini, anunció la creación de una comisión para dirigir los actos que estos días recuerdan al renacentista hereje, al escritor homosexual, al cineasta religioso, al poeta futbolista Pier Paolo Pasolini, asesinado la noche del 1 al 2 de noviembre de hace ahora 40 años en Ostia, a orillas del mar, un crimen nunca completamente aclarado. “Su muerte fue la de un profeta: inevitable, una especie de conjura de todo aquello contra lo que luchó en vida reunido no para matarlo, sino para masacrarlo. Da igual quién le matase aquella noche: a Pasolini lo mató Fuenteovejuna”, asegura Martín López-Vega, poeta y traductor de La religión de mi tiempo.

Como profeta de las desgracias de este siglo XXI, Pasolini vio venir casi todos los desastres actuales. En la entrevista que concedió, pocas horas antes de morir, al periodista Furio Colombo, de La Stampa, dijo: “Aspiro a que mires a tu alrededor y te des cuenta de la tragedia. ¿Cuál es la tragedia? La tragedia es que ya no hay seres humanos, hay máquinas extrañas que chocan entre ellas” o “Todo el mundo sabe que yo pago mis experiencias personalmente”. Willem Dafoe, que le dio vida en la película de Abel Ferrara que se estrenó hace unos meses, contaba a este diario: "Me parece fundamental recordar que no sólo fue un cineasta: yo empecé viendo alguna de sus películas, y rápido pasé a sus escritos, complejos y comprometidos. Y proféticos. Pasolini sigue en la batalla: vio venir lo que ocurre hoy con el capitalismo y la asfixia del ser humano como individuo, diluido en la sociedad de consumo, y nos avisó". Y remataba aquella entrevista: “Me da miedo su actualidad. Nos advirtió sobre los peligros que nos acechaban, lo escribió y aun así no hemos hecho nada. Al menos sigamos aprendiendo de él y de sus bellos textos”.

Actos en homenaje

En la ciudad natal de Pasolini, Bolonia, el lema Más moderno de cualquier moderno sirve para agrupar las proyecciones, las diversas lecturas y una exposición que le recuerda. El periódico Corriere della Sera, donde colaboró en varias ocasiones, vende 22 de sus obras.

En Roma empieza hoy en el Teatro Argentina 72 horas dedicadas a Pasolini, con 23 actores y actrices que leerán textos. En otros lugares de Italia incluso se le va a rememorar con partidos de fútbol, su amado deporte.

En Valencia, este fin de semana el IVAM ha organizado varios actos en su memoria. En varias universidades españoles se repite la vindicación de su mensaje, como en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Málaga.

Por eso Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922) no ha muerto. Porque puede que su asesinato fuera un crimen político en un país arrasado por sus crímenes políticos, porque puede que algunas de sus novelas chirríen en el lenguaje del siglo XXI que se mueve entre la lánguida ridiculez de lo políticamente correcto y la cansina obsesión por epatar de los más radicales. Porque puede que algunas de sus películas aún no se entiendan y otras ya se den por sobreentendidas. Da igual. Pasolini era verdad, es verdad como pocos artistas actuales. Hasta en sus contradicciones era sincero. Probablemente nunca quiso ser clarividente, pero a su pesar veía el futuro y debía contarlo. A sabiendas de lo que eso podría significar. Y eso se llama coherencia.

Curiosamente, tras su muerte se estrenó Saló o los 120 días de Sodoma -además se editó La divina mímesis, con textos de los años sesenta, y dejó inacabada la novela Petróleo, otro mensaje desesperanzado-, y en pantalla aparece el poder -en ese caso el fascismo surgido bajo el ala de Mussolini- con toda su crueldad. Carne herida. Destrozada, Dominación y sumisión como pocas veces se ha visto en pantalla. Y no por regodeo, sino como reflexión, decía su creador, del sexo como metáfora de poder en el hombre (según Pasolini, el sadomasoquismo está anclado en nuestro comportamiento). Y aquí llegamos al corazón del este poeta filósofo: la personalidad, el ser humano como individuo en contraposición al triunfo actual de la masa. Saló o los 120 días de Sodoma es un grito contra la anulación del otro, el último aullido de un artista que quiso que, sencillamente, fuéramos nosotros.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_